¿Cómo conseguimos que niños y niñas adquieran el gusto por la poesía?


Hoy, más que nunca, la emoción es un valor reivindicado en cualquier ámbito de la vida. En la economía, el premio nobel Richard H. Thaler incorpora la psicología a las ciencias económicas y plantea que más allá de los algoritmos y las matemáticas, la subjetividad y las emociones tiene una gran importancia en las decisiones que tomamos en nuestra vida y, por supuesto, en el mundo económico. Socialmente, los expertos hablan de la “sociedad emocional”, aquella en la que sus integrantes experimentan emociones sociales en la relación con otras personas. En los entornos educativos, como explica el experto en educación emocional y bienestar, Rafael Bisquerra, “la educación emocional permite conocer las emociones, el desarrollo de la conciencia emocional, la capacidad de controlar las emociones y adoptar una actitud de vida positiva”. Dentro de las humanidades, y en particular de la literatura, la poesía ofrece el maridaje perfecto entre verso y emociones como la expresión verbal a través de la cual se transmiten sentimientos profundos, reflexiones, estados de ánimo, etcétera sobre cualquier tema. Por eso, este género literario parece, en este entorno VUCA – volátil, incierto, complejo y ambiguo- que vivimos, más necesario que nunca para transformar nuestra sociedad, como recoge el verso “No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo” del poema No te detengas, del poeta Walt Whitman.

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Para Luis García Montero, poeta, catedrático de Literatura Española y director del Instituto Cervantes, “la poesía, además de una vocación, es la manera que tengo para relacionarme con la vida”. Explica el poeta que su entorno familiar fue el germen en el que descubrió la poseía, “mi padre leía poemas en alto cuando yo era niño, descubrí en la biblioteca de mi casa familiar la poesía de García Lorca y escuché los discos que acababa de sacar un jovencito Juan Manuel Serrat dedicados a Antonio Machado. Poco a poco, la poesía se convirtió en la manera que tenía de conocerme a mí y de conocer mis relaciones con el mundo”. Posteriormente, continúa, “he conseguido unir a través de la dedicación a la enseñanza mi vocación poética con una manera de ganarme la vida explicando la poesía que han escrito los demás. Ahora es el espacio de mi conciencia; es decir, cuando uno se siente poeta por vocación sabe que se traiciona a sí mismo si miente en un poema; en otros ámbitos de la vida, si mientes, no pasa nada, pero un poema no resiste la mentira para un poeta y ese es ahora el ámbito de la verdad y la conciencia para mí”.

El director del Instituto Cervantes considera la poesía como un ejercicio de conciencia. Por eso, en su opinión, las redes sociales plantean a los jóvenes de hoy, educados en el mundo digital, el reto de mantenerse entre la frontera de la identidad más íntima y lo público: “las distintas redes permiten publicitar todo lo que uno siente, desde un momento de amor o una tragedia por la muerte de un familiar hasta un pensamiento o la posibilidad de ensuciar a alguien, llenar de suciedad el espacio público… Si la poesía sirve para intentar dignificar, más allá de los impudores, esa frontera de convivencia entre la intimidad y lo público, creo que se puede abrir un camino bien interesante”. Aprovechándose de esa vía, apunta Luis García Montero, “los jóvenes llevarán a la poesía la experiencia del momento y del mundo digital en el que viven y, a partir de aquí, creo, como ha ocurrido siempre, aquellos que mejor sepan aprovechar la realidad en la que viven serán los que comprendan la importancia de la herencia que reciben y los que sepan leer la tradición poética como una preparación para aprovechar el mundo en el que viven”.

Un mundo, el de la poesía, que requiere un tratamiento adecuado en el entorno educativo desde las etapas más tempranas para, que niños y niñas adquieran el gusto por este género literario. Eulalia Agrelo, profesora del área de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Vigo, plantea un cambio en la perspectiva de la educación literaria en Primaria que pase de “una visión demasiado texto céntrica y filológica, que no resulta cautivadora para el alumnado, a una poesía que se aborde desde estrategias mucho más motivadoras por parte de un profesorado que también se sienta seducido por este género. La poesía nunca ha de ser enseñada, sino vivida”. Esta falta de afición por la poesía, según Eulalia Agrelo, está asociada a “la hegemonía del formalismo poético en los libros y materiales de Primaria que oculta los verdaderos aprendizajes que el alumnado ha de adquirir a través de la palabra poética”. Unas enseñanzas que, en las primeras edades, deben servir, según Eulalia Agrelo, “para aflorar los pensamientos y emociones más personales, al mismo tiempo que abren cauces de entendimiento hacia el otro. Además de educar las emociones, alientan el espíritu crítico y actúan de sostén estético de la protesta. Desde el cancionero infantil hasta las obras de autor, la poesía permite a la infancia descubrir un lenguaje definido por signos y símbolos propios, su conexión con la música y otras disciplinas artísticas, su aliento imaginativo, su potencial lúdico, su capacidad socializadora o su valor identitario y cultural. Por estas y otras razones, el poeta gallego Antonio García Teijeiro habla de la poesía necesaria”.

En etapas educativas superiores, como Secundaria, el currículum trabaja la poesía de manera interesante, según German Cánovas Hernández, profesor de Lengua y Literatura de European International School de Barcelona. Sin embargo, sigue este profesor de Lengua y Literatura, “el problema siempre está en la interpretación del currículum y cómo trasladarlo a las aulas. El estudio de la poesía es absurdo si se convierte en un repertorio de autores, obras, formas métricas y tropos. ¿De qué sirve que puedan identificar un endecasílabo o localizar una metáfora si no saben leer un poema? Y no, un poema no se lee, ni puede leerse, como cualquier otro texto”.

Las aportaciones que realiza la poesía en los aprendizajes del alumnado son muchas. Sin embargo, este género literario es complejo. Germán Cánovas Hernández afirma que “aprender a leer e interpretar un poema te permite acercarte a cualquier otro texto con un incremento notable de tu capacidad hermenéutica”. Pero, sentencia, “lo más importante no tiene fines tan utilitaristas. Leer poesía es acercarse a la expresión sofisticada de pensamientos y emociones: te permite comprender mejor a los demás, contemplar el mundo con mayor riqueza y conocerte mejor a ti mismo”.

En el actual panorama poético se da cita una nueva generación de jóvenes que busca en la poesía un espacio en el que entender y dibujar el mundo que les ha tocado vivir. Elena Medel, poeta, editora y novelista, Premio Francisco Umbral al Libro del Año 2020, señala que la poesía para ella “es una actitud, una mirada a la realidad para pensarla. Un lenguaje específico que utiliza de otra forma las palabras cotidianas”. Las lecturas, siendo adolescente, de García Lorca le hicieron repensarse su escritura y considerar que “la poesía era la que se acercaba con mayor fidelidad a lo que pensaba”. Pese a que considera que las nuevas generaciones poseen ciertos prejuicios hacia la poesía, también cree que ha aumentado el interés por leerla y escribirla, “a la búsqueda de la identidad, a su expresión”.

Rosa Berbel es graduada en Literaturas Comparadas y fue premio Ojo Crítico de Poesía 2019 de RNE. Entiende la poesía como aquella “forma de expresión que me permite conjugar en un único espacio todo aquello que me preocupa en mi día a día para pervertirlo y subvertirlo”. Empezó a interesarse por la poesía en la adolescencia, viendo en ella “un vehículo privilegiado para comunicar mis emociones y para comprenderlas”. A partir de esa etapa primera, empezó a leer más poesía: “descubrí que, pese a la aparente rigidez de sus formas, la poesía es una herramienta extraordinariamente elástica, en la que caben las emociones, pero también muchas otras vías para la comprensión del mundo”. Por eso mantiene que la poesía tiene todo lo necesario para resultar atractiva a los jóvenes. “La creación poética es una forma genuina de conocimiento y de autoconocimiento. Como ejercicio radical de empatía, proporciona unas herramientas afectivas muy útiles para la relación con los otros. Intuyo que buena parte de los prejuicios sociales con la poesía, que están presentes entre los jóvenes pero también en el resto de generaciones, son fruto de unos métodos de enseñanza de la literatura bastante castradores, que tienden a reducir la experiencia poética a una serie de temas y recursos formales muy limitantes”, asegura la poeta.

Por eso, concluye Luis García Montero, “en este tiempo, donde hay posibilidades de decir todo lo que uno piensa sin pensar con tranquilidad lo que se va a decir, me gustaría que los jóvenes entendiesen la poesía como una manera de pensar en las palabras, de escoger las palabras con la lentitud necesaria para decir no lo primero que se te ocurre, sino aquello que tiene que ver con la propia verdad y con la propia dignidad”.

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