Cómo materializar la nueva masculinidad en un perfume

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Se suele decir que un perfume es nuestro accesorio (invisible) perfecto. Tiene esa capacidad innata de despertar en nuestra memoria aromas, recuerdos e incluso personas. Sin embargo, a menudo olvidamos que lo primero que influye en nuestra elección no lo percibimos a través del olfato sino de la vista. Porque un frasco no solo custodia una fragancia, cada línea del envase narra su historia.

Carolina Herrera lo sabía muy bien cuando empezó a darle forma a Bad Boy, un perfume de alto voltaje en el que las dualidades del hombre contemporáneo se perciben desde cada ángulo. No podía ser de otra forma. Nació como el homólogo masculino de Good Girl, una de las referencias más premiadas y buscadas desde su lanzamiento en 2016, atesorada en un sorprendente zapato de altura vertiginosa. Este debía ser igual de emblemático pero, en este caso, el reto al que se enfrentaba la firma era todavía mayor: ¿cómo representar al hombre de hoy y, a su vez, llamar su atención? Según los estudios de mercado, el público masculino apenas compra perfumes y cuando lo hace, solo dedica unos segundos, treinta exactamente, para valorar su elección.

Bad Boy lo consiguió. Después de tres años de trabajo, tras muchos bocetos y descartes (coches, relojes, motos, cascos…), dieron con esa escultura que ya forma parte del imaginario perfumista: un rayo de líneas minimalistas y contemporáneas, envuelto en un enigmático azul noche. Un frasco cautivador que actualizaba todo su simbolismo mitológico y pop –emblema de Zeus y Júpiter, la figura más poderosa y rebelde de la historia Antigua, y un recurso muy empleado en el mundo de los cómics– para rendir homenaje a criaturas mucho más terrenales, que rompen a diario con los arquetipos para encarnar la nueva masculinidad: un hombre sensible y fuerte, heroico y vulnerable, culto y empático. Cualidades que encarna a la perfección el actor británico Ed Skrein, el mejor embajador que podían encontrar para su fragancia.

“Si fabricar un rayo tridimensional es complejo, fabricar un perfume con la forma del rayo es de locos. El sistema de presión interno no fue fácil de integrar en la botella, pero mereció la pena”, recordaba el mánager general de la compañía, Javier Roces. Un auténtico reto a nivel estético que la firma ha vuelto a desafiar, lanzando Bad Boy en una nueva versión de 150 ml (que se suma a las versiones de 50ml y 100ml) para alargar la experiencia olfativa y convertirlo en un objeto de deseo todavía mayor.

La dualidad también se libra en su interior. La vitalidad y luminosidad de la salvia, la bergamota verde y la pimienta se entrelazan con notas más oscuras y sensuales como el cacao, la madera de ámbar y el haba tonka. Los perfumistas Louis Turner y Quentin Bisch probaron 2.000 referencias hasta obtener este atrevido perfume de cuerpo oriental que actualiza la perfumería masculina con la misma efectividad que el mito del eterno rebelde. Porque las referencias en el campo también se han sofisticado, abriéndose a ingredientes y partículas que nada tienen que ver con las limitadas combinaciones de antaño.

Haciendo honor al lema del perfume, “It’s so good to be bad” (es tan bueno ser malo), el dúo creativo actualizó la familia olfativa de los Fougères con notas inesperadas y modernas. Por ejemplo, el Haba Tonka, que se ha tostado para añadirle un carácter amargo y oscuro; o la salvia, cuya profundidad olfativa le añade a la fórmula un toque sorprendente. El resultado ya lo conocemos todos: Bad Boy. Un perfume con el que vestir al hombre moderno y deleitarse a través de todos los sentidos.


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