¿Cómo se estudia un grado en línea?

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Un alumno de un máster de música en línea se dispone a presentar por videoconferencia la pieza musical que ha compuesto como trabajo final. Previamente ha enviado la partitura al director de una orquesta que puede estar a miles de kilómetros, por ejemplo, en Alemania. Este, que también es profesor, la interpretará durante la conexión junto a la orquesta que lo acompaña y solo se detendrá cada vez que detecte un error para explicárselo al examinado.

Este método que se utiliza para la evaluación de los estudiantes del Máster en Composición Musical con Nuevas Tecnologías de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) abre un universo de alternativas. Hoy, las universidades en Internet se esfuerzan en sacar el máximo partido a las posibilidades multimedia de la enseñanza online, buscan fórmulas creativas para evaluar a los estudiantes y también para que puedan hacer prácticas sin pisar un aula.

El mercado del e-learning en todas sus formas superó los 172.000 millones de euros en 2019 en el mundo y se prevé que crezca un 8% entre 2020 y 2026. Las universidades también participan de este auge. En España existen más de seis centros superiores y otras tantas escuelas de negocio que solo imparten grados, másteres y títulos propios por Internet. Esto significa que todo su programa se desarrolla en línea, excepto los exámenes, siempre que pertenezcan a titulaciones oficiales, y algunas prácticas, que se llevan a cabo presencialmente.

“El online es un formato con muchas ventajas. La más importante es la flexibilidad”, argumenta Alejandro Lago, profesor y director académico de la Learning Innovation Unit de IESE Business School, la división dentro de la escuela de negocios que se encarga de diseñar y experimentar con nuevas metodologías docentes.

El perfil del estudiante de este tipo de cursos es principalmente el de un profesional en activo de más de 35 años que no dispone de tiempo para acudir a clases presenciales. “Se trata de personas que están en un momento profesional en el que sienten que deben crecer o cambiar radicalmente su carrera”, argumenta Rubén González, vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado de UNIR, universidad en Internet con más de 50.000 alumnos.

Las personas más mayores que desean seguir ampliando conocimientos también buscan este tipo de estudios y, este año, se han sumado jóvenes de 18 a 21 años que entran por primera vez en la universidad. “Ante la incertidumbre, muchos estudiantes para los que antes no éramos objeto de su aspiración, porque preferían la universidad presencial, se están matriculando en línea mientras dure la pandemia. Nuestro reto, a partir de este momento, es conseguir una experiencia de aprendizaje excelente para que después también se queden. En el grado de Piscología, por ejemplo, este curso tenemos a 108 de esa edad”, reconoce González.

¿En qué consiste la educación en línea?

Esta modalidad educativa, destaca Alejandro Lago de IESE, es capaz de romper las limitaciones del tiempo y el espacio. “Internet permite al profesor combinar las metodologías sincrónicas, como una clase en directo con todos los alumnos, con asincrónicas, es decir, que se desarrollan en momentos diferentes, como los vídeos, las presentaciones o los ejercicios de aplicación de los conocimientos”, especifica el experto.

De esta manera, los alumnos pueden llegar a las clases sincrónicas con los contenidos aprendidos. Es lo que se conoce como flipped classroom o clase invertida, un método que reserva el tiempo en el aula para el diálogo y las actividades grupales. “Ya no basta con poner a un profesor a hablar frente a una cámara. La educación superior en línea exige una metodología didáctica específica”, subraya Elena Martínez Carro, decana de la Facultad de Educación de UNIR.

¿Cuál es el proceso de aprendizaje en Internet?

Alejandro Lago ejemplifica ese camino del aprendizaje online con el desarrollo de una clase tipo en su escuela de negocios, que puede extrapolarse a las dinámicas universitarias. Propone que los contenidos teóricos se presenten en varios vídeos que incluyan un test al final para comprobar que los estudiantes comprenden lo que están viendo. Después, mediante contenido multimedia, como una presentación, se explica un caso real. A continuación, se convoca a los alumnos a una videoconferencia, donde discuten cara a cara. Una vez terminada la sesión, se habilita una entrada en el foro donde los participantes resuelvan dudas o pongan nuevos ejemplos. Finalmente, se les pide un ejercicio de aplicación de conocimientos que es tutorizado y corregido.

Todo este proceso, que dura varios días, se desarrolla en el campus virtual, un espacio en Internet donde tanto el profesor como el alumno cuentan con las herramientas para desarrollar su actividad. Desde allí realizan todo el recorrido anterior y pueden consultar la biblioteca digitalizada, efectuar cualquier trámite burocrático, acceder a las lecciones e, incluso, hacer exámenes. “Se ha convertido en la puerta a absolutamente todo lo relacionado con la universidad”, explica González.

¿Cómo evaluar la enseñanza a distancia?

Los centros de enseñanza online se encuentran ante el reto de encontrar con fórmulas que permitan a sus estudiantes examinarse sin tener que acudir a un aula. Actualmente, de acuerdo con la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), los exámenes deben ser presenciales para garantizar que se cumplen las mismas normas que en la enseñanza presencial, igual que con la defensa de trabajos de fin de grado, de máster o de doctorado.

La crisis sanitaria ha obligado a trasladarlos temporalmente a la Red, por lo que el Ministerio de Universidades ha elaborado un documento con recomendaciones sobre el tipo de control para evitar el fraude. Entre ellas está el uso de la webcam y las técnicas de proctoring, un término anglosajón que recoge el sistema para monitorizar y vigilar la realización de pruebas de evaluación a través de recursos telemáticos. Mediante esta tecnología se puede controlar si el examinado se está moviendo, si habla por teléfono, se puede acceder a su pantalla e, incluso, verificar con datos biométricos si alguien está haciendo el examen en su lugar.

“Desde marzo hemos ido integrando herramientas de examinación, como el proctoring, en la Escuela Superior de Ingeniería y Tecnología y hemos querido transmitir a los alumnos que así la universidad garantiza que obtienen el título porque realmente adquieren competencias y no porque hayan tenido facilidades para aprobar en un momento tan complicado como el actual”, comenta González.

Existen proyectos europeos en marcha centrados en esta tecnología, pero se encuentran con la barrera de la financiación y de la privacidad. “Se necesita un consentimiento informado por parte del alumno porque estás accediendo a mucha información biométrica”, añade.

Otra forma de hacer prácticas

Las universidades se afanan en dar con fórmulas para trasladar al mundo virtual las actividades en las que los estudiantes puedan aplicar los conocimientos aprendidos. Alejandro Lago propone mirar a otros ámbitos en los que, pese a no haber contacto físico, los participantes interactúan y crean situaciones positivas y enriquecedoras en entornos digitales, para encontrar respuestas. “Los videojuegos son un gran ejemplo y las plataformas de gaming como Twitch, un espacio de juegos en directo, han conseguido grandes experiencias en línea”, argumenta Lago.

La gamificación y el 3D pueden aplicarse a tantos ámbitos del conocimiento que cada vez más universidades incorporan los laboratorios virtuales. En ellos los estudiantes realizan tareas similares a las que harían en uno real, como aprender procedimientos y protocolos o realizar experimentos complejos en entornos seguros.

UNIR pondrá en marcha próximamente el primer grado de Física 100% online. “Hoy esta disciplina se trabaja con el apoyo de las matemáticas y la computación”, apunta González. Para las prácticas que no pueden llevarse a un entorno virtual, la universidad pondrá a disposición de los alumnos laboratorios remotos. “Se trata de centros reales con técnicos reales que llevarán a cabo las manipulaciones que el estudiante pida a distancia en tiempo real”, añade.

Esto rompe fronteras y permite estudiar un grado o un posgrado en una universidad española a un alumno de cualquier parte del mundo. Algo que toma especial relevancia en América Latina. Allí, UNIR cuenta con 28.000 alumnos, más de la mitad de sus matriculados. A diferencia de los estudios presenciales, para obtener cualquier título a distancia no es necesario un visado. “Así, en el máster en Interpretación y Composición puedes tener un director muy famoso en Alemania y otro en Ecuador y, al final, el estudiante obtiene una experiencia de aprendizaje muy plural, ya que no importan la distancia ni los tiempos”, relata González.

En su opinión, ya está cambiando la idea general que se tiene de la universidad en línea. “Va mejorando su posicionamiento en la sociedad porque los egresados de estos centros demuestran que realmente han adquirido el conjunto de competencias y son perfectamente válidos para la vida profesional”, concluye Rubén González.


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