Concierto para flauta y fisioterapeuta



Lo mismo que detrás de un Trofeo Pichichi o un maillot de lunares de rey de la montaña hay siempre una corte de médicos y fisioterapeutas, detrás de un buen músico es posible que haya una historia de dolor, electrodos, estudios de biomecánica y mucha gimnasia. Para algunos, como la coruñesa Inés Picado, no habría “otra forma de resistir” las infinitas horas de ensayos y conciertos. La violista fue niña prodigio, encadenó becas por el mundo y ahora que tiene 30 años recorre el planeta dando conciertos sin perder jamás el contacto con su readaptadora física, Alba Cons, y la clínica Optimme de A Coruña. Allí han logrado moldear su postura a pesar de la escoliosis con la que un día se presentó.
Picado vive en Estados Unidos y el mes pasado visitó con su grupo, Vera Quartet, Hong Kong, Carolina del Norte, Japón y varios lugares de Europa. Pero a diario, esté donde esté, realiza la gimnasia que establecieron para ella en la consulta coruñesa para fortalecer los hombros. Con solo 18 años, la artista fue contratada por la Orquesta Sinfónica de Galicia como viola solista para cuatro conciertos del Festival Mozart. En 2010 fue premiada como alumna más sobresaliente en la cátedra de viola de la Escuela Superior Reina Sofía. Estudió en Suiza becada por la Fundación Barrié, luego en Estados Unidos con el Programa Fullbright y La Caixa. Ahora tiene el respaldo de la Universidad de Indiana. “Se la quedaron allí, porque son listos y saben ver el talento”, presume su readaptadora. Pero hasta que llegó a Estados Unidos nadie le hizo ver la cruda realidad que cargaba a sus espaldas.
Fue su propio profesor de viola en norteamérica el que detectó su problema, y el que supo que el futuro de la intérprete corría un serio riesgo de truncarse si no se atajaba la descompensación que sufría el cuerpo de la chica cuando tocaba. Otro tanto le sucedió a María García, flautista de 17 años, cuando hace unos meses tuvo su primera clase particular con un prestigioso maestro en Alemania. Mientras afronta el último trimestre de bachillerato antes de la selectividad, la joven promesa corre su propia carrera contra reloj para corregir el problema postural que le apreció el gurú de la flauta a primera vista, en una simple lección. María quiere dedicar su vida a tocar la travesera y se prepara para las pruebas de acceso a varios conservatorios profesionales y universidades especializadas en música de Europa. Pero no le basta con ensayar delante del atril a diario, como tampoco le llegaba a Inés Picado con tocar una media de siete horas por jornada.

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La flautista llevaba tocando desde cría y aquí nunca nadie le había llamado la atención sobre el hecho de que cuando lo hacía sentada el sonido era más perfecto. “El sonido y el ritmo”, puntualiza la muchacha durante una sesión de trabajo en el laboratorio de biomecánica de la clínica de A Coruña, donde también ella ha acabado recalando en busca de soluciones.
Dentro de una sala diáfana equipada con 18 cámaras infrarrojas acechando en todos los ángulos, los especialistas colocan electrodos y otros dispositivos sensibles sobre la piel de la intérprete. Ella va a la consulta con su flauta bajo el brazo. Y toca una pieza, y otra, y otra. Mientras tanto, un programa informático va registrando las tensiones de sus músculos, reproduciendo sus vaivenes y alteraciones en dos monitores.
Lo que se creía que era una simple cuestión de plantillas a causa de unos “pies laxos con pronación” se magnifica con la postura que adapta para tocar la travesera y le provoca una contractura lumbar. Fue la propia ortopeda que le preparaba las plantillas, Susana Díaz, de la ortopedia Ortoteco, quien le aconsejó acudir al laboratorio de biomecánica para conocer hasta dónde alcanzaba aquel “pequeño problema” que nacía en los pies. “Ella no siente dolor alguno”, comenta Alba Cons, “y en cambio en el estudio ha salido q tiene una importante contractura”, mucho más acentuada en el lado de la espalda contrario al pie en el que tiende a cargar su peso. “Estos eran defectos invisibles” para todos “hasta que el profesor alemán vio que algo no iba del todo bien y que sería una fuente de futuros problemas” en su carrera profesional.
“Todo eso salta a la vista en el estudio biomecánico”, explica Cons. El programa informático se va adaptando a cada músico con su particular instrumento y “saca un avatar”, un muñeco virtual en movimiento que esquematiza todas las cargas que experimenta el cuerpo real. La avalancha de datos pasa luego por las manos de un grupo formado por una médica especialista en rehabilitación, Ana Antelo, fisioterapeutas, readaptadores, ingenieros, informáticos y el jefe del equipo, el doctor en biomecánica José Luis Parreño. Por el laboratorio en el que hoy suena la flauta también pasan víctimas de accidentes de tráfico que necesitan evaluar sus lesiones o triatletas que buscan batir sus propias marcas.
“Deportistas de élite de la música”
“Inés y María son deportistas de élite de la música”, define la readaptadora a estas dos intérpretes dispuestas a combatir las malas pasadas que les juega la anatomía en el camino a la excelencia. “Llegaron aquí muy jóvenes, casi niñas, pero son brillantes, metódicas, sacrificadas”, describe, y “se toman muy en serio los ejercicios” ideados para fortalecer “los músculos imprescindibles”, esos que cada una de ellas más castiga con su particular instrumento. “Solo así se puede resistir” una vida de estudio, viajes y conciertos como la de Inés”, advierte esta profesional. “La viola descompensa enormemente los hombros” y es preciso “desdibujar la rotación que este instrumento imprime al cuerpo”, a los omóplatos, al tórax, a la cadera, explica Cons.
“Estas cosas pueden condicionar el porvenir de un músico”, defiende Picado. Para algunos intérpretes son cuestiones “indispensables”, afirma. “Cuántos habrán quedado por el camino porque nadie les advirtió ni corrigió los problemas posturales”, comenta su readaptadora. No son deportistas, ni tampoco músicos que “llenen estadios”, así que “no tienen la misma atención y tampoco los mismos medios”.
“La biomecánica ya empieza a sonar, pero solo por sus beneficios para deportistas de alto rendimiento, como los ciclistas”, a los que sí “se han visto fotos con los electrodos puestos”. “Pero no es tan normal ver esa aplicación a la música”, lamenta la especialista, con la que contactó directamente el profesor americano de la violista para que la tratase en A Coruña. Ella tuvo la “suerte de caer en manos de un visionario”, celebra Cons. “Su otra opción hubiera sido darse cuenta cuando ya hubiese dolor y estuviera de veras perjudicada” para seguir tocando.


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