Un día, el pequeño Bruss Brussco le dijo a su madre. “Yo voy a jugar toda mi vida”. Hoy, unos cuantos años después, puede decirse que cumplió: vive de desarrollar juegos de mesa. A sus 47 años, este músico criado en el barrio de Núñez se des-taca en la escena de los juegos de mesa por ser el autor detrás del Kinmo, uno de los nuevos clásicos modernos, y está por lanzar DerrocAr, un juego de estrategia profundo basado en la crisis de los cinco presidentes del 2001.
Sin embargo, no siempre estuvo vinculado profesionalmente a este mundo lúdico, aunque siempre estuvo cerca del universo del entretenimiento. En la década del 80, se relacionó con los videojuegos y, para los años 90, se envició con Magic: The Gathering. Y de adolescente, llegó al truco y al ajedrez, dos juegos indestructibles.
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Entretanto, en la posadolescencia se alejó de su costado jugón y optó por dedicarle todo su tiempo a la música. Pero llegó el 2005 y con él, un regalo que le movió la estantería: un juego de miniaturas de Star Wars. “Yo siempre tuve ADN de Star Wars y me volví loco”. En efecto: quiso comprar todo lo referente a ese juego pero, para aquel entonces, nadie importaba sus chiches. Hasta que dio con El Ogro Alegre, una tienda de juegos de mesa y misceláneos que en ese momento hacía importaciones.
DerrocAr, el nuevo juego de Bruss Brussco.
Y ahí volvió el “viejo Bruss”: compró miniaturas de Star Wars, se le chifló el moño con todos los pro-ductos de Star Trek, se convirtió en su principal cliente y se metió de lleno en el cosmos de los juegos de mesa. Tanto es así que fue metiéndose en el mundillo cada vez más hasta que, en 2014, se le dio por crear su propio sello (Pasacronos) y, por sugerencia de su compañera de vida, también se animó a diseñar sus propios juegos de mesa.
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El replanteo fue total: los ahorros que tenía destinados para comprar un contrabajo (unos u$s 5000) terminaron alimentando la producción y desarrollo de su propio juego. “Quería hacer un juego introductorio familiar, uno que vincule a los jugones con los no jugones”, desliza. Así, inspirado en el envión que le dio al mercado el (hoy clásico) Catán y, sujeto a la lógica de los modernos juegos de autor, nació Kinmo, su primer juego de mesa. Piró con proveedores, gráficas y diseños. Piró, sí, pero también aprendió. Y mucho. Mucho, mucho. “El nicho ya me conocía”, avisa. ¿Funcó rápido? Al to-que. El 17 de octubre de 2015, para el Encuentro Nacional de Juegos de Mesa, Bruss lanzó el Kinmo y, en apenas un año, agotó la primera tirada de 1.000 ejemplares. Cada uno costaba alrededor de $ 350.
El éxito del Kinmo, hasta ese entonces un juego independiente, lo llevó a participar del evento Geek Out Fest de 2016 donde se llevó el premio al “Mejor juego” superando a pesos pesados de la industria. Con la espalda ancha, recibió felicitaciones, llamados y ofertas: de esta manera llegó a Ruibal, una de las casas de juegos de mesa históricas de la región. Salieron con una tirada de 5.000 ejemplares y, meses después, también se agotó. Y gracias a internet, un Kinmo cayó en manos de los suecos de Ion Game, a quienes, en 2019, les ofreció algo distinto: un juego de rosca política, con cierta complejidad y toda la excentricidad doméstica (¡cinco presidentes en una semana!). “Les encantó”, recuerda.
“Ganás consiguiendo apoyo del FMI, del campo, de la prensa, de las compañías europeas y de la CGT. Pero cada apoyo tiene un conflicto. Hay piquetes, cacerolazos, saqueos. De acuerdo a las medidas que tomás, tenés que resolver problemas. Si quedás afuera, viene el helicóptero”, cuenta el entrevistado.
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