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La agenda del martes 9 de agosto del director ejecutivo de Intel, Pat Gelsinger, indicaba que debía estar en Costa Rica al frente de la inauguración protocolaria de la única planta de ensamble y prueba de semiconductores o chips que la compañía líder mundial posee en Occidente. La fábrica reactivada en 2020, sin embargo, se presentó en sociedad sin la participación del máximo ejecutivo, que tuvo un llamado más importante: la firma en Washington de la ley que la Administración de Joe Biden lanzó para inyectar 52.000 millones de dólares al desarrollo de esa industria en Estados Unidos.
La coincidencia de agendas no fue del todo una casualidad. La compañía estadounidense lleva sus últimos años tratando de balancear el peso de sus operaciones en Asia y el Gobierno de Biden promueve la producción local de semiconductores como un producto clave para la economía y la seguridad de Estados Unidos en el contexto de las tensiones con China, en un pulso de gigantes que coloca en posición de ganancia a la pequeña economía costarricense, ubicada a solo tres horas en avión desde Miami.
Los astros se han alineado para Costa Rica. Después de que en 2015 Intel trasladó a Asia las operaciones de manufactura que llegaron a pesar un 20% en las exportaciones costarricenses, en 2020 la planta se reactivó con una inversión anunciada de $350 millones que acabó triplicándose hasta $1.000 millones, con un crecimiento de 60% de la planilla (casi 4.000 trabajadores en 2022) y la proyección de capacidades para lo que venga, advierte en una entrevista Timothy Scott, gerente de Relaciones con Gobierno de Intel Costa Rica.
Lo que viene parece igualmente ventajoso para la economía del país donde Intel se instaló en 1997. “Aunque (la ley firmada por Biden) está enfocada directamente en Estados Unidos, por la cercanía geográfica y por las capacidades ya desarrolladas podría generarse una onda expansiva”, explica Scott, que evita referirse a las dinámicas geopolíticas y a la vez reconoce el valor de la cercanía de Estados Unidos con Costa Rica, donde se asientan también centros de investigación y de servicios globales.
Las tareas de manufactura con ensamble y prueba de los semiconductores en Costa Rica corresponden en la cadena de producción a una etapa posterior a la fabricación de obleas de silicio que desarrolla Intel en Ohio y que podría aumentar con nuevas inversiones anunciadas en meses recientes en otros estados de la Unión, antes de la llamada ‘Ley Chips’.
“Si se aumenta la capacidad de producir obleas, uno entendería que debe aumentar la capacidad de ensamble también y para eso el punto más cercano es Costa Rica”, agregó el gerente, que se reservó “por seguridad” la proporción que representa el país en la producción total de Intel, dueña de al menos 12% del mercado mundial de semiconductores. Las otras plantas fabricantes de la compañía están en Malasia, Vietnam y la ciudad de Chengdu, al suroeste de China, pero las restricciones por la pandemia y los trastornos en la logística global han dado motivos para priorizar las distancias cortas.
Ahí es donde Costa Rica levanta la mano, como apuntaron en una reunión en septiembre el presidente Rodrigo Chaves y el subsecretario de Estado Adjunto para Crecimiento Económico, Energía y Medio Ambiente, José Fernández, en San José. “Hemos hablado de cómo Costa Rica pudiera beneficiarse con la legislación Chips”, declaró a la prensa el emisario estadounidense sin dar más detalles ni comentarios sobre las lides geopolíticas entre su Gobierno y China.
Ahora se sabe que la batalla por los diminutos cerebros de silicio no cesa. Washington anunció el viernes la prohibición para que empresas de su país suministren a clientes chinos ciertas categorías de semiconductores fabricados con tecnología estadounidense, una medida que supone un duro golpe a la industria de China y su producción de armamento y supercomputadoras. Es el paso más reciente de la pelea de los colosos, acelerada el 2 de agosto por la visita sorpresiva de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, a Taiwán, principal productor mundial de semiconductores, un viaje considerado por China como una provocación en su patio.
Costa Rica mira cada movimiento con cautela, pero también con optimismo, reconoce el ministro de Ciencia y Tecnología, Carlos Enrique Alvarado. Igual en el Ministerio de Comercio Exterior, cuyas cifras indican que en 2021 los circuitos integrados generaron $518 millones por producto exportado, uno de cada $20 del valor del total de las exportaciones. Los datos de los chips aún se reportan menores que en la década 2005-2015, pero muestran una recuperación veloz en momentos de vientos favorables para sus efectos, de la mano con el dinamismo de otros sectores como dispositivos médicos, que es puntero en las ventas costarricenses al exterior y parte del “ecosistema” local de tecnología del cual Intel fue precursor.
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