“Creo en una ganadería con una relación de confianza entre animales y humanos”


Martina Marcet (La Nou de Berguedá, 36 años), es ganadera ecológica y es una de las caras visibles del movimiento feminista rural. Pertenece a Ramaderes de Catalunya, un grupo de unas 60 ganaderas feministas catalanas. Es socióloga, cursó un master en filosofía contemporánea y, tras formarse, decidió dejar la ciudad y volver al pueblo en el que nació. Sigue formándose: compagina el cuidado de su hija de 4 años (está separada), sus 3.000 pollos y unas 20 vacas con la realización de un curso de literatura comparada. Defiende la ganadería extensiva “que cuida el medio ambiente”. Y se siente satisfecha con su trabajo porque “tiene sentido”, afirma. “Me dedico a una actividad esencial. Veo los efectos del cambio climático. Mi trabajo me ayuda a ser consciente de nuestras vulnerabilidades”. La ofensiva de Rusia contra Ucrania está afectando al precio del grano que necesita y teme las consecuencias para todo su sector. Ella ya las sufre.

P. La ofensiva contra Ucrania, ¿qué efectos está teniendo en el campo?

R. Estamos en una situación límite por la crisis de combustibles fósiles. La ofensiva de Rusia sobre Ucrania está disparando el precio del grano. En un año ha aumentado un 25% y se espera una subida de hasta un 60%. Me preocupa además la sequía, que si sigue lo va a poner todo imposible. Estamos al borde del colapso. No sé cuántos productores vamos a poder seguir.

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P. ¿Cuántos animales tiene? ¿Ha subido el precio de la carne que vende?

R. Un rebaño pequeño de vaca bruna de los pirineos, 13 hembras y un toro reproductor, y unos ocho terneros que vendo cada año. Y unos 3.000 pollos ecológicos, de los que vendo unos 650 al mes. El precio de los terneros lo he tenido que subir un 15% en un año, y el pollo pronto un 30%.

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P. ¿Cómo es la ganadería que usted defiende?

R. Una en la que se establece una relación de confianza entre humanos y animales. Si no, no podríamos trabajar con ellos, nos temerían. Ahora tengo tres terneros macho, el más pequeño pesa 600 kilos. Lo puedo mover con relativa tranquilidad, me conocen, me lamen, puedo pasar entre mis vacas y sé que no me va a pasar nada.

P. Sus animales, ¿tienen nombre?

R. Las vacas sí. Hilda, Llista (lista), Rinxuls (rizos), Serrells (Flequillos).

P. Usted firma el prólogo de Vivir con los animales. Contra la ganadería industrial y la “liberación animal” (Ediciones El Salmón, 2021), un libro de Jocelyne Porcher, una investigadora francesa que critica las macrogranjas y a los animalistas. Aboga por eliminar el capitalismo.

R. El capitalismo es un sistema altamente adaptativo, que genera enormes desigualdades, que nos ha llevado hasta los límites físicos del planeta. No podemos producir más energía para mantenernos y esto nos está llevando a guerras imperialista como la que estamos viviendo. No nos queda otra que pensar en alternativas.

P. Supongo que verá mil fallos en nuestro sistema de alimentación.

R. El capitalismo es la antítesis de la soberanía alimentaria y del derecho a la alimentación. En Cataluña nos hemos especializado en criar cerdos que se alimentan con monocultivos de la otra parte del mundo que luego vendemos a China. Esto no garantiza el derecho a una alimentación adecuada.

P. ¿Cuál es su postura frente al animalismo?

R. Los animalistas y los antiespecistas (las personas que creen que tenemos que dejar de someter a otras especies) elevan un discurso de maltrato que está muy alejado de una realidad en la que los humanos tenemos que alimentarnos. No podemos tener una alimentación equilibrada sin ganadería, que además aporta los fertilizantes que necesita la tierra. Otra cosa es que tengamos que encontrar formas que minimicen el sufrimiento animal.

P. Cómo le suena semanas más tarde la frase de Sánchez de ‘donde me pongan un chuletón al punto…’

R. Con ese discurso lo que hace es reforzar posiciones de la extrema derecha en las zonas rurales. La solución pasa por una transición acompañada a los campesinos hacia producciones más sostenibles.

P. Forma parte de un grupo de ganaderas feminista. ¿En qué consiste?

R. En Ramaderes de Cataluña estamos unas 60 mujeres, todas nos dedicamos a la ganadería extensiva. Es un grupo de soporte en un sector altamente masculinizado, en él nos sentimos cómodas para poder expresar nuestras dudas sin sentirnos juzgadas.

P. ¿Cómo diría que avanza el feminismo en la España vaciada?

R. Depende de las zonas. Hay desigualdad de la misma forma en que hay desigualdad en otras zonas, pero las mujeres en el mundo rural se cargan de todas las curas y hay menos servicios, por tanto tenemos muchas más dificultades.

P. ¿Qué entiende por ganadería feminista?

R. Es una ganadería que pone en el centro la cuestión de las curas, que no quiere llenar a los animales de antibióticos, que no interviene demasiado en la cuestión reproductiva, que intenta que pasten mucho, que tengan una vida de calidad…

P. Escribe, “la muerte de nuestros animales nos interpela”. ¿De qué forma?

R. Cuando llevas al matadero a animales que has criado, no te es indiferente, sufres. Nos importa que los traten bien. Sabemos que van a ser sacrificados, y tenemos interiorizado que nuestros animales van a dar alimento a personas. Vida y muerte están enlazados en cualquiera actividad agraria. Si pudiéramos tener mataderos móviles sería todo mucho más respetuoso.

P. Si su mirada se pusiera en marcha, ¿habría carne para todos?

R. Habría menos carne. Y comeríamos mucho menos pollo y cerdo y más cabrito y cordero, que se alimentan más de pasto.

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