Crisis en la industria textil: un 2021 con la moda de hace un año

Trabajadoras de la empresa Fakhruddin Textile Mills en Gazipur, Bangladesh.
Trabajadoras de la empresa Fakhruddin Textile Mills en Gazipur, Bangladesh.MOHAMMAD PONIR HOSSAIN / REUTERS

El año 2020 desnudó a la industria textil en todo el mundo. Los confinamientos primero y las restricciones comerciales y de ocio después, así como el teletrabajo y las malas perspectivas económicas, dejaron al mínimo las ganas de estrenar ropa y las ocasiones para hacerlo. El resultado es que medio mundo se pasó buena parte del año en casa en chándal. Se compró mucho por internet, sí, pero ni de lejos lo suficiente como para compensar el desplome, que se llevó globalmente el 30% de las ventas y el 90% del beneficio de las empresas del sector, según un cálculo de la consultora McKinsey. La llegada de las vacunas a finales de año devolvió la esperanza al sector, pero su lento desarrollo puede alargar la agonía, al menos hasta el verano. Incertidumbre es la palabra más repetida entre los directivos y expertos consultados sobre la marcha del negocio en 2021, cuando todavía no se logrará recuperar el terreno perdido. El negocio además, experimentará cambios: producción más cercana, suministros más flexibles, colecciones más cortas, más básicas y duraderas, probablemente menos sujetas a las temporadas y más a la sostenibilidad.

La llegada de la pandemia hace un año reventó la industria textil en todos sus extremos. El cierre obligado del comercio secó la fuente de ingresos y llevó a muchas grandes marcas europeas y americanas a proteger su liquidez cancelando o retrasando pedidos, incluso algunos ya en marcha, o aplazando pagos. “En el momento en que se cerró Europa, extendimos los pagos 30 días a todos los proveedores. Tuvo mucho efecto en ellos, pero era una cuestión de supervivencia. Hasta agosto, más o menos, tensionamos bastante la cadena”, admite un directivo de un grupo español que pide anonimato.

La sacudida llegó ampliada al otro lado de la cadena, el de los fabricantes, muchos concentrados en Asia: una encuesta del Workers Rights Consortium, una organización que vela por los derechos de los trabajadores en todo el mundo, mostró en 2020 que un 38% de los empleados de las fábricas textiles (en una muestra en nueve países) había perdido su empleo y denunciaba incluso “hambre generalizada” entre estos trabajadores y sus familias.

Menor caída en China

Si bien el primer impacto se fue mitigando y las prácticas fueron poco a poco volviendo a la normalidad, las sucesivas olas de contagio añadieron nuevas restricciones comerciales y de movimientos. Al cierre del año, a nivel global, el textil perdió entre un 20% y un 25% de sus ventas, más en Europa (25%-30%) y EE UU (20%-25%) que en China (5%-10%), según datos de McKinsey. En España la caída fue del 39,8%, según la patronal del comercio textil Acotex. El comienzo del año no ha sido esperanzador, con la tercera ola comiéndose las rebajas. En el mejor escenario previsto por la consultora, las ventas caerán otro 5% en 2021 respecto a 2019, hasta un 15% si las cosas no van tan bien. Recuperar las cifras de 2019 no será posible hasta finales de 2022 ó 2023, según escenarios. La incertidumbre sobre la evolución sanitaria y económica y la cantidad de stock acumulado condicionan las perspectivas.

Así, las empresas inician el año con “un 25% de su inventario sin vender cuyo valor económico está entre 140.000 y 160.000 millones de euros a nivel mundial”, señala Antonio Gonzalo, socio de McKinsey, incluso después de un año con una actividad promocional “muy superior a la de años anteriores”. Entre los grandes actores españoles, Inditex pudo reducir su inventario en 2020 un 11%, “por su modelo flexible” (producciones cortas, frecuentes y en su mayoría producidas en proximidad), pero otros distribuidores admiten que se ha incrementado. “En manejo de stock, ha sido el año más difícil de la historia”, admite un directivo de la cadena de suministro de un grupo español. Las soluciones para la mercancía sin vender van desde la inclusión en las nuevas temporadas, la venta a descuento en outlets o en otros países y hasta el reciclado.

Sea como sea, las existencias marcan las nuevas compras. “Una primera palanca para regular este exceso ha sido frenar la compra de nueva mercancía”, hasta un 25% en la temporada otoño-invierno, según Gonzalo, de McKinsey. Todas las enseñas consultadas (Inditex, Mango, H&M o Tendam, la antigua Cortefiel) y expertos consultados lo confirman: la prudencia marcará el año en las compras y ya se está notando de cara a la colección de primavera-verano. “Vamos con optimismo, pero con cautela en los pedidos. Todos tenemos tiendas con cierres o restricciones de aforos, las hay en Europa y el resto del mundo y eso supone una contención en la demanda”, describe Ignacio Sierra, director general corporativo de Tendam. “Hasta alcanzar la inmunidad colectiva, los planes de contingencia seguirán siendo mantener en punto muerto las empresas, bajar los gastos de estructura e intentar pasar los gastos fijos a variables”, explica Ángel Asensio, presidente de la Federación española de Empresas de la Confección, que calcula la reducción de pedidos en una horquilla entre el 20% y el 40%.

EE UU, a otro ritmo

“Particularmente, las marcas europeas están reduciendo sus compras para primavera-verano”, afirma por correo electrónico Dunja Hoejenbos, directora de comunicación de la Federación Internacional Textil (IAF, por sus siglas en inglés). Explica que las existencias acumuladas tras los confinamientos y restricciones de 2020 que aún puedan venderse en 2021 “reducen la demanda”, además de que la caída de ventas reduce la capacidad de invertir en nuevas colecciones para 2021. Miran Ali, director general en la Asociación de Fabricantes y Exportadores Textiles de Bangladesh (BGMEA, en sus siglas en inglés, que agrupa a unas 4.500 fábricas) matiza que las marcas estadounidenses están alterando menos su ritmo de pedidos, por sus restricciones más laxas. BGMEA calcula que en enero los pedidos están entre un 0,8% (EE UU) y un 6,4% (Europa) por debajo de lo habitual. “El periodo hasta Semana Santa será clave para ver cómo van los pedidos de cara a la temporada de otoño-invierno. Todo depende de la vacuna”, afirma por teléfono desde Dhaka.

No solo es el tamaño. Los vaivenes de la pandemia han enseñado que la agilidad y la flexibilidad son valores en alza en el mundo de la moda para no sobrecargar el inventario y tener luego que deshacerse de las prendas a base de descuentos. “Los plazos de entrega más cortos y de menor cantidad reducen el riesgo para el comprador”, explica Hoejenbos. En esa apuesta, cuanto más cerca estén las fábricas, mejor.


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