Croacia celebra unas inciertas legislativas marcadas por el golpe al turismo de la pandemia



La presidencia de Croacia cambia de color. Con más del 99% de los votos escrutados, el ex primer ministro socialdemócrata Zoran Milanovic se ha impuesto, con un 52,7% de apoyos, a la actual jefa de Estado, la conservadora Kolinda Grabar-Kitarovic (47,3%), en la segunda ronda de las elecciones presidenciales celebrada este domingo. Ambos habían llegado muy igualados a la jornada decisiva, que ha transcurrido sin incidentes, tras una primera vuelta, el pasado día 22, en la que Milanovic logró el 29,5% de los votos y Grabar-Kitarovic, el 26,5%.
Grabar-Kitarovic no ha logrado movilizar al 24,4% de croatas que optó en la primera vuelta por Miroslav Skoro, un ultranacionalista cantante folk que anunció que este domingo emitiría un voto nulo. Por ideología, el destino natural era la actual presidenta, pero Grabar-Kitarovic cometió varios errores en campaña, el número de indecisos era alto y parte del voto a Skoro era de protesta. 

La gran baza del socialdemócrata (la oportunidad de aglutinar el voto de centro y de izquierda temeroso de una candidata cada vez más a la derecha) parece haber pesado más que su falta de carisma. En este contexto, el europeísta Milanovic, que se define como la “única opción normal” y asegura que tiene “el corazón a la izquierda y la cabeza a la derecha”, jugó la baza de la moderación. “Un presidente con carácter”, fue su lema electoral para contrarrestar su extendida imagen de esnob urbanita que brilló cuando estudiaba Derecho en la universidad pero gestionó mal como primer ministro (2011-2016) el impacto de la crisis del euro. “Su temperamento, junto a que a veces puede ser bastante condescendiente, ha afectado en ocasiones a su atractivo electoral”, apunta por correo electrónico Robin-Ivan Capar, analista en el think tank European Council on Foreign Relations.
La presidenta se había esforzado en campaña por apelar a la unidad para evitar el regreso de “lo viejo y la recesión”. “Construyamos juntos una Croacia más próspera que mire hacia el futuro y no al pasado”, dijo al votar esta mañana, consciente de que los sondeos apuntaban a una lucha muy reñida.
Grabar-Kitarovic y Milanovic tienen una edad similar (51, ella; 53, él) pero perfiles notablemente distintos. La presidenta suele definirse como una “mujer del pueblo”: es hija de un carnicero (lo recordó en el cara a cara electoral), creció en el rural noroeste del país y ha bromeado con ser una de las pocas personas en su partido, la Unión Democrática Croata (HDZ), que sabe ordeñar una vaca. Una imagen cercana que le sacó del anonimato internacional en el último Mundial de Fútbol, en Rusia en 2018, en el que Croacia quedó subcampeona, y en el que Grabar-Kitarovic destacó por pagarse una plaza de avión en clase económica para desplazarse a un partido, sentarse en las gradas y festejar los goles como cualquier aficionado.
Grabar-Kitarovic era considerada una centrista cuando llegó a la presidencia en 2015, pero cada vez  venía cortejando más a la extrema derecha y mostrando tibieza con el pasado fascista del país. La última polémica, este miércoles, fue el vídeo de apoyo a la candidatura, difundido por su partido en Twitter, de Julienne Busic, estadounidense condenada por participar en el secuestro de un avión en EE UU en 1976 para llamar la atención sobre la causa croata durante la Yugoslavia socialista. Antes de la primera vuelta, publicó —y luego borró— en su cuenta de Instagram una imagen en recuerdo de Slobodan Praljak, el bosniocroata que se suicidó teatralmente dentro del tribunal internacional que le condenaba por crímenes de guerra; prometió llevar pasteles al alcalde de Zagreb —recién imputado por un caso de corrupción— si acaba en prisión; y anunció sueldos de 8.000 euros, diez veces por encima del salario medio, para frenar la sangría migratoria.
La victoria de Milanovic tiene una derivada interna y otra comunitaria. En Croacia, porque las presidenciales sirven de examen para las elecciones legislativas que se celebrarán a final de año y en las que la HDZ aspira a reforzar su mayoría, y los socialdemócratas —que también en las europeas de mayo obtuvieron un resultado mejor del esperado— a regresar al poder. El partido de la presidenta gobierna en coalición con una formación liberal y con el apoyo de varios partidos pequeños y de independientes.
La influencia en la UE reside en que Croacia, el último país en ingresar (en 2013, justo antes de que comenzase la actual paralización de facto de la ampliación comunitaria) ocupa desde el pasado miércoles la presidencia rotatoria de la Unión. El jefe de Estado tiene poderes protocolarios, pero también el peso que otorga ser el rostro del país en el exterior e influencia en asuntos de política exterior, seguridad y defensa.


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