¿Cuándo empieza a ser rentable (laboralmente) estudiar Bachillerato?

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El Ministerio de Educación ha empezado a elaborar el nuevo currículo escolar, el elemento central del sistema educativo, justo por debajo de la nueva ley educativa, que define qué deben aprender los alumnos de cada materia y cómo debe evaluarse. El ministerio ha elaborado un “documento base” sobre cómo debe ser el nuevo currículo, al que ha tenido acceso EL PAÍS, en el que se establecen las grandes líneas de la reforma, que el Gobierno aspira a que sea la mayor en décadas y en cuya concreción quiere que participen las comunidades autónomas y la comunidad educativa.

El objetivo, señala el documento, es diseñar un currículo más corto, menos enciclopédico, más flexible y más centrado en las competencias básicas y los aprendizajes esenciales, con herramientas de evaluación más sencillas, que contribuya a preparar al alumnado para un mundo que cambia muy rápido y en el que las personas deben seguir formándose a lo largo de su vida. El tamaño y la rigidez del actual currículo alimentan, según cree el ministerio, “altas tasas de repetición y de abandono educativo temprano” y dificultan “la equidad y la inclusión”, al expulsar del sistema a una parte del alumnado. Uno de cada cuatro estudiantes no consigue obtener el título de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO).

Demasiado exhaustivo

La reforma del currículo correrá en paralelo a la del profesorado (la cual abarcará el “perfil competencial de los docentes, directivos y orientadores”. Se diseñará empezando por definir “el perfil del alumnado al terminar cada etapa; es decir, determinar lo que se considera deseable que se alcance como guía”. Y procurará “innovar y avanzar decididamente”, pero “sin producir rupturas radicales con el modelo anterior” para no “desconcertar a la comunidad educativa, “asumiendo que venimos de una tradición curricular determinada”.

A diferencia de lo que ocurre en otras cuestiones educativas, la gran mayoría de los expertos comparten que el currículo es excesivamente prolijo. Desciende a detallar, por ejemplo, la decena de elementos concretos que un alumno debe demostrar que sabe de cada asignatura al finalizar cada trimestre. Dos de estos elementos, llamados “estándares de aprendizaje de evaluables”, correspondientes al primer ciclo de Geografía e Historia de la ESO, prevén que el alumno pueda situar “en el mapa las principales zonas cerealícolas y las más importantes masas boscosas del mundo” y localizar “las principales zonas productoras de minerales en el mundo”.

Desconfianza hacia los docentes

La elevada concreción hace que incluso en Educación Primaria, el currículo de la etapa supere las 600 páginas en algunas comunidades, haciendo imposible verlo todo a lo largo del curso y generando “aburrimiento de muchos estudiantes y la frustración de muchos docentes”, afirma Francisco Luna, exdirector del Instituto Vasco de Evaluación e Investigación Educativa. Luna —que este martes participó en la primera jornada organizada por el ministerio para que los expertos y miembros de la comunidad educativa debatan sobre la reforma— añade, citando a Andreas Schleicher, director de los exámenes Pisa, que un currículo de tales dimensiones también refleja una falta de confianza en los docentes: “Cuando los Gobiernos sospechan de la calidad de los docentes, les dicen al detalle todo lo que tienen que hacer”.

El documento del ministerio apuesta por centrarse en las competencias básicas y en aquello que se considere que resulta “esencial”. “El concepto de pérdida de curricular, recurrente a lo largo de varias reformas y en varios países no es una mera reducción en la extensión, sino un cambio en la óptica curricular: se sustituye la acumulación enumerativa enciclopedista por la profundización del conocimiento que se elige como esencial. En este sentido, el menos se convierte en más solidez, uso y profundización del conocimiento”, indica el document0.

César Coll, catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Barcelona y padre del currículo de la Logse (la ley educativa que aprobó el PSOE en 1990), que en gran medida ha perdurado hasta hoy, también cree imprescindible un cambio profundo. “Ahora tenemos la certeza de que las personas se van a encontrar con nuevas necesidades de aprendizaje a lo largo de su vida. Eso tiene implicaciones. La primera es que hay que renunciar a intentar satisfacer todas las necesidades de aprendizaje en la etapa inicial, porque cada vez hay más complejidad y resulta imposible, y debemos centrarnos en definir cuál deben ser los aprendizajes en la formación inicial. Y la segunda es que en la educación básica debemos poner el énfasis en el desarrollo de las competencias relacionadas con aprender, la capacidad de hacer frente a nuevos retos de aprendizaje, y para buscar recursos documentales, personales, tecnológicos para aprender”.

Elaboración con las comunidades

El Gobierno fija en España la parte básica del currículo, lo que se conoce como enseñanzas mínimas, y las autonomías lo completan: en un 50% si tienen lengua cooficial y un 40% si no la tienen, según las proporciones establecidas por la nueva ley educativa, aprobada la semana pasada por el Congreso y que ahora debe definir el Senado. Hasta ahora, cuando se producía un cambio curricular, el ministerio elaboraba esas enseñanzas mínimas y las presentaba a las comunidades para que propusieran las matizaciones que considerasen. En esta ocasión el ministerio ha ofrecido a las comunidades que se incorporen a los equipos que van a definir el currículo de las distintas materias, y puedan ir elaborando en paralelo los respectivos currículos autonómicos, de forma que el resultado sea más congruente. La última palabra respecto a las enseñanzas mínimas la tendrá el ministerio.

El enfoque fue planteado este martes por el secretario de Estado de Educación, Alejandro Tiana, a las consejerías en la reunión de la Comisión General de Educación. Todos los responsables autonómicos que se manifestaron lo hicieron a favor, y ninguna se pronunció en contra, según fuentes presentes en la reunión.

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