¿Es necesario fracasar para ser feliz? Últimamente parece que sí. Se ha establecido una especie de idealización del fracaso, según la cual es necesario que las cosas salgan mal para que, cuando salen bien, las disfrutemos plenamente. En Facebook circulan memes con frases como: “O se triunfa o se aprende”, recalcando el aprendizaje inherente a todo fracaso. Se nos recuerdan casos reales de éxito como el de J. K. Rowling, quien vio rechazado su manuscrito de Harry Potter muchas veces antes de que esa misma obra la hiciera multimillonaria; o el de Steve Jobs, a quien echaron de la empresa que él mismo había fundado. También proliferan los libros que cantan las alabanzas del patinazo. El filósofo Charles Pépin recuerda en Las virtudes del fracaso (Ariel, 2017) que en 1999 un Rafa Nadal de 13 años perdió el campeonato del mundo de tenis de su categoría. “Hay victorias que solo se obtienen perdiendo batallas”, escribe Pépin. “Démonos, pues, prisa en fracasar, porque así nos encontraremos frente a la realidad mejor que a través del éxito”.
Se está dando la vuelta el concepto: de la flaqueza al éxito
Mientras antes el fracaso era signo de debilidad (uno se cuidaba de airearlo), ahora se nos invita a sacar pecho. Resulta hasta atractivo y se considera como una forma de aprendizaje que, según Rosana Pereira, psicóloga y directora de Haztua.com e integrante del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, viene de la cultura del emprendimiento estadounidense: “Allí tienen muy claro que el primer proyecto que te plantees en tu vida no va a salir bien. Y a lo mejor tampoco el segundo ni el tercero. En España somos más del golpe de pecho, de la culpa, y nos quedamos en eso en vez de avanzar”.
Aunque no se trata de elegir un modelo u otro, indica la psicóloga: “Lo ideal es juntar un poco todo y aprender de aquellas cosas que no nos salen como esperábamos. A nadie le gusta sufrir, pero como es inevitable, lo mejor es asumir esas situaciones no quedándonos en el dolor, sino aprendiendo de ellas”.
La decepción va en proporción a las expectativas que nos generamos
El fracaso se puede definir como toda aquella situación que no se resuelve de forma aceptable según nuestras expectativas. Está por todas partes: un negocio que no funciona, un despido laboral, una relación de pareja que se rompe… De algunos nos sentiremos responsables y de otros muchos, se aprende. Aunque no siempre estamos entrenados para ver el lado positivo de las cosas. Algo que, opina Pereira, ocurre porque “vivimos en una sociedad en la que no nos damos permiso para sentir las emociones desagradables”. Lo que no quiere decir que no estén ahí y no debamos afrontarlas.
Para hacerlo, José Félix Rodríguez, psicólogo y presidente de la Asociación Española para el Fomento y Desarrollo de la Psicoterapia, sugiere “revisar cuáles eran nuestras expectativas”. Por ejemplo, una persona a la que han inculcado que debe sacar un 10 en todo, sentirá frustración cuando saque un nueve. “Cuando hay una sobreexigencia, al más mínimo revés podemos venirnos abajo. Esto crea un ideal del yo, con el que tenemos que convivir”, añade el psicólogo.
La antítesis del fracaso es el éxito, y cada uno tiene un concepto distinto del mismo. “Hay personas para las que nada de lo que consigan va a ser suficiente, y se pasan la vida buscando unas metas inalcanzables”, añade Rodríguez. Pero “debemos permitirnos atravesar el duelo que se produce cada vez que cometemos un error”, asegura Pereira y aclara que la duración “dependerá de la magnitud de la pérdida”. Solo así conseguiremos darnos cuenta de que, en realidad, podemos estar ante un acierto.
Si ponemos el foco en lo negativo, no saldremos del problema
Por ejemplo, cuando se pone punto final a una relación sentimental, es momento de ir llorando por las esquinas. Pero, ¿cuántas veces una ruptura ha servido para, más adelante, conocer a la persona con la que uno va a encajar de verdad, para elegir mejor? Tenemos que verlo de este modo, dice Rodríguez: “Cuando una relación va mal, quizá el error sea continuar. Hay personas que por no aceptarlo son capaces de perpetuar una situación que no es satisfactoria para ninguna de las partes”.
Una vez pasado el duelo y habiendo analizado si lo que nos ha ocurrido realmente puede considerarse como algo negativo, toca mirar al futuro. “Si solo ponemos el foco en lo negativo, no podremos salir de ese problema. Mientras que si pensamos: ¿qué podemos hacer para salir de ahí?, lograremos empezar a mirar hacia delante”, apunta Pereira y continúa: “El que un fracaso sea algo insuperable o algo de lo que se pueda extraer un aprendizaje o seguir adelante dependerá de la actitud con que nos enfrentemos a las situaciones. Es lo que en psicología positiva llamamos ver con optimismo“.
Una forma de estar en contacto con la realidad
El fracaso puede aportarnos cosas positivas. Nos hace más humildes, entender mejor el mundo y tener más empatía con otros. Como afirma Rosana Pereira, “si somos capaces de verlo como una experiencia que nos ayuda a desarrollarnos como personas, sin duda todos esos beneficios son ciertos. Si solo lo utilizamos para sacar el látigo y flagelarnos, nos servirá de muy poco. Debemos aprender a ver las cosas con perspectiva”.
Pereira recuerda un discurso de Steve Jobs en la Universidad de Stanford en el que recomendaba a los alumnos que se graduaban que aprendieran a tomar perspectiva. “Hay situaciones que en el momento en que ocurren nos parecen una desgracia tremenda, pero después, si miramos atrás, podemos pensar: ‘Menos mal que me pasó aquello”, añade Pereira. Estas vivencias “nos pueden ayudar a crecer como personas siempre que las entendamos, las asimilemos y progresemos. Y siempre que cambiemos ciertos comportamientos”, continúa Rodríguez. De lo contrario, el fracaso será algo negativo.
Aprender de los errores “nos permite estar más en contacto con la realidad y nos puede mostrar más cercanos y más humanos. Otras veces, fracasar implica quitarse un peso de encima, como cuando a uno lo despiden y llevaba un tiempo agobiado en el trabajo: la sensación de alivio ya es en sí gratificante”, añade Rodríguez.
La dicha de superar un fracaso
Un estudio publicado en Journal of Positive Psychologysostiene que las personas que muestran una mayor determinación en aquello que acometen, a pesar de la adversidad, son más felices. Aun así, ¿es necesario el fracaso para ser feliz? ¿Tiene sentido alabar el fracaso? “Hay gente que sufre mucho y no aprende nada. Tampoco es cuestión de sufrir por sufrir. Igual que mucha gente tiene éxito [en el sentido de rentabilidad que nos han vendido] y tampoco es feliz”, responde Pereira. En estos casos, Rodríguez recomienda buscar la ayuda de un especialista porque “el problema no está en el fracaso en sí, sino en la estructura psicológica previa de la persona”.
Pero una cosa es cierta: lograr algo después de haber fracasado le hace a uno inmensamente dichoso. “El ser humano está preparado para intentar cosas. Por eso cuando superamos retos nos sentimos muy contentos. Hay una recompensa tras el esfuerzo. No quiere decir eso que a quien le salen las cosas bien no las disfrute; ahora, que cuando has insistido y te ha ido mal, en el fondo ves el éxito como el pago a ese esfuerzo”, concluye la psicóloga.
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