“Cuando nos enteramos de las redadas, nos juntamos todos en casa”



Para ver cómo amanece un barrio la mañana en que el Gobierno ha anunciado miles de detenciones a extranjeros sin papeles valía la pena pasearse este domingo por Sunset Park, en Brooklyn (Nueva York). El supermercado Key Foods se encontraba extrañamente vacío, o no tan extrañamente, teniendo en cuenta la víspera hubo al menos dos intentos de arresto por parte de la policía migratoria (ICE, en sus siglas en inglés). La voz corrió rápido por las redes sociales y se formaron grupos espontáneos para tratar de crear calma en el caos. Un grupo de activistas latinos organizó una patrulla ciudadana a primera hora de la mañana para proteger a la comunidad. Claudia Galicia, una de sus promotoras, comentaba que la mitad de su familia se encuentra irregular en EE UU: “Cuando nos enteramos que empezaban las redadas, nos juntamos todos en casa”. Se acercó con otros integrantes de su organización a vigilar una concurrida parada de metro. Su plan, en este momento, es estar movilizados hasta el jueves de la semana que viene.

La Administración de Donald Trump anunció el pasado jueves que activaría este domingo una cadena de detenciones contra unos 2.000 inmigrantes irregulares que, pese a haber recibido una orden de detención, permanecen en el país norteamericano. Las redadas estaban previstas en nueve de las principales ciudades estadounidenses, como Nueva York, Los Ángeles, Houston, Miami o Chicago y el anuncio bastó para sembrar el temor en la comunidad. Unos 10,5 millones de inmigrantes viven en EE UU en situación irregular, según los últimos datos de Pew Research, de 2017, y más 66% lo hace desde hace más de una década. Lo integrado en el día a día de la ciudad –trabajando, van al colegio y pagan impuestos desde hace años- es palpable en sitios como Brooklyn.
Miguel es ecuatoriano y lleva la caja en una pequeña pizzería. Su situación legal está en el aire desde hace 15 años, cuando dejó atrás a su familia nada más nacer su hija, a la que vio crecer por chat. “Intento que esto de las redadas no me afecte mucho en lo personal”, dice, “pero la gente lo comenta mucho en el trabajo. Hay inquietud porque no está muy claro qué va a suceder”. Este inmigrante de 35 años se muestra bastante tranquilo porque, según explica, él no existe para ICE. “Buscan a criminales”, argumenta, “no tengo orden de expulsión, tampoco pedí asilo, ni me arrestaron por cometer un delito”. Abel, sin embargo, admite en la tienda al lado que tiene “miedo”. Los empleados que hacen las entregas en bici no dan ni el nombre. “Es difícil prepararse para algo que no sabes va a suceder”, sentencia.
Las redadas se habían programado a partir del domingo con la idea de desarrollarse en los siguientes días, pero el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, aseguró que el ICE ya había llevado a cabo algunas operaciones el sábado, pero no se sabe si relacionadas con estos 2.000 arrestos previstos. A las ocho de la noche (hora local), aún no había trascendido ningún dato sobre esta campaña, ni confirmación de que se hubiese puesto en marcha. El portavoz de la policía fronteriza, Matthew Bourke, dijo en CNN que no facilitaría ningún detalle sobre sujetos o localizaciones de las redadas, si bien recalcó que la prioridad eran los indocumentados que “suponen un peligro para la seguridad nacional y de la frontera”.
Ni ese es un matiz extraño –la ICE siempre prioriza la búsqueda de indocumentados que han cometido delitos graves– ni tampoco las deportaciones son una noticia excepcional. Lo insólito es que la Administración se dedique a anunciarlo a bombo y platillo, sin dar demasiado detalle, amedrentando a la población extranjera. ICE realizó el pasado año unas 250.000 expulsiones, aunque el récord es de 410.000 indocumentados en 2012 con Barack Obama. El 55% de los expulsados cometieron algún delito. Alrededor de un millón de extranjeros, según las autoridades, tiene una orden de expulsión que ha ignorado, así que el arresto de 2.000 supone una parte ínfima, pero en el caso de Trump constituye una declaración política. El discurso antiinmigratorio es marca de la casa del republicano, muchas veces con comentarios racistas de por medio e identificando en todo momento la inmigración irregular con violencia y crimen.
Los alcaldes progresistas, como De Blasio en Nueva York, o Lori Lightfoot, de Chicago, se manifestaron en contra de la operación, algo poco sorprendente, pero incluso un conservador como el de Miami, Francis Suárez, se quejó. En 2018, su primer año en el cargo, su ciudad experimentó su “tasa más baja de homicidios en 51 años”, dijo Suárez, según France Presse, “así que no entiendo la razón para elegir Miami”, agregó. “No nos ayuda, como alcaldes, a mantener a nuestros ciudadanos, y a los que están en nuestra ciudad… tranquilos y en calma”, recalcó.
Calma no había. Nayim Islam, un activista que participa en la organización DRUM, advirtió este domingo en Brooklyn de que “circulan muchos rumores y hay mucha falta de información”, señala, “y eso provoca que la gente tenga pánico”. “Estas redadas son una táctica para con el miedo silenciar a las comunidades de inmigrantes”, advierte. Por eso pasó el fin de semana repartiendo octavillas por los barrios de Brooklyn y Queens.
Las emociones no solo están a flor de piel entre los hispanos. Un hombre que dice ser de Bangladesh dice que no puede llevar una vida normal y trata de evitar su residencia habitual, por si se presentan los agentes. El crimen de este vendedor, dice, es haber emigrado para buscar un futuro mejor. “Eso no significa que seamos ladrones o gente mala”, insistía en la víspera de las redadas.
Se estima que hay 1,1 millones de indocumentados en el área metropolitana de Nueva York. Para ellos, volver a sus países de origen no es una opción. Hasan Shafiqullah, abogado de la Legal Aid Society, explica que el presidente Trump está utilizando ICE como un arma política “para animar a sus bases en relación con la reelección”. Los mismo opina Anu Jhoshi desde la New York Immigration Coalition. “El motivo de anunciarlo a bombo y platillo es instalar el miedo”, afirma.
El concejal Carlos Menchaca va más allá. Es natural de El Paso (Texas, fronterizo con México) y representa a los vecinos de Sunset Park. Acusó al Gobierno de estar “blanqueando América”. “La orden llega de un hombre blanco”, repite, “por eso dice que hay que expulsar a la gente de color”. El senador estatal Zellnor Myrie también se movilizó. “Hemos madrugado porque es imperativo que la gente esté informada”, insiste,.
El sindicato de policía de Nueva York emitió una circular entre sus miembros desmarcándose de las autoridades. Considera que deben dar apoyo a la operación de ICE al aplicar la ley. “No podemos dejarlos abandonados”, defendía el presidente de la Sergeants Benevolent Association, Ed Mullins. Y la cadena hotelera Marriott salió al paso de las especulaciones para dejar claro que no va a permitir que ICE utilice sus propiedades para acoger a los arrestados. Durante los últimos días trascendió que el operativo necesitaría habitaciones por el espacio limitado en los centros de detención. “Hemos adoptado la decisión de rechazar cualquier petición”, sentencia un portavoz. Lo mismo dicen otras dos grandes de la hostelería, Hilton y Choice.
ICE en Nueva York se limita a subrayar que la prioridad es arrestar y retirar del país a “extranjeros presentes ilegalmente en el país que representan una amenaza para la seguridad nacional, la seguridad pública y la seguridad fronteriza”. Vanita Gupta, desde el Leadership Council on Civil and Human Rights responde diciendo que estas “acciones cobardes no hacen nada por hacernos más seguro”.


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