Cuando todo es fascismo


Cruzar la plaza Cívica de la UAB camino de clase y ver un tumulto de personas separadas en dos grupos lanzándose el grito de “¡fascistas!” recíprocamente. A un lado, un grupo de estudiantes difundiendo un acto previsto para dentro de unos días; al otro, un grupo que no comparte sus ideas. De un lado, S’ha acabat!; del otro, la Assemblea Antifeixista de la UAB y otras organizaciones estudiantiles. De un lado, estudiantes que forman parte de la asignatura que imparto; del otro, también… Por mi parte, la convicción de que ni los de un lado ni los de otro son fascistas.

Esta escena es del año 2019. Pero no acababa de ser una novedad entonces, y esta semana hemos visto como se ha repetido. Cada episodio tiene sus particularidades. Los primeros hechos que están en la memoria de parte de los estudiantes participantes se dieron cuando no existía S’ha acabat! No importa. Se recuerda la presencia en la UAB de miembros de organizaciones declaradamente neofascistas que trajeron estas ideas y sus comportamientos al campus. Desde ese día hasta hoy se pueden recordar agresiones, saludos franquistas, boicots de actos, apoyos de partidos políticos, campañas mediáticas y partidistas…

En las universidades hay cosas que ocurren antes y otras de las que son reflejo. Diría que en este caso los campus universitarios han sido reflejo de comportamientos que primero se han dado en sede parlamentaria y en los medios, y que en los campus se han agravado. Desconozco hasta qué punto sus señorías, y participantes en medios, son conscientes de ello. De la misma manera que en los patios escolares se imita la nueva celebración futbolística, en los campus universitarios se imita la crispación parlamentaria, de la política institucional.

También se imita, se reproduce y se agrava en otros lugares. Esta constante crispación la encontramos en partidos, parlamentos, medios de comunicación y el conjunto de la sociedad. El independentismo es fascista, el antiindependentismo es fascista, la PAH es fascista, defender a la policía es de fascistas y criticarla también…

En las universidades también hay cosas que ocurren antes. Lo que tradicionalmente ha ocurrido antes en las universidades que en otros lugares ha sido, por ejemplo, la expansión de determinadas ideas diferentes de lo pensado en el conjunto de la sociedad. Las universidades fueron focos de feminismo en sociedades donde casi no se encontraba otra cosa que patriarcado opresor. En las universidades se practicó la no violencia en sociedades marcadas por la violencia. En las universidades se defendía el ecologismo cuando en el conjunto de su sociedad era desconocida. En las universidades se reclamó hablar de todas las violencias que hay en nuestras sociedades… Hoy también ocurre. Se puede encontrar una mayor intransigencia ante comportamientos que consideran totalmente inaceptables.

Diferentes proyectos políticos son vistos como inaceptables por lo que sus ideas y expresiones pueden suponer para determinados sectores de la población. El discurso contra las personas migrantes, contra personas LGTBIQ+, contra el feminismo, contra el ecologismo, sobre la violencia… Hace unas décadas no hacía falta que estos partidos hicieran ese discurso, nuestras sociedades estaban dominadas por estas ideas. ¿Cómo nos relacionamos con lo que no aceptamos? ¿Al grito de fascista? ¿Con la exclusión? ¿Con violencia?

¿Cómo nos relacionamos con lo que no aceptamos? ¿Al grito de fascista? ¿Con la exclusión? ¿Con violencia?

¿Cómo nos relacionamos con lo que no aceptamos? ¿Al grito de fascista? ¿Con la exclusión? ¿Con violencia?

¿Quiénes son de verdad los fascistas: S’ha acabat! o los antifascistas de la UAB y el SEPC? Tiendo a pensar que ni un colectivo ni el otro, aunque haya a quien le pueda parecer que sobran argumentos para etiquetar, descalificar y criminalizar. Hay quien considera que decir que ni unos ni otros son fascistas es equidistancia. Cuando se acostumbra a utilizar esta palabra se hace como crítica, como algo negativo. No estás viendo el fascismo de una de las partes, no te posicionas. En este caso, como en otros, si hay posición.

La posición sería que ni unas personas ni las otras son fascistas y que los problemas que tenemos de convivencia no se podrán resolver acusándonos recíprocamente de fascistas. La solución, si llega, llegará por otros caminos. Me parece que por esos otros caminos hay que caminar… Y lo podemos recordar pensando en las reflexiones de Pier Paolo Pasolini sobre el fascismo, siempre fructíferas, y en sus últimas palabras en la entrevista hecha antes de ser asesinado: “Todos estamos en peligro”. Pensemos en lo que debemos hacer para dejar de estar como sociedad, como especie, como planeta, en peligro. Es urgente trabajar en todas partes la necesidad de la convivencia en el desacuerdo, de los conflictos que hacen posible la convivencia…

Jordi Mir Garcia es profesor de Humanidades en la Universitat Pompeu Fabra

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