Un jurado halló este jueves culpables de conspiración sediciosa para mantener a Donald Trump en el poder a cuatro miembros de la milicia de extrema derecha Proud Boys, incluido a su presidente, Enrique Tarrio. Por su participación en el ataque el Capitolio, se enfrentan a más de 50 años de cárcel cada uno.
“Se veían a sí mismos como el ejército de Trump”, aseguró el fiscal del caso, Conor Mulroe. Y en calidad de defensores de las “mentiras” del expresidente conspiraron, según el veredicto, para evitar su desalojo de la Casa Blanca tras su derrota en las elecciones de noviembre de 2020, que ganó Joe Biden. La batalla clave de esa “guerra total” la libraron el 6 de enero de 2021, cuando una turba de simpatizantes de Trump se citó en Washington para un mitin convocado por este y acabó protagonizando una insurrección para impedir el trámite de la certificación por parte del Congreso del triunfo legítimo de los demócratas en las urnas.
El juicio arrancó en enero, y se ha prolongado durante 15 semanas en el tribunal de distrito federal de Washington, en cuyas salas se dirimen todos los procesos (con más de un millar de acusados) de la causa “más importante en la que se ha embarcado en su historia el Departamento de Justicia”, en la descripción del fiscal general Merrick Garland.
El veredicto supone un triunfo para el Departamento que dirige Garland, que ha empeñado todos sus recursos para demostrar la vinculación entre los Proud Boys (Muchachos orgullosos, en español) y Trump. Para ello, fue crucial el vídeo en el que Trump daba una orden a los Proud Boys durante un debate electoral con Biden. “Retroceded y permaneced a la espera”, les dijo.
Además de Tarrio, se sentaron en el banquillo Ethan Nordean, Zachary Rehl, Joe Biggs, quien tuiteó “esto es la guerra” tras conocer la concesión del triunfo electoral a Biden, y Nic Pezzola, al que se recuerda por unas imágenes repetidas algo así como un millón de veces; lo muestran a las 14.12 del 6 de enero rompiendo una de las ventanas del Capitolio con el escudo arrebatado a un policía. Pezzola fue el primero en profanar el Congreso y el único de los cinco que se ha librado de la acusación de conspiración sediciosa: el jurado no ha podido probar ese grave delito en su caso. Tras el ataque, Nordean escribió en sus redes sociales: “Que te jodan, Trump, nos has dejado tirados, sangrando en el campo de batalla”.
A todos ellos se los juzgaba también por asalto a la autoridad y por destrozar propiedad federal. El jurado, que deliberó durante siete días, los encontró culpables de 31 de los 46 cargos de los que se les acusaba. En cuatro de ellos, los declararon inocentes. Para resolver sobre los 11 restantes, sus miembros se darán más tiempo, por lo que el veredicto conocido este jueves es parcial.
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Además del vídeo de Trump, el Gobierno armó su argumentación a partir de un conjunto de mensajes que los Proud Boys intercambiaron en privado en chats encriptados o que publicaron en redes sociales antes, durante y después del 6 de enero. Entre otras cosas, en ellos se les ve celebrar el mensaje de apoyo enviado por Trump. El conjunto de mensajes destila una mezcla, regada por el abuso de alcohol, de machismo, misoginia y homofobia.
“Si Biden roba estas elecciones, (los Proud Boys) serán prisioneros políticos”, publicó Tarrio el 16 de noviembre de 2020 en sus redes sociales. “No nos iremos en silencio […], lo prometo”.
La conspiración sediciosa es un delito que no se usa en Estados Unidos a la ligera. Fue diseñado durante la Guerra Civil, para perseguir a los sublevados de la Confederación. Se considera difícil de probar. Los Proud Boys también se enfrentaban a otros cargos graves.
La defensa ha tratado de probar que no existió conspiración alguna; tampoco un plan de los Proud Boys para atacar el Capitolio. También, que siempre se dedicaron a la misión que inspiró su fundación: juntarse como un puñado de hombres violentos, emborracharse “y zurrar a los miembros de Antifa cuando estos los provocaban”, según uno de los letrados de la defensa.
Nicholas Smith, abogado de Nordean, aseguró durante sus argumentos finales que los fiscales construyeron el caso sobre “despistes e insinuaciones”. Y que la reproducción una y otra vez en el tribunal del famoso vídeo de Trump solo buscaba manipular a los miembros del jurado. “¿Prueba esa grabación alguna conspiración por parte de los hombres aquí presentes?”, preguntó Smith sin esperar una respuesta. “Todos sabemos que no”.
No es la primera vez que se condena a unos participantes en los hechos del 6 de enero por “conspiración sediciosa”. Ya fue hallado culpable en noviembre de ese delito Stewart Rhodes, líder de la milicia Oath Keepers, junto a cinco de sus secuaces. Siete meses después de conocer el veredicto, aún espera su condena: le podrían caer hasta 60 años de cárcel. Su caso es, con todo, excepcional: la pena media de los juicios que se han resuelto hasta ahora con sentencias de prisión es de 60 días.
Rhodes, igual que Tarrio, no estuvo en Washington durante el día más fatídico de la democracia estadounidense reciente. Siguió el ataque por televisión desde un hotel de Baltimore: la policía le había prohibido pisar ese día la capital, tras un arresto en la ciudad por quemar la bandera antirracista de Black Lives Matter de una iglesia. Ambos cabecillas, a los que se acusa de orquestar el ataque desde la distancia, se reunieron el 5 de enero en un aparcamiento cercano al Capitolio.
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