Cuenta atrás: nueva entrega de las crónicas de Emmanuel Carrère desde el juicio por los atentados de París

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El actor y director Sacha Guitry en París en 1927.
El actor y director Sacha Guitry en París en 1927.Keystone-France (Gamma-Keystone via Getty Images)

Capítulo 25

1. El ordenador de la rue Max-Roos

El 22 de marzo de 2016, un camión de la empresa de recogida de residuos Bruxelles Propreté hace su ronda matutina. En un cubo de basura de la rue Max-Roos, en Schaerbeek, los basureros encuentran dos ordenadores, una tableta y un móvil. Un chollo, si no fuera porque uno de los ordenadores está destrozado, con la mitad de las teclas arrancadas: un desecho más. La tableta y el móvil no están en mejor estado, pero cuando abren el otro ordenador, un PC negro de la marca Hewlett-Packard, la pantalla de inicio se enciende y muestra a siete hombres con pasamontañas posando delante de una bandera del Estado Islámico. ¿Los basureros identificaron de inmediato esa bandera? No lo sabemos, no son ellos los que testimonian en la audiencia, sino un investigador belga.

Una hora después, como todo el mundo en Bruselas, se enteran de que dos kamikazes acaban de explosionarse en el aeropuerto de Zaventem y otro más en la estación de metro Maelbeek: varias decenas de muertos, los atentados más sangrientos jamás perpetrados en Bélgica. Los basureros entregan el ordenador a la policía, que ya ha descubierto la identidad de los terroristas, todos ellos implicados, por lo demás, en los atentados del 13 de noviembre. En el metro: Khalid El Bakraoui. En el aeropuerto: Ibrahim El Bakraoui y Najim Laachraoui, así como el eterno acompañante, Mohamed Abrini, que, como cuatro meses antes en París, se esfumará prudentemente mientras sus compañeros accionan sus cinturones explosivos. De todo esto solo se habla indirectamente en el viernes 13, pues será objeto de otro juicio que no debe yuxtaponerse con el de París y que se celebrará en Bélgica este otoño. En él, comparecerán Abdeslam, Abrini…

Pero el ordenador encontrado en el cubo de basura nos concierne de lleno. Los terroristas se deshicieron de él la mañana misma del atentado, al abandonar su escondrijo en la rue Max-Roos. La víspera borraron la mayoría de los archivos y, por tanto, no hay acceso a su contenido, pero los geeks (expertos informáticos) de la policía belga han reconstruido el historial de las búsquedas, que nos informan de los siguientes datos: el ordenador fue puesto en funcionamiento el 14 de agosto de 2015; el 12 de octubre crearon una carpeta titulada Moutafajirat (que significa “explosivo” en árabe) y sobre todo una carpeta Targets, es decir, “objetivos”. Entre los que eligieron entonces figuran “Juventud católica / monárquicos / Civitas (un movimiento católico integrista), Punks, Défense (¿el barrio de oficinas de la Défense en París? ¿El ministerio de Defensa?). Si se hubieran atenido a estas dianas, los atentados habrían suscitado otro tipo de emociones.

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Imaginen que las víctimas hubieran sido católicos integristas, abatidos a la salida de Saint-Nicolas-du-Chardonnet, o perroflautas tiroteados en el último subsuelo del Forum des Halles: los hubiesen compadecido, por supuesto, pero los treintañeros franceses no se habrían identificado tanto. Menos de un mes después, los yihadistas depuraron esta reflexión: el 7 de noviembre crearon la carpeta 13 de noviembre. Esta carpeta incluye cinco subcarpetas: Grupo Omar (se trata del comando de las terrazas, dirigido por Abdelhamid Abaaoud, alias Abou Omar); Grupo iraquí (el comando del Estadio de Francia); Grupo francés (con un archivo, “Visita virtual del Bataclan”, destinado a los promotores de espectáculos), y por último el Grupo Schiphol (el aeropuerto de Ámsterdam) y el Grupo metro. La reflexión se ha depurado, pero aún prosiguen los tanteos. Se piensa en un atentado en el metro que no se llevará a cabo. En un atentado en Schiphol que tampoco se consuma.

El 7 de noviembre, el 13 de noviembre: la sucesión de estas fechas tan próximas produce vértigo. Seis días antes, todo estaba todavía en el aire. De todas formas habría un atentado, atentados, pero los objetivos aún podían ser distintos. Al salir del Bataclan después del concierto, los jóvenes que habían comprado entradas para los Eagles of Death Metal quizá se hubieran enterado de que había habido una matanza en la estación de metro Châtelet-Les Halles. Se habrían horrorizado, se habrían preocupado por amigos que podrían haber estado allí en aquel momento, y luego se habrían vuelto a sus casas. Yo estaba sentado en la audiencia al lado de un hombre a cuya hija habían matado en el Bataclan. Cruzamos las miradas, yo sabía lo que él pensaba: habrían muerto otros, Lola estaría aún viva.

2. “La vie d´un honnête homme” (La vida de un hombre honrado)

Todo esto es de una atroz evidencia. El historial de las búsquedas revela también enigmas menores. Películas vistas que no solo son la propaganda sanguinaria del Estado Islámico, sino una grabación de Cyrano de Bergerac, la adaptación de Los miserables, de Robert Hossein, y sobre todo dos comedias de Sacha Guitry, Si Versailles pudiera hablar y La vie d´un honnête homme. Desconozco los gustos cinematográficos de Salah Abdeslam o de Mohamed Abrini, quizá me equivoco pensando que prefieren los grandes éxitos norteamericanos, pero no me cabe en la cabeza que vieran películas de Sacha Guitry de los años cincuenta del pasado siglo, en blanco y negro, con la enfática dicción anticuada y el chisporroteo del sonido.

He visto, por si me daba alguna pista, La vie d´un honnête homme. ¿Quién sabe? Quizá encontrara un pequeño eco, un detalle que entroncara dos universos mentales tan radicalmente ajenos como el de un yihadista belga y un ingenioso hombre de teatro, un comicastro, un representante soberanamente libre de un mundo extinguido hace ya mucho. No veo ningún nexo. La vie d´un honnête homme cuenta la historia de un gran burgués, genialmente interpretado por Michel Simon, y de su hermano bohemio, asimismo interpretado genialmente por Michel Simon. Son gemelos, uno de los dos muere y el otro ocupa su lugar: es una comedia negra, muy divertida, la recomiendo.

Que nuestros yihadistas hayan podido verla, en la bodega del Café des Béguines, entre dos vídeos de decapitaciones, fue algo que se mencionó de pasada, como una rareza banal a la que no vale la pena dedicarle tiempo. Una abogada de la parte civil fue la única que lo consideró, igual que yo, lo suficientemente incongruente como para esforzarse en buscarle una explicación: ¿tal vez los yihadistas cambiaron por estos nombres los de los archivos especialmente comprometedores? Podría ser, pero en tal caso solo se sustituye un misterio por otro. Cuesta ya admitir que esos tipos, unos días antes de los atentados, viesen películas de Sacha Guitry, pero que utilizaran títulos de películas de Sacha Guitry a modo de códigos nominales para sus recetas de explosivos o sus listas de escondrijos…

3. Latas de Oasis y dulces de crema

Día tras día nos acercamos al 13, es cada vez más nocturno y opresivo. El 8 de noviembre: ingresos de dinero, retirada de efectivo, 2.500 euros. El 9 de noviembre: alquiler del Clio, del Polo, del Seat, por Abrini, los hermanos Abdeslam y el segundón Mohamed Amri. El 10 de noviembre: alquiler de refugios en Bobigny y Altfortvillle, en el extrarradio de París. El 11 de noviembre: activación de las 14 líneas telefónicas que pondrán en contacto permanente a los “coordinadores” que se han quedado en Bélgica —probablemente los hermanos El Bakraoui— con los yihadistas a los que la investigadora belga llama “los autores”; sí, así se les llama: los autores de un crimen. El 12 de noviembre: el “convoy de la muerte” —la expresión es de Abrini— emprende la marcha.

Los iraquíes del Estadio de Francia van con Abaaoud en el Seat, los Abdeslam y Abrini en el Clio, los tres del Bataclan en el Polo, que se detiene entre las 15.36 y las 15.41 en la gasolinera Total de Nivelles. Una cámara de vigilancia los filma en la tienda: tres jovenzuelos con cazadoras y zapatillas deportivas que compran latas de cerveza Oasis y un paquete de dulces de crema. Se parten de risa. Saben que estarán muertos la noche del día siguiente pero que antes de morir habrán matado a mucha gente. A la mayor cantidad posible. ¿A cuánta gente? ¿Hacen pronósticos mientras viajan? ¿Apuestas? Si les hubieran dicho: mañana habréis matado a 90 personas, ¿el número les habría parecido 1) ¿guay? 2) ¿regular? 3) ¿un poco frustrante?

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