‘D’Artacán y los tres mosqueperros’, nostalgia de un tiempo feliz

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Seguramente haya dos modos de ver D’Artacán y los tres mosqueperros: con las gafas de pasta del crítico ancladas a las orejas, o simplemente desde la ingenuidad y la nostalgia, las de un tiempo feliz que nunca volverá. De modo que, pese a que este texto se trate de una crítica, quizá sea mejor elegir la segunda forma, aun con toques de la primera.

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El cine de animación ha cambiado tanto desde que Claudio Biern Boyd, figura fundamental del audiovisual español, alegrara nuestras sobremesas de los sábados de los años ochenta con series como D’Artacán y los tres mosqueperros y La vuelta al mundo de Willy Fog, que las primeras imágenes en animación digital en 3D de la nueva versión cinematográfica, muy por debajo de lo habitual en las salas, suponen un brusco choque artístico en la mente del espectador. Sin embargo, sería injusto pedir a una película de ocho millones de euros lo mismo que a una superproducción estadounidense de animación, así que, aupada primero por la letra y el espíritu inmortales de la novela de Alejandro Dumas, después por la citada nostalgia y el recuerdo de nuestra propia candidez, y finalmente por el buen trabajo en los fondos de los escenarios interiores de los palacios, la película dirigida por Toni García, aunque con el sello de Biern Boyd, aún en el tajo y pleno de ilusión a los 80 años, se acaba viendo con la familiaridad que se pretende. Ahora bien, con un poco de esfuerzo, tampoco nos engañemos.

Estrenada en junio en 400 cines del Reino Unido, donde ocupó el décimo puesto en taquilla durante el primer fin de semana, y hace unas semanas en Portugal, donde la lideró, D’Artacán y los tres mosqueperros, en versión 2021, no apela a su brillantez técnica ni artística en las texturas y en los movimientos de los personajes, sino a un toque añejo muy sincero que es posible que pueda unir a dos generaciones de padres e hijos. Y justo para ello han colocado al final la mítica canción de la serie, escrita por los hermanos De Angelis e interpretada por el (sin par) grupo Popitos. Junto a los títulos de crédito finales, y en versión karaoke: para reunir las vivaces de hoy y las cascadas del ayer, y, de paso, que la tonadilla se quede pegada como un chicle a las neuronas para el resto del verano.


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