David Bueno: “La humana es la única especie en la que existe la adolescencia”

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La adolescencia es una época llena de cambios físicos y mentales y muchas incógnitas, no solo para aquellos que la están viviendo, sino también para su entorno. ¿Por qué son tan indecisos los adolescentes? ¿Cuál es la razón de su rebeldía? E incluso, ¿por qué quieren acostarse tan tarde? El biólogo David Bueno (Barcelona, 57 años) dirige desde 2019 la primera cátedra de Neuroeducación UB-EDU1st, en la Universidad de Barcelona, y ha escrito numerosos artículos científicos y varios libros. En el último, El cerebro del adolescente (Grijalbo), publicado el 3 de febrero, ha querido responder a algunas de estas incógnitas, especialmente en relación con los cambios en el cerebro que sufren estos jóvenes, así como algunos de los factores que determinan este periodo. Bueno lleva más de una década estudiando el cerebro humano, ya que siempre le había interesado este campo, especialmente en todo lo vinculado con la educación. El científico comenta que hay una frase del psicólogo Jaume Funes que le encanta hacer suya: “Cuando más tenemos que querer a los adolescentes es cuando menos pensemos que se lo merecen”. Es decir: cuanto más extraños parezcan los comportamientos de los adolescentes es cuando más necesitan que sus allegados estén a su lado.

Pregunta. Usted afirma que la adolescencia nos hace humanos, ¿a qué se refiere?

Respuesta. Somos la única especie biológica que tiene una adolescencia como tal. Todos los animales pasan de la infancia a la juventud de manera directa simplemente porque no tienen que aprender nada nuevo; aprenden lo necesario cuando son crías y directamente pasan a la juventud, a la edad adulta. Los humanos tenemos un cerebro tan complejo y tenemos que aprender tantas cosas en nuestro entorno que no hay suficiente con estas dos etapas.

P. ¿Cuáles son los cambios que sufre el cerebro durante la adolescencia?

R. Muchísimos. Es una reconstrucción, sobre todo, de una zona que se llama corteza prefrontal, que es la que gestiona los comportamientos más complejos: planificación, reflexión, toma de decisiones reflexivas y gestión emocional, lo que implica tomar consciencia de uno mismo. Es la zona que sufre más cambios precisamente porque tiene que dejar atrás todos los comportamientos infantiles, que se basaban mucho en el apoyo de los adultos, para conseguir una gestión de uno mismo, donde ya no tiene adultos que estén apoyando o protegiendo constantemente. Esta reconstrucción es lo que hace, entre otras cosas, que los adolescentes tengan comportamientos a veces tan curiosos y tan difíciles de entender desde la edad adulta.

P. ¿Qué diferencia el cerebro de los adolescentes del de los adultos?

R. Básicamente la capacidad de autogestión. En los adolescentes está madurando, por lo que tienen momentos en los que sí pueden gestionar sus propios comportamientos y muchos momentos en los que no. El cerebro de los adultos es mucho más capaz de hacer planes a medio y a largo término, de tener objetivos y de saber encontrar dentro de sí mismo los recursos para ir avanzando hacia esos objetivos. Los adolescentes lo están ensayando.

P. ¿Cuáles son los factores que determinan la conducta de los adolescentes?

R. Hay factores genéticos que influyen en la respuesta de los adolescentes, pero no los podemos tocar. Lo que sí que podemos tocar son los factores educativos. Influye muchísimo cómo haya sido la infancia y, sobre todo, cómo hayan percibido el apoyo del entorno inmediato. Va a ser fundamental para el desarrollo de la adolescencia. La crianza negativa implica poco o nulo apoyo emocional; en los casos más extremos, implica rechazo y hostilidad hacia los propios hijos o falta de coherencia entre recompensas y amonestaciones de tipo educativo. La positiva es todo lo contrario: es apoyo emocional no sobreprotector (si es sobreprotector ya pasa a negativa o puede pasar a negativa), con sus propios retos y responsabilidades adecuados a su edad. Es una coherencia y concordancia entre recompensas y amonestaciones de tipo educativo. Si comparamos estos dos grupos, los [adolescentes] que han tenido una crianza negativa cuando llegan a la adolescencia, en general, son mucho más impulsivos y, por lo tanto, menos reflexivos. Esta maduración de la zona reflexiva del cerebro no se produce con tanta eficiencia. Pueden manifestar con más probabilidad comportamientos agresivos y comportamientos depresivos.

P. ¿Cuáles son los mayores peligros para la adolescencia?

R. Los principales peligros son una infancia negativa en el sentido amplio y una adolescencia en la que no encuentren un apoyo de su entorno, de nuevo, de adultos. Este apoyo emocional sigue siendo fundamental durante la adolescencia. Es la época en la que van muy perdidos. Tienen que convivir con los adultos, tienen que comportarse muchas veces casi como ellos, pero no tienen ninguna experiencia del mundo de los adultos porque nunca lo han sido. Eso no significa ni una sobreprotección ni un buenismo, no todo lo que hacen está bien. Pero cualquier reconducción que se haga de sus actitudes tiene que ser hecha en positivo, como una oportunidad.

P. ¿Cuáles son las claves para ayudar al trascurso normal de una adolescencia siendo parte del entorno?

R. Yo diría que hay tres palabras que son clave: apoyo emocional, que se sientan acompañados —ejemplo, el cerebro del adolescente imita lo que encuentra a su alrededor, los adultos debemos ser un ejemplo de lo que queremos, de lo que nos gustaría que fuesen―, y estímulo para que encuentren sus propias motivaciones, para que encuentren su propio sentido a la vida.

Un adolescente solo deja de comportarse como tal cuando su entorno de adultos le acepta y valora en igualdad de derechos y responsabilidades

P. Muchas veces se utiliza la palabra adolescencia y pubertad como sinónimos, ¿cuál es la diferencia entre ambos?

R. La pubertad es el inicio de la adolescencia, son los primeros cambios hormonales que hacen que el sistema reproductor se ponga en marcha. La adolescencia es todo lo demás, es toda esta nueva adquisición de nuevos comportamientos, es la adquisición de la sociabilidad típica de la juventud y la edad adulta, es la maduración de los aspectos reflexivos, de gestión emocional… Todo esto formaría parte de la adolescencia, que tiene un inicio biológico, con las cargas hormonales de la pubertad, pero el final de la adolescencia es una mezcla entre biología y cultura. Biología porque hace falta que hayan madurado todos estos aspectos reflexivos y de autogestión personal y cultural, también porque un adolescente solo deja de comportarse como un adolescente cuando su entorno de adultos le acepta y le valora en igualdad de derechos y responsabilidades como un adulto más.

P. La socialización, como acaba de comentar, es un rasgo de las personas en general, pero especialmente de jóvenes, concretamente, con personas de su edad. Uno de los factores que pueden afectar en el estrés es el aislamiento social. ¿Cómo ha afectado la pandemia al cerebro de los adolescentes?

R. De una forma terrible. Yo mismo hice un informe para la Unesco, ya con unos trabajos científicos que había sobre la mesa donde se veía que había un incremento muy acusado de ansiedad, de estrés, de tristeza y de depresión, debido precisamente a este aislamiento social. Y muchas veces unido a una sensación de culpabilización. He leído que si la primera o la segunda ola no iba a menos es porque los adolescentes no cumplían con las normas. No sé si cumplían o no, pero muchos adultos tampoco. Esta sensación de culpabilización también les hizo mucho mal porque es ‘no puedo salir, no puedo socializar y encima parece que soy el culpable de los males’.

Para ajustarse al ritmo de sueño de los adolescentes, tal vez tendrían que entrar un poquito más tarde o, como mínimo, no hacer a primera hora las asignaturas que exigen más cognitivamente

P. Los adolescentes tienen tiempos de sueño diferentes ¿Cuál es la razón biológica de esta diferencia, frente a las demás etapas de la vida?

R. La explicación biológica es que hay un retraso en la producción de la hormona melatonina, que es la que hace que nos entre sueño por la noche. Este ciclo se retrasa alrededor de un par de horas como promedio al llegar a la adolescencia. Por qué sucede, no lo sabemos, hay varias hipótesis. Esto es muy importante en aspectos educativos, por ejemplo. Para ajustarse a su ritmo, tal vez tendrían que entrar un poquito más tarde o, como mínimo, no hacer a primera hora las asignaturas que exigen más cognitivamente, porque es cuando el cerebro no se ha despertado todavía biológicamente hablando.

P. Generación tras generación se difunde el mismo discurso de que los jóvenes cada vez son más irresponsables, más inmaduros, egoístas… ¿Por qué ocurre esto?

R. Eso ya lo decían los griegos clásicos: Platón, Aristóteles o Sócrates tienen frases de este tipo. No puede ser que, en cada generación, los adolescentes hayan sido peores que los de la generación anterior, porque nos habríamos extinguido haría ya siglos. El motivo es que, en los adultos, la forma que tiene nuestro cerebro de funcionar nos dificulta que entendamos al adolescente. Nuestro cerebro es lineal, muy lineal. Vemos nuestro pasado en función del presente que tenemos ahora. Todas las dudas que tuvimos en la adolescencia, todos los ensayos que hicimos, todas las animaladas que hicimos, todo eso pasa a un segundo plano y prácticamente se olvida. Recordamos solo aquellos momentos clave que nos llevaron a ser lo que somos actualmente. Eso dificulta que entendamos a los adolescentes, que nos cueste más entender las grandes indecisiones que tienen, las grandes dudas existenciales que tienen y que deben tener. Es la edad de tener todas estas dudas. Pero nosotros ya no lo vemos así y eso nos lo dificulta. Por eso parece que sean peores.

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