De activista anticastrista a jefe de ultras


La primera acción destacada de activismo que consta en la vida de Enrique Tarrio fue su participación en las manifestaciones que concluyeron con una fotografía ganadora de un premio Pulitzer en 2000 y que dio la vuelta al mundo. Al niño Elián lo escondía su tío en un armario del que lo sacaron agentes de inmigración de Estados Unidos armados hasta los dientes para devolverlo a su país natal, Cuba, reclamado por su padre. Este aseguraba que su madre se lo había llevado en una balsa sin su autorización. El conflicto causó una batalla política entre Washington y La Habana.

El exilio anticastrista montó guardia frente a la casa de los familiares del pequeño de siete años en Miami. Allí estaba Tarrio, reclamando justicia y exigiendo a las autoridades estadounidenses que no devolvieran al pequeño a Cuba. Fue su bautismo en la lucha contra una realidad con la que no comulgaba. Ahora ha destacado de nuevo como escudero de las teorías conspirativas de Donald Trump, y en una vuelta de tuerca inesperada, la semana pasada la agencia Reuters aseguraba que había sido confidente del FBI, algo que dice no recordar. Y eso puede costarle el liderazgo de uno de los grupos más reconocidos de la ultraderecha de EE UU, los Proud Boys.

Tarrio, que ronda los 37 años (su fecha de nacimiento no está clara) y es hijo de padres cubanoestadounidenses, se crió en la Pequeña Habana de Miami, epicentro del anticastrismo en EE UU. Henry Tarrio, ese es su verdadero nombre, se define como afrocubano y es el rostro al frente de un grupo radical que ha destacado recientemente por su apoyo al expresidente Trump.

Su origen lo utiliza Tarrio como supuesta muestra de que el grupo que dirige no es racista porque, de serlo, él no sería su líder. Sin embargo, el FBI califica a los Chicos Orgullosos —traducción de Proud Boys— como un “grupo extremista con vínculos con el nacionalismo blanco” y el Southern Poverty Law Center (SPLC), la institución de referencia en el estudio del extremismo en EE UU, lo incluye en la lista de grupos de odio del país.

Su primer oficio conocido fue de ayudante de fontanero. Su trayectoria laboral ha pasado por trabajos relacionados con la cría de aves de corral y la seguridad tecnológica aplicada a las empresas. En la actualidad, es el propietario de la tienda 1776 (en referencia a la Declaración de Independencia de Estados Unidos), que vende desde camisetas a pulseras y gorras con lemas patrióticos que suelen usar los Proud Boys, con su simbología siempre en colores negros y amarillos.

Pero, sin duda, la principal ocupación de Tarrio, desde que el fundador de los Proud Boys, el canadiense Gavin Miles McInnes, dejara la asociación en 2018, ha sido dirigir el grupo ultra, que se jacta de ser machista, de unir a hombres hartos “de pedir las disculpas que exige la corrección política”, y que dicen rechazar ser parte del supremacismo blanco.

Tarrio escaló todos los peldaños de la organización antes de ser su líder, pasando a ser en lo que en la jerga del grupo se denomina un miembro de cuarto grado, una distinción reservada para aquellos que han tenido enfrentamientos físicos o han agredido a alguien del colectivo Antifa (movimiento contra el fascismo).

Tarrio participó en la fatídica concentración de Unite the Right en agosto de 2017 en Charlottesville (Virginia), contra el traslado de una estatua del general confederado Robert E. Lee, en la que un autoproclamado neonazi de 21 años arrolló con el coche a un grupo de manifestantes antifascistas causando la muerte de una mujer de 32 años y una veintena de heridos.

Uno de sus referentes ha sido el expresidente Trump, quien durante el primer debate de candidatos presidenciales el pasado septiembre fue preguntado si estaba dispuesto a condenar el supremacismo blanco y pidió que le dijeran a quién debía condenar. Su rival, Joe Biden, sugirió a los Proud Boys. “Proud Boys, retroceded y quedaos a la espera”, replicó el republicano. Director estatal en Florida de Latinos por Trump, Tarrio ha mandado a los ultras a participar en todos los actos de protesta en Washington desde que el exmandatario comenzase a especular con un fraude electoral, incluso antes de los comicios presidenciales del pasado 3 de noviembre.

Trumpista hasta la médula, el 11 de diciembre, megáfono en mano, Tarrio proclamó: “A los parásitos del Congreso y a los que quieren robar la Casa Blanca, si queréis una guerra, tendréis una guerra”. Al día siguiente, el líder de los Proud Boys irrumpía en una iglesia y robaba una bandera con el lema del movimiento antirracista Black Lives Matter, que acabó quemando.

Ese acto delictivo (destrucción de propiedad) le costó la detención nada más pisar Washington cuando regresó a la ciudad para participar en la protesta del 6 de enero, que acabó con el asalto al Capitolio. Tarrio fue expulsado de la capital y no podrá regresar hasta su juicio en junio.

Según lo publicado por Reuters, Tarrio fue confidente del FBI y la policía de Florida en 2012. Infiltrado en diferentes bandas delictivas, la colaboración del chico orgulloso con las fuerzas del orden supuso la detención de más de una veintena de personas relacionadas con el juego, las drogas y el tráfico de personas. “No recuerdo nada de eso”, declaró Tarrio después de que la agencia publicara la exclusiva. No hay pruebas de que haya colaborado con las autoridades desde entonces.


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