Caminemos por el parque Common de Boston, un día de 1860, junto a dos hombres que están charlando de versos. Bueno, en realidad es uno de ellos, de edad madura y ademanes exquisitos, quien lleva la voz cantante; el otro es un joven impetuoso y decidido. El primero, Ralph Waldo Emerson, está defendiendo la postura de que su acompañante, Walt Whitman —que le había enviado su primer libro, Hojas de hierba—, podría suavizar sus pasajes más explícitos, suprimiendo de esa edición algunos de los poemas con alusiones sexuales. El pretexto es que tal cosa mejoraría las ventas del poemario; sin embargo, Whitman rehusará el consejo, si bien siempre tendría muy presente aquella conversación con el pensador más importante del siglo XIX en Estados Unidos.
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Vista aérea del jardín público Common de Boston. Christopher Marino GETTY IMAGES
De este tipo de pequeñas historias literarias está llena esta ciudad del Estado de Massachusetts, como la de este parque, uno de los más antiguos de Estados Unidos, pues data de 1634. Su famosa universidad, Harvard, ubicada en la adyacente localidad de Cambridge y fundada dos años después, vería al propio Emerson dar una conferencia para los graduados de la Facultad de Teología que enardecería a los miembros conservadores de la institución por presentar otra manera de concebir el cristianismo, mirando cara a cara a Jesús y lejos de púlpitos y doctrinas. Hoy, una placa en la capilla donde pronunció sus palabras recuerda ese 15 de julio de 1838, clave para lo que sería el movimiento trascendentalista.
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‘Orestes y las Furias’, mural de John Singer Sargent en el Museo de Bellas Artes de Boston. Alamy
El gran filósofo bostoniano, que desde joven se instaló en el cercano pueblo de Concord, tendría tiempo de conocer —murió en 1882— el Museo de Bellas Artes, inaugurado en 1876, cuya estructura y fachada recuerdan al Museo Metropolitano de Nueva York. De hecho, contiene la segunda colección permanente estadounidense más grande detrás del MET, también levantado en la misma década. Este Museum of Fine Arts de Boston es magnífico y diverso, con increíbles antigüedades egipcias, con una colección especial de piezas de cerámica japonesa y muchas otras que comprenden artes decorativas europeas desde la Edad Media hasta 1950, más un sinfín de grandes obras de autores como El Greco, Velázquez o Rembrandt, de impresionistas franceses y de pintores norteamericanos de los siglos XVIII y XIX como Singleton Copley o John Singer Sargent.
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Mural de Nina Chanel Abney en el vestíbulo del Instituto de Arte Contemporáneo de Boston. David L. Ryan GETTY IMAGES
Semejante experiencia, preciosa para el visitante, se puede completar con una visita al cercano Museo Isabella Stewart Gardner, que guarda unas 2.500 obras europeas, asiáticas y americanas y que nació por iniciativa de una mecenas del siglo XIX; por un robo sufrido en 1990, aún no esclarecido, se perdieron pinturas de Vermeer o Manet, pero es posible disfrutar aquí del enorme El rapto de Europa, de Tiziano, entre otros cuadros magistrales. También hay en la ciudad otro museo muy recomendable: el Instituto de Arte Contemporáneo, un fabuloso edificio del estudio de arquitectura Diller Scofidio + Renfro que acoge salas de exposición, una librería, un teatro y un restaurante.
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Sala de lectura de la biblioteca pública de Boston, Massachusetts (EE UU). Alamy
Entre libros y conciertos
Además de la oportunidad para adentrarse en terrenos artísticos, el viajero podrá entrar en el Museo de Ciencia, pegado al río Charles, con un planetario y un teatro que tiene una tremenda pantalla en formato IMAX. Además, en la ciudad espera un zoológico que acoge un centenar de criaturas que han sido rescatadas de distintas situaciones peligrosas; su origen se encuentra en 1830, a cargo de la Sociedad de Boston de Historia Natural. Era la etapa en la que Estados Unidos estaba buscando su identidad, ya desligado del dominio británico, y que iba a ver construirse edificios tan bellos como la biblioteca pública, en 1848, con una sala principal de lectura espectacular.
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Dos personas contemplan la instalación ‘Seeing is Decieving’ (la vista engaña) en el Museo de la Ciencia. Jim Davis GETTY IMAGES
Fue la primera gran biblioteca municipal del país, y se puede acceder de forma gratuita. No se arrepentirá el que pise sus salones y vea sus cuadros o su patio interior ajardinado. Está en una plaza junto a la iglesia de la Trinidad, del llamado románico richardsoniano (nombre tomado del arquitecto estadounidense Henry Hobson Richardson) que se desarrolló como variante de la arquitectura neorromántica. La biblioteca, entre las más grandes del país con la del Congreso, en Washington, y la de Harvard, posee unos 15 millones de libros, 600.000 fotografías y 350.000 mapas antiguos, y fue ideada por Rafael Guastavino, que emigró en 1887 desde Valencia y que había patentado un sistema de arco de baldosas con el que triunfó en multitud de lugares en Norteamérica.
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Fachada del Teatro Orpheum, un referente en la ciudad estadounidense para la música en vivo. BirchTree Alamy
Esta jornada cultural entre museos y bibliotecas puede seguir con otro sitio muy particular: la Biblioteca y Museo Presidencial de John F. Kennedy, cuna de los papeles y la correspondencia original de la Administración del que fuera el huésped de la Casa Blanca número 35.
Y, al final del día, qué mejor para el turista melómano que sentarse a escuchar buena música, continuando en edificios erigidos en años decimonónicos, como el Boston Music Hall, de 1852, que sería a finales de la centuria la sede de la Orquesta Sinfónica de Boston. En 1906 pasó a llamarse Teatro Orpheum y hoy es un referente para la música en vivo de muchos solistas y grupos de diferentes estilos. Asimismo, tenemos a la archiconocida Orquesta Boston Pops, que se fundó en 1885 para abordar tanto música clásica como éxitos del teatro musical; sus discos, en su día, fueron en su género los más vendidos del mundo. A todo ello habría que añadir la Orquesta Sinfónica de Boston, nacida en 1881, cuya sala de conciertos es el Symphony Hall y que está considerada una de las cinco más importantes del mundo.
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Estatua de bronce de Edgar Allan Poe en la plaza que lleva su nombre. Randy Duchaine Alamy Alamy
En cualquier caso, se haya conocido ya la ciudad o no, se puede volver siempre a Boston leyendo a uno de sus autores más célebres, homenajeado con la estatua Poe Returning to Boston, en la Edgar Allan Poe Square, en una esquina del Common; el mismo parque donde hay otra obra titulada Learning, con un joven sentado leyendo un libro, simbolizando el permanente anhelo por formarse y aprender.
Toni Montesinos es autor de ‘La ofensiva K de Kafka. Un escritor sagrado y puro’ (Báltica, 2021).
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