Debilitar a la UE con la ayuda del General Invierno


La Unión Europea afronta un invierno de tensión en su flanco oriental. La escalada del desafío del régimen bielorruso en la frontera con Polonia a través del envío de cientos de migrantes se suma a la tensión acumulada en materia de suministros de gas procedentes de Rusia. Ambos episodios encajan perfectamente con el largo historial del Kremlin de acciones dirigidas a poner en dificultad a sus adversarios occidentales, fomentando la desunión entre ellos, la discordia en sus sociedades, dando alas a opciones políticas desestabilizantes, explotando los límites intrínsecos de las democracias o de un club con las peculiaridades de la UE.

En el caso de la crisis en la frontera con Polonia, no es fácil trazar la línea exacta de las responsabilidades entre Moscú y Minsk, pero sí se puede observar que no es creíble pensar que se trata de una operación que no haya contado con el aval, como mínimo, o hasta con apoyo del Kremlin. La fuerte dependencia de Bielorrusia de Rusia y su escasa capacidad diplomático-logística para orquestar una operación de estas características, las palabras oficiales de Moscú y cierta satisfacción privada en ambientes moscovitas, así como la reacción de líderes como Merkel inducen a esa conclusión.

La operación migratoria busca tensar un asunto sensible en la UE, un apartado irresuelto en el que se notan contradicciones entre valores e intereses, y brechas entre capitales. Polonia se sitúa en un extremo de este escenario, y es evidente que se trata de agitar ese problema, propiciar respuestas excesivas de Varsovia, subrayar la discrepancia entre el impulso para un control comunitario de fronteras y los instintos polacos a retener esas competencias.

El contexto, pues, es claro en sus rasgos generales. Más difícil es interpretar por qué se haya tomado la decisión de escalar la crisis ahora. Sin embargo, es posible apuntar líneas de reflexión.

La escalada se produce en un momento de gran tensión entre Polonia y el resto de la UE (salvo Hungría). Puede haber un deseo de forzar nuevas discrepancias —sobre cómo gestionar la frontera o la intensidad de las sanciones—. La apuesta tiene lógica, aunque no cabe descartar que prime la unidad, y el bumerán vuelva atrás.

En segundo lugar, la crisis se agudiza en la fase pos-Afganistán, un periodo turbulento para Occidente, marcado por fricciones entre EE UU y la UE, y una consecuente —irresuelta— reflexión sobre el futuro estratégico de los Veintisiete y cómo responder a amenazas híbridas. Fuentes europeas creen que testar a la UE en este momento es parte del cálculo. Precisamente ayer, el Alto Representante, Josep Borrell, empezó a difundir las líneas maestras de la Brújula Estratégica en la que Bruselas trabaja hace tiempo.

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Después, debe considerarse que si bien Minsk lleva meses impulsando esta táctica, es ahora, con el frío, cuando se maximiza el impacto —sobre las personas, y en los medios— de la misma. La imagen de cientos o miles de migrantes en la intemperie en estos momentos sacude doblemente las conciencias y complica muchos los equilibrios de gestión. La vieja lógica del General Invierno puede ser un factor aquí, como sin duda lo es en el gas. Ayer los precios bajaron tras señales de incremento del suministro, pero el historial de las últimas semanas ha provocado inquietudes que no se resuelven en pocos días.

El momento de transición de poder en Alemania, con la relevancia absoluta que tiene Berlín en materia de políticas hacia el Este, es otro factor que puede ser parte de los cálculos.

Por último, debe considerarse la complejidad logística de la operación. Tras meses engrasando la maquinaria para transportar a migrantes desde otros países, sin duda ahora funciona de manera más eficaz para los fines para los que se pensó.

La frontera entre Polonia y Bielorrusia es un pequeño abismo. Cuando cayó el muro de Berlín, ambos países se hallaban en situaciones similares. La esperanza de vida rondaba los 71 años en ambos casos. Hoy, la de la Polonia, miembro de la UE, roza los 80, la de Bielorrusia los 75.

Un nuevo pulso entre dos mundos está en marcha. El objetivo no son beneficios a corto plazo —es poco creíble pensar que la UE ceda ahora— sino crear turbulencias en el presente, y cobrar en el futuro el dividendo de haber demostrado que puede hacer daño.

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