Delta del Ebro, horizontes rebosantes de vida



La brisa empuja suavemente la bicicleta en el último tramo del Camino de Sirga, el sendero que cruza el delta del Ebro siguiendo el curso del río hasta la desem­bocadura. Son 30 kilómetros de ruta señalizada que a su paso muestran infinitos campos de arroz, bosques de ribera, juncos y cañas, y una gran variedad de aves acuáticas que en esta época del año sorprenden a cada momento con su elegante vuelo y sus bailes sobre el agua. Y al final del camino, la playa de Migjorn, punto estratégico para contemplar desde su mirador la isla de Buda y la laguna de La Alfacada. También es un lugar perfecto para detenerse a tomar un baño o andar por la orilla tantos kilómetros como se desee.


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Ruta ciclista a la laguna de la Encayissada, en el delta del Ebro (Tarragona). e. díaz getty

El delta del Ebro es uno de los mayores humedales del Mediterráneo, con 320 kilómetros cuadrados cuajados de vida y espléndidos paisajes que la mano del hombre ha sabido cincelar y aprovechar para transformarlo en un hábitat amable. Este territorio es punto de bienvenida para numerosas especies de aves —se cuentan más de 300—, muchas de las cuales hacen estadía durante todo el verano. Una naturaleza acogedora que permite ser disfrutada lentamente, sin tumultos, a ritmo de bicicleta y de paseos, de buena comida y largas siestas, de contemplación curiosa y veladas para deleitarse con el cielo estrellado y limpio de impurezas. Y es que el delta es tan llano que todo parece asequible, incluso el cielo.

Las dunas y el viento intenso hacen las delicias de los aficionados al kitesurf en la playa de Riumar

El Ebro divide en dos mitades este universo de arrozales, idénticas y muy distintas a la vez. Mientras que la zona norte, delimitada por la bahía del Fangar, ofrece inmensas playas de dunas, la del sur se caracteriza por albergar las dos lagunas mayores, la de la Encanyissada y La Tancada. La mejor manera de recorrerlas es alquilar una bicicleta y salir a primera hora de la mañana para acometer la ruta de unos 26 kilómetros que bordea este paraíso de agua y aves, y que ofrece diversos miradores en los que detenerse para contemplar grupos de flamencos tomando el sol y levantando el vuelo al oír el más leve ruido.


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El faro del Fangar, en el extremo norte del delta del Ebro. CARLES NAVARRO age

El pedaleo despierta el apetito y es un acierto. La gastronomía es uno de los grandes placeres que ofrece el delta. Ante un arroz hecho al punto, de sabor equilibrado, uno no puede más que rendirse y disfrutar. La economía deltaica es básicamente agrícola, y el arroz se impone como el cultivo más extenso, seguido por la huerta y la pesca. Y esos tres sectores son la base de una oferta gastronómica riquísima que se puede degustar en muchos restaurantes y casas de comida de probada solvencia. A los arroces con pato, marisco, verduras, cangrejo… se añaden los tradicionales guisos de anguila —en salsa o curada—; los mejillones a la marinera, fantásticos en verano; las ostras, las ortigas rebozadas… Y unos postres de raíces árabes entre los que destacan los pastissets clásicos de cabello de ángel, que actualmente se versionan con numerosos rellenos; el menjar blanc, elaborado con harina de arroz, leche y canela, y un gran abanico de cocs, bizcochos con sabores muy diversos, todos ellos artesanos. La tradición de elaborar dulces caseros se ha mantenido desde siempre en los restaurantes, así que conviene dejar un hueco para ellos.

El delta del Ebro es uno de los mayores humedales del Mediterráneo, con 320 kilómetros cuadrados

Cerca de estas dos grandes masas de agua dulce se halla Poblenou del Delta, un pequeño pueblo de casas blancas y altas palmeras con la mayor densidad de restaurantes por calle de la zona. A los establecimientos de toda la vida, con una carta clásica de especialidades deltaicas y arroces como Cal Faiges  o Can Paquita (Ronda dels Pins, 5; 977 74 14 52), se han sumado otras propuestas más contemporáneas como Poblet i Marieta (Ronda dels Pins, 19; 623 04 27 79), Lo Pati d’Agustí  y también el restaurante del hotel L’Algadir del Delta (Ronda dels Pins 27-29; 977 74 45 59), que se califica como bike friendly y ofrece a sus clientes aficionados al cicloturismo todas las facilidades.


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atardecer desde la Barra del Trabucador, en el delta del Ebro. ELOI OMELLA getty

Atardeceres salinos
Los estragos que dejó el temporal Gloria el pasado mes de enero se evidencian en un paseo por el litoral deltaico. La Barra del Trabucador fue una de las zonas más dañadas y todavía se trabaja para recuperar esta franja de arena que conduce hasta la Punta de la Banya, donde se halla una importante explotación de sal. El Trabucador es uno de los lugares más icónicos del delta, sobre todo al atardecer, cuando el sol se oculta detrás del Montsianell y los últimos rayos se reflejan en el agua de la bahía dels Alfacs. Otros puntos que sufrieron la embestida del Gloria fueron la playa de La Marquesa, donde comienza la muy recomendable excursión hasta el faro de la Punta del Fangar en la parte norte del delta, en pleno parque natural. Son unos seis kilómetros de ida y vuelta contemplando el vuelo de las aves marinas y una bella aunque menguante zona dunar. Migjorn sería el tercero de los lugares damnificados; el brazo de río que dibuja la isla de Buda desemboca en esta playa. La cercana ínsula y sus lagunas de agua dulce también forman parte de esta terna de lugares que necesitan de una rápida intervención antes de que aparezca un nuevo Gloria.


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Un crucero turístico en Riumar, en el delta del Ebro. BERND. J. W. FIEDLER age

Aun así, las playas del delta conservan sus principales cualidades: kilómetros de arena con una baja densidad de visitantes, lo que permite tener la absoluta sensación de intimidad. Perfectas para dar largos paseos por la arena, sentarse bajo la sombrilla a disfrutar de una buena lectura o tumbarse al sol sin apenas oír ningún ruido, continúan siendo amplias, salvajes y solitarias. En el hemidelta derecho (o sur), además de Migjorn, se hallan los arenales de Aluet, Eucaliptus, Serrallo y La Platjola; en el izquierdo (norte) destacan la playa de Riumar, la ya citada de La Marquesa y la de Fangar, con altas dunas y viento intenso que hace las delicias de los aficionados al kitesurf.


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Una degustación de ostras del delta. GETTY IMAGES

Al delta del Ebro hay que conocerlo por tierra y por agua. Existen numerosas empresas que organizan rutas como Riu a l’Ebre. No hay mejor sensación que dejarse llevar río abajo por la corriente, con la brisa empujando el kayak mientras se contempla la vida que surge en las orillas”, comenta María José Vergés, que junto con Joan Franch son el alma mater de la compañía. Una vez llegados a la desembocadura, la bicicleta espera para regresar por intrincados caminos hasta la población de Deltebre. Otra opción es navegar en kayak por la bahía del Fangar para llegar hasta las mejilloneras (miradorbadia.com), donde se realiza una degustación de este marisco cultivado en las cálidas aguas mediterráneas acompañado de una copa de cava. O surcar el mar a bordo de la Skipper Black la lancha que pilota Elisabet Casanova y que ofrece una amplia variedad de rutas para recorrer el acuático entorno, así como actividades de pesca e itinerarios a la carta. La bahía dels Alfacs no se queda atrás en propuestas lúdicas y gastronómicas. Musclarium   ofrece degustación de ostras y mejillones en un espacio fantástico. Eso sí, es recomendable acudir al caer la tarde para contemplar la puesta de sol desde la mejillonera. Las lanchas parten desde la población de Sant Carles de la Ràpita, así que una buena opción es quedarse a cenar en este antiguo pueblo de pescadores después de la experiencia en alta mar. En La Ràpita hay muchísimos restaurantes con una oferta exquisita de pescado y marisco fresco, así como un agradable paseo marítimo perfecto para caminar un rato después de la cena.


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Travesía a bordo de una tradicional barca de ‘perxa’ en el delta del Ebro. Gonzalo Azumendi age

En el otro extremo, al norte del delta, se halla otra importante población turística, L’Ampolla, también de esencia marinera. Y aunque esta se baña en las aguas de la bahía del Fangar, posee, al igual que La Ràpita, un paseo marítimo en el que se alinean buenos restaurantes con terrazas que miran al Mediterráneo, así como un abanico de pequeños y rocosos arenales de aguas transparentes que crean adicción. Entre ellos destacan las calas Maria y L’Ascaret, y un poco más al norte, en la zona de Cap Roig, la cala Perales, donde se halla el restaurante homónimo (perales.cat), que abrió hace 40 años y sigue siendo un referente por sus deliciosos arroces.
Universo azul y verde
El delta también hay que conocerlo por aire, contemplando desde el cielo su característica figura, con sus brazos extendidos y su acuática espina dorsal. Para ello se puede elegir entre un globo aerostático que durante poco más de una hora se eleva lenta y sutilmente hacia lo alto, mientras a nuestros pies se va dibujando la perspectiva aérea del universo verde y azul que configura el delta, o un paramotor, emulando, gracias a la empresa Cebolla Voladora, a la amplia población de aves deltaicas.


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Flamencos en la laguna de La Tancada, en el delta del Ebro. Marcelo Quaglia age

Para tener una visión más científica, pero muy amena, del delta del Ebro disponemos de dos visitas ineludibles. Una de ellas pasa por MónNatura Delta el centro de interpretación de este maravilloso entorno, que cada mes de septiembre organiza el Delta Birding, uno de los encuentros de ornitología más importantes de España (aunque la edición de este año ha sido cancelada a causa de la pandemia de la covid-19). La segunda visita es al Ecomuseo del Parque Natural del Delta del Ebro, ubicado en la población de Deltebre (Doctor Martí Buera, 22), que hace un recorrido por la flora y fauna del territorio y explica el proceso de su formación. Una vez conocida la teoría, se puede visitar in situ un arrozal para experimentar qué se siente al poner los pies en el barro húmedo y suave, mientras aprendemos cómo se tira un rall, una forma ancestral de pesca que aún utilizan los mayores del delta. Para ello hay que realizar un ecosafari cultural con Delta Polet, empresa familiar en la que los dos Josep Bertomeu, padre e hijo, enseñan las tradiciones más arraigadas de la zona y una forma de ver la vida que venera a los ancestros y respeta el entorno. Los secretos del cultivo del arroz se desvelan en el centro La Torra de Camarles (avenida de la Torre, s/n; 977 47 00 40) , inaugurado en 2016 y cuyas visitas guiadas de la mano de Elies Rué son excepcionales y nos dan una clara idea de cómo ha evolucionado este territorio en los últimos cien años.
Después no queda más que maravillarse ante las luces del delta, su orografía plana, su personalidad acuática y su sol mediterráneo, que procuran unos amaneceres y atardeceres difíciles de olvidar. Ingredientes para una escapada en la que valores como la desconexión, la autenticidad y el contacto con el entorno cobran verdaderamente sentido.

En clave ecológica

La apuesta por un modelo de turismo sostenible se extiende cada vez más en el delta, una tierra frágil y cambiante que así lo demanda. Alojamientos rurales, pequeños hoteles y restaurantes ofrecen estancias ligadas a actividades como las de Delta Polet, que combinan la bicicleta y el kayak; excursiones en bicicleta eléctrica y gastronomía con ingredientes kilómetro cero. Deltaic Eco, Hostal Cling 43, Hotel L’Algadir, Delta Hotel, Hotel Rull o Cases del Delta son alojamientos acreditados con la Carta Europea de Turismo Sostenible que otorga la organización internacional Europac, cuyos programas promueven, a grandes rasgos, el reconocimiento del espacio natural como herencia de futuro y el desarrollo del turismo sostenible teniendo en cuenta el medio ambiente, las necesidades de los visitantes y las de la población local.
Otra buena propuesta es conocer e incluso alojarse en una barraca tradicional, antigua construcción que los payeses habitaban durante la temporada del arroz, de abril a finales de septiembre. Construidas con cañas, barro y carrizo, desde la década de 1990 se han ido recuperando y actualmente funcionan como una atractiva alternativa al turismo convencional. En general se hallan ubicadas en entornos 100% naturales y, como se suele afirmar, poseen las virtudes de las cosas que han sobrevivido generaciones, un aislamiento excepcional y un gran encanto. De esta nueva generación de barracas destacan las de Salvador la Barraca Vilbor (casadeldelta.com). En el centro de interpretación de las barracas ubicado en el pueblo de Sant Jaume d’Enveja (santjaumeturisme.com) se muestra la génesis y desarrollo de estas características construcciones centenarias con maquetas y fotos históricas.

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