Descenso Reale


Pues ‘Alea iacta est’. Y la suerte está echada para mal. Ya sabemos, no hace falta ser Rappel, lo que sucederá dentro de dos o tres jornadas después de que el Espanyol se acabara de inmolar en el Reale Arena (Anoeta para los que pasan de patrocinios) tras una derrota dura y posiblemente injusta, pero que ahí queda. Ni el empate le servía para seguir con vida.



Algunos seguirán dando la tabarra con las martingalas habituales de cada final de temporada, que si mientras hay vida hay esperanza, que mientras matemáticamente sea posible… Rien de rien. C’est fini. A diez puntos de la permanencia que marca el Celta, y con solo quince por disputarse, no conviene engañar y encabronar aún más al aficionado perico. El Espanyol es virtualmente equipo de Segunda División, la mal denominada categoría de ‘plata’ porque es improbable que haya un metal tan precioso en el ‘infierno. Ahí el Leganés le acompañará de la manita y posiblemente también el Mallorca a no ser que a alguno de los de un poco más de arriba les dé una buena pájara.

El Espanyol, por lo visto en Donostia y ante el Real Madrid, descenderá con la cabeza alta si mantiene el futbol que ha hecho desde la llegada de Rufete al banquillo y a pesar de las dos últimas derrotas. Es lo menos, eso sí, que se les puede pedir a unos jugadores que empezaron la temporada soñando en Europa y que un año después comenzarán la siguiente a pico y pala en Ponferrada o Miranda de Ebro, y no precisamente haciendo turismo rural.

No todos, sin embargo, estarán. El director deportivo, entrenador o lo que haga falta Rufete ha dejado claro con sus alineaciones que los canteranos asumirán el poder. Será (es ya) la hora de los Víctor Gómez, Melendo, Melamed, Campuzano y compañía. A otros, gracias por los servicios prestados y buena suerte.

El Espanyol 2020-21 debe arrancar ya. Que nadie espere un milagro. Alea iacta est.


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