Desigualdades subsanables

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Un estudio realizado con datos del Instituto Vasco de Evaluación e Investigación Educativa sobre el impacto del primer año de la pandemia en el rendimiento de los escolares ha revelado que el cierre de colegios y las limitaciones posteriores provocaron una pérdida global equivalente al 13% del curso escolar. Es un porcentaje recuperable y, en todo caso, menor que la pérdida observada en otros países. Pero el estudio vasco ha deparado una constatación inesperada que exige la atención de las autoridades educativas: el impacto ha sido mucho mayor en los centros públicos que en los concertados.

Ese 13% de pérdida global se reparte de forma muy desigual y la titularidad del centro resulta un factor determinante. Mientras que en la red pública la pérdida alcanza el 30%, en la concertada es del 2%. En el caso de las Matemáticas, que es una de las tres materias analizadas, la diferencia todavía es mayor: con una pérdida global equivalente al 25% del curso escolar en el conjunto de los alumnos, en los centros públicos alcanza el 54%, es decir, el equivalente a medio curso de aprendizaje, mientras que en los concertados se queda en el 7%.

Las pruebas de nivel previas a la pandemia no habían mostrado diferencias remarcables de resultados entre ambos sectores educativos. Durante la pandemia ya se advirtió que el cierre de los colegios podía incrementar las desigualdades, pues los hijos de las familias más desfavorecidas estarían en peor situación ante la educación a distancia. Si, como se desprende del estudio, la titularidad del centro supone un factor determinante, debe investigarse a qué se deben esas diferencias. Los centros concertados tienen mayor autonomía y han podido afrontar la pandemia con más rapidez y flexibilidad pero, además, las familias contribuyen económicamente de diferentes maneras, lo que les permite disponer de más recursos y estar mejor dotados para afrontar la enseñanza telemática.

Cualquiera que sea el motivo, las diferencias observadas son un toque de atención y corroboran la necesidad de reforzar la enseñanza pública, especialmente en lo que concierne a la brecha digital. El sistema educativo tiene ahora el reto de convertir una situación adversa como ha sido la pandemia en una fuente de aprendizaje. La caída de la natalidad hace que el número de alumnos sea cada año menor. Deberían aprovecharse esta circunstancia y los recursos docentes adicionales movilizados durante la pandemia para reducir la ratio de alumnos por aula y mejorar su atención personalizada.


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