Despega el turismo

Turistas en la Plaza de España en Sevilla.
Turistas en la Plaza de España en Sevilla.PACO PUENTES / EL PAÍS

En la economía mundial, el turismo ha sido castigado por las limitaciones a la movilidad impuestas por la extensión de la pandemia. España es una de las principales potencias globales y lo está sufriendo de forma grave. El turismo extranjero se desplomó en 2020 y, pese a las tibias señales de recuperación, también ha seguido lastrado en lo que llevamos de año. Lejos quedan los registros en número de visitantes y en ingresos que dejó 2019, un nuevo año récord. Siguen acusándose las consecuencias de las restricciones impuestas por las autoridades de los países de origen, fundamentalmente de aquellos europeos que son tradicionalmente nuestros principales visitantes. Es el caso destacado de británicos y alemanes: juntos representan una tercera parte de todos los turistas extranjeros. Esa ausencia de europeos tampoco está siendo compensada con los provenientes de otros países. El resultado sigue siendo un desplome de la actividad económica del sector con respecto a 2019, tanto en términos absolutos como en su contribución al PIB de la economía española.

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Los visitantes nacionales, sin embargo, han recuperado este año la caída del año anterior y, con los datos del INE, se confirma que el número de pernoctaciones de residentes ha deparado el julio más elevado de la historia estadística, incluido el de 2019. No es en modo alguno la tabla de salvación de un sector muy castigado, pero ha contribuido a contener males peores.

Si la pandemia no arrecia de nuevo y sigue bajo control, es de esperar que la recuperación del sector se intensifique. Las autoridades están haciendo lo que deben. La lucha contra la extensión del virus es eficaz y condición necesaria para la reactivación económica, pero lo es en mayor medida todavía para transmitir seguridad a los turistas extranjeros. Los buenos resultados en la campaña de vacunación aportan confianza y contribuirán, si no hay sustos imprevistos, a normalizar los flujos de extranjeros hacia nuestros destinos.

Al margen de las condiciones actuales, sin embargo, hay una oportunidad para que las empresas del sector revisen o actualicen sus propias estrategias y propuestas de ocio con vistas a fortalecer la competitividad del sector y enriquecer su menú: la oferta cultural española sigue siendo extraordinaria y a veces no parece ser el polo de atracción que merece. Sin renunciar al sol y la playa, el espectro de imanes a escala internacional puede multiplicarse, incluso a riesgo de rebajar la cantidad en favor de la calidad.

Ese valor añadido merece un tratamiento distintivo que apueste por multiplicar los modelos capaces de exprimir y rentabilizar los atractivos artísticos, históricos, culturales o gastronómicos del conjunto de la geografía española. Pero también es necesario mejorar la calidad de la función empresarial del sector, profesionalizar más la gestión, aprovechar las oportunidades de inversión que ofrecen los fondos europeos para mejorar la sostenibilidad medioambiental de nuestros destinos tradicionales y avanzar en los procesos de digitalización y racionalización organizativa de toda la cadena de valor en la que descansa el sector. Se trata, en definitiva, de introducir una perspectiva temporal más amplia y satisfacer las exigencias presumibles de nuevos visitantes con demandas más selectivas y mayor poder adquisitivo


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