Diada de división ante la mesa de diálogo


Ni la reciente salida de prisión de los líderes independentistas indultados ni la inminencia de la crucial mesa de diálogo sobre el conflicto en Cataluña sirvieron este sábado para que la Diada mostrara unidos a los dirigentes que gobiernan la Generalitat. La tradicional manifestación secesionista con la que cada año arranca el curso político en Barcelona reunió en esta ocasión a los más escépticos con el proceso de diálogo y especialmente a quienes siguen abogando por la vía unilateral que en 2017 se demostró fracasada. Con todo, el presidente catalán, Pere Aragonès, intentó presentar la demostración de fuerza independentista como un ariete para llegar con más fuerza al foro de diálogo de la próxima semana.

Ni los organizadores de la marcha —Òmnium Cultural y la Assemblea Nacional Catalana (ANC), alineada con los sectores más duros del independentismo— ni el Govern esperaban una manifestación tan masiva como las que hubo en el punto álgido del procés. Con toda la comunidad autónoma recién salida de las restricciones de reuniones por la pandemia —levantadas el día antes de la manifestación— y con los proyectiles entre partidos independentistas volando cada día en el seno de la administración catalana, muchos habituales manifestantes no encontraron esta vez oportuno acercarse al centro de Barcelona.

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219 autocares movilizados

Con todo, no fue una manifestación menor. Salieron a la calle 85.000 personas según cálculos de este periódico y 108.000 según los de la Guardia Urbana de Barcelona. Los organizadores elevaron la cifra hasta los 400.000 participantes. EL PAÍS ha calculado la cifra multiplicando la media de personas por metro cuadrado por la superficie total del tramo por el que discurrió la marcha. El recorrido se dividió en 12 tramos, con diferentes densidades de manifestantes.

La ANC presumió de haber logrado de las mayores marchas celebradas en Europa desde el inicio de la pandemia. Eso sí, para comparar con anteriores ediciones, de los 1.200 autocares movilizados en 2019 este sábado solo hubo 219.

Pero los cambios de la manifestación fueron mucho más allá de las cifras. La Diada solía ser el día en el que los independentistas aparcaban sus rencillas y exhibían unidad “ante Madrid”. Y ninguno de los partidos se atrevía a rechistar ante los posicionamientos de la todopoderosa ANC, el principal catalizador social de las bases secesionistas.

Este sábado, ya antes de la manifestación se vio cómo Esquerra Republicana, con Aragonès al frente, pretendían buscar en la movilización de la jornada el apoyo para llegar con fuerza a la mesa de diálogo. “Necesitamos ir a la mesa de negociación con toda la fuerza del pueblo de Cataluña”, dijo la consejera de Presidencia, Laura Vilagrà (ERC) en la ofrenda a Rafael Casanova. El contrapunto de sus socios de Junts lo ofreció Laura Borràs, tras un polémico acto institucional en el Parlament criticado por partidista por casi todas las fuerzas. Borràs, en representación del ala más escéptica con el diálogo, aseguró que la mesa servirá para ver “cuál es el valor de la palabra” de Pedro Sánchez y aseguró que a los suyos “no les temblarán las piernas” ante el Gobierno.

La división tuvo su representación en la manifestación. Los organizadores evitaron ya de entrada que los políticos la encabezaran. Estos se repartieron a lo largo de toda la marcha. En el caso de Aragonès fue recibido con una mezcla de gritos de “presidente” y abucheos en su incorporación al recorrido. Más tensión hubo cuando la manifestación pasó junto a la comisaría de la Policía Nacional de Via Laietana, sede habitual de protestas del independentismo. Algunos encapuchados —pocos y que se infiltraron en la manifestación— forzaron las vallas de seguridad y lanzaron rollos de papel higiénico con frases impresas del Rey. Posteriormente hubo algunos lanzamientos de huevos y botellas y un grupo de alborotadores acabó por arrancar las vallas que protegían las instalaciones. Los Mossos d’Esquadra redoblaron el cordón de seguridad para evitar males mayores y no hubo cargas.

Los carteles que podían verse en la manifestación eran bastante ilustrativos de lo que esperan del diálogo las bases del independentismo más acérrimo: “Ya basta de políticos títere. La independencia no se pide, se toma”, rezaba una de las más grandes. “Exigimos la independencia”, eran los más frecuentes. El lema oficial de la manifestación, que además de la ANC estaba apoyada por Òmnium Cultural y la Asociación de Municipios por la Independencia, era “Luchemos y ganemos la independencia”.

La presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, utilizó su discurso para entroncar con esta sensibilidad: “La autodeterminación no se mendiga, se ejerce”, dijo en una referencia velada a la mesa de diálogo. Pero llegó más lejos al emular a su predecesora Carme Forcadell cuando ya en 2014, en la misma manifestación, exigió al entonces presidente Artur Mas, convocar el referéndum. El ”president ponga las urnas” de 2014 se transformó este sábado en un: “President, haga la independencia”. Y es que la ANC sigue reivindicando que los catalanes ya se han mostrado a favor de la secesión primero en el referéndum declarado ilegal por la justicia de 2017 y posteriormente en las elecciones autonómicas del pasado febrero que arrojó un 52% de votos independentistas pero con una participación que solo alcanzó el 53,5% del censo.

Tras la manifestación, los Mossos d’Esquadra detuvieron a dos personas, una por desórdenes públicos y otra por atentado a la autoridad, durante unos incidentes que se registraron en la Via Laitena de Barcelona, frente al edificio de Jefatura de la Policía Nacional, cuando varios manifestantes lanzaron objetos contra los mossos que custodiaban el edificio.

El Prat en la recámara

La manifestación de este sábado es el primer episodio de una semana que se prevé trepidante en la política catalana. El siguiente episodio será el próximo jueves o viernes, cuando tiene previsto reunirse la mesa de diálogo a la que el independentismo va con solo dos propuestas que el Gobierno rechaza de plano: un referéndum de independencia y la amnistía para todos los condenados por el procés. Pero hay otro hito que inquieta a casi todos los partidos: la manifestación ecologista del próximo domingo convocada inicialmente para rechazar la ampliación del aeropuerto de El Prat y que se mantiene pese a la suspensión del proyecto. La marcha, alentada especialmente por Catalunya en Comú, el referente catalán de Podemos, reunirá a todo tipo de colectivos ambientalistas, partidarios del decrecimiento turístico y colectivos pro vivienda pública. Y preocupa al resto de partidos porque no logran prever cuál será su magnitud y su influencia en un momento en el que el debate del aeropuerto ha desplazado a un segundo plano la cuestión nacional. Algunos, como ERC prevén sumarse a la misma si bien hasta hace pocos días defendían la ampliación del aeropuerto.

El otro ojo del Gobierno catalán está puesto en las patronales catalanas, muy molestas con la actitud de la Generalitat con el aeropuerto. De ahí que el Govern observe también los movimientos de las patronales, que están organizando un gran acto para reivindicar los proyectos de crecimiento económico a mediados de octubre. La calle dejará paso entonces a reuniones más discretas.


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