Disección del discurso de Putin: mentiras y medias verdades para justificar la movilización de reservistas

Disección del discurso de Putin: mentiras y medias verdades para justificar la movilización de reservistas

El presidente ruso, Vladímir Putin, desplegó el miércoles toda su retórica propagandística para intentar convencer a su población de que es inevitable el impopular decreto que abre la puerta a la movilización general de la población —de momento afecta a 300.000 reservistas— para hacer frente a la contraofensiva ucrania. En un discurso plagado de mentiras, que aluden al supuesto “régimen neonazi” que gobierna Ucrania y a un Occidente que odia a Rusia, Putin hizo gala de las habituales narrativas de desinformación que el Kremlin repite para justificar una guerra a la que todavía no ha llamado guerra.

La rusofobia

Desde que el 24 de febrero Putin ordenara la invasión de Ucrania, ha intensificado su discurso sobre la rusofobia o el supuesto odio de Occidente hacia Rusia para construir la imagen de un país cercado por enemigos cuyo objetivo es borrarlo del mapa. “El propósito de este Occidente es debilitar, dividir, y, finalmente, destruir nuestro país”, ha señalado Putin, que ha acusado a Occidente de jactarse de haber logrado la desintegración de la Unión Soviética, cuyo derrumbe obedeció en realidad a una multiplicidad de factores. “Y ahora ha llegado el momento [según los deseos de Europa y Estados Unidos] de que Rusia se desintegre en muchas regiones”, ha advertido el mandatario.

Putin, durante su discurso televisado este miércoles.
MAXIM SHIPENKOV (EFE)

Para sustentar tales acusaciones, Putin recurre a la técnica de las medias verdades. Un ejemplo claro es su afirmación de que Occidente ha alentado “a las bandas terroristas internacionales en el Cáucaso y ha promovido la infraestructura ofensiva de la OTAN cerca de nuestras fronteras”. Si bien es cierto que la Alianza Atlántica ha multiplicado sus recursos en los países fronterizos con Rusia, ese aumento se produjo principalmente a partir de 2014, cuando Rusia se anexionó la península ucrania de Crimea tras un referéndum que violó la legalidad internacional. Además, Moscú acusa sin pruebas a Occidente de haber alentado el terrorismo en el Cáucaso, una región donde confluyen complejas rivalidades étnicas, religiosas y culturales.

Un régimen neonazi gobierna Ucrania

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Una de las características de la desinformación prorrusa es precisamente su repetitividad. “A pesar de todas las afirmaciones descabelladas que vierten, los medios de comunicación pro Kremlin a menudo suenan como un disco rayado que se limita a dar un par de mensajes básicos para el público nacional e internacional”, aseguran expertos de EUvsDisinfo, un equipo de la Unión Europea especializado en combatir las mentiras rusas sobre Europa. Es justo lo que ha ocurrido con las constantes referencias a Ucrania como un país gobernado por neonazis, una palabra que Putin repitió hasta en 11 ocasiones en su discurso del miércoles.

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La narrativa del nazismo es, precisamente, una de las favoritas del Kremlin, porque sirve para exaltar la Gran Guerra Patriótica —el nombre que Rusia da a la II Guerra Mundial— y la resistencia de la Unión Soviética frente a la Alemania de Adolf Hitler. En esta ocasión, también le ha valido a Putin para atribuir a los ucranios las ejecuciones masivas y torturas perpetradas por los invasores rusos en las tierras que Kiev ha liberado. “[Las tropas rusas] han visto y están viendo las atrocidades que los neonazis están cometiendo en las áreas ocupadas de la región de Járkov”, ha llegado a decir el presidente ruso, en alusión a los cadáveres enterrados y con signos de tortura encontrados en lugares como Izium, recientemente recuperados por las tropas ucranias.

Ucrania sigue siendo una amenaza para Rusia

La amenaza que Ucrania suponía para los rusos fue uno de los argumentos esgrimidos en la antesala de la invasión para justificar lo que Putin insiste en llamar “operación especial militar”. El miércoles lo volvió a emplear: “El actual régimen de Kiev informó sobre sus intenciones de conseguir armas nucleares”. Pero la frase es de nuevo una media verdad, porque Ucrania no ha dicho abiertamente que pretenda hacerse con armamento atómico. Con ella, Putin hace referencia a la intervención del presidente ucranio, Volodímir Zelenski, en la cumbre de Múnich del 19 de febrero, cuando amenazó con romper el Memorándum de Budapest, firmado en 1994. De acuerdo con aquel tratado, Ucrania aceptó renunciar a todo su arsenal nuclear procedente de la época soviética, mientras Rusia, Estados Unidos y Reino Unido se comprometieron a garantizar su seguridad e integridad. Lo que Zelenski dijo literalmente fue lo siguiente: “Desde 2014 [cuando Rusia se anexionó la península de Crimea], Ucrania ha intentado tres veces convocar consultas con los Estados garantes del Memorándum de Budapest. Tres veces sin éxito. Hoy, Ucrania lo hará por cuarta vez. Esta es mi primera vez como presidente. Pero tanto Ucrania como yo vamos a hacerlo por última vez”.

Ucrania ataca a los rusos de su propio territorio

Putin ha acusado a Ucrania de atacar a la población de habla rusa de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, “unos cinco millones de personas”, que, según el presidente ruso, viven “bajo el constante fuego de la artillería”. Según el jefe del Kremlin, las tropas ucranias atacan objetivos civiles como “hospitales y escuelas”, agresiones de las que no existen pruebas. Sin embargo, tras la contraofensiva ucrania, que ha recuperado unos 8.000 kilómetros cuadrados —una superficie equivalente a la de la Comunidad de Madrid—, Moscú ha respondido con ataques a zonas donde habitan los civiles y a infraestructuras básicas, como las estaciones eléctricas o las presas.

Este intento del Kremlin de victimizar a todos los rusos sirve también para ahondar en su idea de nacionalismo étnico que reivindica a Rusia como superpotencia mundial. De hecho, al igual que en su alocución del 24 de febrero, justo antes de ordenar la invasión de Ucrania, Putin hizo el miércoles un “llamamiento” a la “gran Rusia histórica”, “a todos los ciudadanos” del país, “a las personas de diferentes generaciones, edades y nacionalidades”. Es el Russkiy Mir o mundo ruso, que incluye a Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, y a todos los rusos vivan donde vivan.

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