Donald Trump vs. Donald Trump: Algunas claves para entender el caos

Donald Trump vs. Donald Trump: Algunas claves para entender el caos

El presidente de estadounidense difícilmente escucha recomendaciones de expertos; se guía por su instinto y su propio pulso de las cosas, que ha resultado contraproducente para su causa y el futuro de su país, señala el Dr. Abelardo Rodríguez Sumano en esta entrega del monitoreo rumbo a las elecciones en Estados Unidos.

Por Abelardo Rodríguez Sumano

Tiembla el pulso al pensar que todos los seres humanos del planeta somos susceptibles de ser contaminados y eventualmente abatidos por el Covid 19. Sin embargo, sabes que algo anda muy mal cuando el hombre más poderoso sobre la faz de la Tierra está librando una batalla por la salud y por la vida. En esta entrega, exploramos algunos resortes de la personalidad de Donald Trump que ilustran el caos y la incertidumbre de su gobierno, la elección presidencial del 2020 y su impacto en el sistema internacional.

Particularmente porque la Casa Blanca cuenta con todo un sistema para anticipar este tipo de riesgos. Sin embargo, es por demás sabido que el presidente difícilmente escucha recomendaciones de los expertos y es alguien que se guía por su instinto y por su propio pulso de las cosas que ha resultado contraproducente para su causa y el futuro de su país.

El principal desafío para Donald Trump se llama Donald Trump.

El dilema de su actuación en todos los campos de la vida nacional e internacional yacen en una personalidad desenfrenada, al borde de los límites o sin ellos. Una personalidad que no respeta su palabra y los acuerdos, los textos, las leyes, las tradiciones (diplomáticas, jurídicas, del servicio público, la ciencia, el conocimiento, el interés común, el protocolo o la cordialidad), incluyendo las reglas sobre las que se construyó su país. No obstante, todo lo anterior es aún más complejo y controversial si se traza a la luz de la historia de su país y algunos de los antecedentes de su psique.

Foto: Reuters

Ciertamente, Donald Trump es la representación de la decadencia de un país que viene en picada. No sólo en términos de su reputación e influencia sino en función del poder real para persuadir, comunicar y convencer con las reglas de la diplomacia o las credenciales del hegemón del mundo. Esos vasos comunicantes están haciendo corto circuito en la base central de su estructura y afloran en la mentalidad y la salud de su líder. Paradójicamente, ese descenso se empata con el agotamiento del orden liberal que nació de dos guerras mundiales.

En este marco, el dilema de Estados Unidos recae en la figura de su Comandante en Jefe. No son todos los habitantes en la Unión Americana, no son todas las entidades federativas de aquel país, no son todos los poderes, pero sí es, el más importante. En suma, cuando un mandatario es leal a sí mismo y no a las instituciones o a su constitución, la incertidumbre arrastra a su país, ¿en qué dimensión? Estará por verse.

 

Una doble crisis, la mundial

El mundo y Estados Unidos atraviesan por seis grandes crisis que en el 2020 están cimbrando a la comunidad internacional.
Una pandemia que está azotando a todo el planeta y que ha resquebrajado los sistemas de salud –de por sí ineficaces y vulnerables– y la vida de los habitantes de comunidades y regiones.

El cambio climático representado por el deshielo de los casquetes polares y la extinción de especies no vista con tal intensidad en siglos, impacta negativamente —junto con la pandemia– en los equilibrios globales de la vida y la economía.

Una recesión del sistema financiero internacional que está cuestionando la salud de las economías del planeta ante la quiebra de la industria, el turismo, la aviación, el comercio y el empleo.

La incapacidad de la Organización de las Naciones Unidas para conformar una gobernanza global que construya consensos internacionales con eficacia.

Una disputa abierta por la hegemonía de la política mundial entre Estados Unidos, China y Rusia que está resquebrajando los equilibrios regionales.

Los límites de los estados-nación para hacer frente a la migración, el refugio y los desplazados sociales por la pandemia, el cambio climático, las crisis económicas o las guerras civiles.

A la par de todo lo anterior, Estados Unidos está viviendo un impasse que está envolviendo al mundo en la incertidumbre por su estatus de potencia mundial.

 

De empresario a político

Regresando al plano doméstico de ese país, para Newt Gingrich enUnderstanding Trump la clave de su comportamiento reside en la forma como logró amasar una fortuna a lo largo de su vida; resultado de un contacto amplio y de varias generaciones con albañiles, arquitectos, herreros, ingenieros, electricistas, plomeros, técnicos, empresarios, abogados, diseñadores, ingenieros, elevadoristas, camareros, gente de limpieza, hoteleros, empresarios e inversionistas con los que construyó sus Torres, hoteles, campos de golf, mansiones y zonas residenciales.

Un contacto que le permitió ver y mirar lo que esperan y sueñan los demás: una sed de riqueza, celebridad y lujos.

Ese vigor lo llevó a la industria del entretenimiento como la WWE, los concursos de belleza y sus apariciones en la TV como celebridad.

Un empresario antes que político —subraya Gingrich– el cual desplegó sus “talentos” demostrando al pueblo estadounidense que viniendo de abajo y de familia de inmigrantes —la paradoja– podía conquistar “el sueño americano”. Para Newt Gingrich –ex líder en la Cámara de Representantes en la segunda mitad del siglo XX– cuando Donald Trump se convierte en el líder nominado en la Convención Nacional del Partido Republicano en el 2016, la gente sabía que el magnate no tenía precio, “era alguien que no se podía comprar” y que no estaba atado a los corredores de Washington y la clase política de los Estados Unidos. De esa manera, para esa población Trump era el “salvador” que estaban esperando; una figura que buscaría sacar a Estados Unidos del atraso y las “derrotas”.

Foto: Reuters

Esa veta le daba una “superioridad moral” y política frente a todos sus contendientes dentro de los Partidos Republicano y Demócrata. Sobre esa “verdad” tejió su camino a la presidencia recuerda Newt Gingrich. Agrega además que esa lógica es la base del contacto directo y permanente como candidato, presidente y ahora en su camino a la reelección frenada de tajo por el Coronavirus.

En el primer debate frente a Joe Biden, Trump se alardeó de que sus rallies están llenos de seguidores, de votantes y que a Biden no lo sigue la gente. Un presidente en campaña desde el 2017 es víctima de sí mismo al no poder contener sus instintos y tomar en cuenta las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud por la pandemia.

Gingrich recuerda que Trump no es un hombre de ciencia o intelectual, es un hombre “de acción”.1

 

El peso de la historia

Charlie Laderman y Brendan Simms, historiadores británicos de King’s College London y de la Universidad de Cambridge, respectivamente, proporcionan una mirada complementaria a la complejidad de la personalidad del inquilino de la Casa Blanca. Cuando nació Donald Trump el 14 de junio de 1946, Estados Unidos venía de ser uno de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial. No había un poder en la faz de la Tierra que gozará de tal fuerza y vigor hasta entonces. Un camino probado que nació de las cenizas de Hiroshima y Nagazaki. En los años 50 del siglo pasado, sin ninguna duda, Estados Unidos estaba en la cúspide de su poder al igual que la ex URSS.

 



 

Esa fue la época de la niñez de Trump y así creció durante la Guerra Fría, imaginando los “años de gloria” de Estados Unidos en el siglo XIX o en la Segunda Guerra Mundial. Adicionalmente, los británicos recuperan un retrato de Trump en 1987 que ha sido consistente hasta el día de hoy: “el mundo se está riendo de los políticos estadounidenses”. Más tarde Trump apareció con Larry King en CNN, añadiendo que los países se “ríen de nosotros detrás de nuestras espaldas, ellos se ríen de nosotros por nuestra estupidez y la de nuestros líderes”.2 Laderman y Simms apuntan sagazmente que ese ha sido una especie de mantra de Trump por más de 30 años.

Lo repitió en la Trump Tower en las celebraciones de su cumpleaños el 15 de junio de 2016 en Nueva York, cuando lanzó su candidatura a la presidencia de Estados Unidos, esa vez atacando a China y a los mexicanos, culpando a republicanos y demócratas del descenso de su país y rematando eufórico, “Estados Unidos ya no cuenta con victorias”.

 

Una misión divina

Sin embargo, David Brody y Scott Lamb en The Faith of Donald J. Trump diseccionan un pasaje clave adicional en la vida del presidente de Estados Unidos. Y ello tiene que ver con una tradición presbiteriana evangélica, y aseguran que él no es un “second born” como George W. Bush y su segundo nacimiento tras una vida en el alcohol y las drogas. Broddy y Scott tienen razón cuando explican que la creencia de Trump forma parte de los circuitos profundos de su personalidad y de su herencia familiar: creer en una entidad superior, en Cristo, en una deidad. Asimismo, esa hebra clave de la sociedad estadounidense está permeada por la cultura y las normas que le dan paso y peso a las conductas.

Las creencias de Trump descienden a las raíces de la formación de Estados Unidos y ascienden a lo más alto de la política. Los autores aseguran que Trump es orgulloso de sus creencias religiosas. Para sustentar lo anterior ofrecen un testimonio del actual presidente: “Estados Unidos ha sido una tierra de sueños porque es una tierra de creyentes verdaderos… cuando los Padres Fundadores escribieron la Declaración de Independencia invocaron a nuestro creador cuatro veces porque en Estados Unidos no veneramos al gobierno, veneramos a Dios. Es la razón por la que los oficiales electos ponen su mano en una Biblia y dicen: ‘ayúdame, Dios’ cuando juran para llegar al puesto de representación. En nuestra moneda también aparece: ‘en Dios nosotros confiamos’. Y es por lo que proclamamos orgullosamente, somos una nación bajo los designios de Dios”.3 Quizá por ello, la investidura que le proporcionó el juramento de su presidencia el 20 de enero d 2017, lo hace portador de una voluntad y un designio cuidado y avalado por Dios. Justamente, esa es un clave en el comportamiento de Trump que se magnifica al estar en la Oficina más influyente del mundo: la Casa Blanca.

 

La psique convulsa

Para Eric Fromm en el amor a la vida, la guerra o el amor se encuentra en la psique del individuo; descansa en sus motivaciones más profundas. Incluso, examina el narcisismo y su amor por la sombra, o de plano la muerte. Un hombre llega ahí cuando se cree invencible y superior a los demás por raza, religión o designios históricos. Esos hombres no tienen un compromiso con la vida sino con el caos o la destrucción, sentencia Fromm.

El designio de Trump al ser investido por la constitución y la biblia lo ha alejado aún más de la razón, la ciencia y la mesura. En el 2020, todos los seres humanos somos propensos a ser contagiados por el coronavirus, pero cuando un mandatario minimiza, se burla y no acata recomendaciones de las propias autoridades sanitarias de su país, pone en riesgo su propia salud, la de su familia y trabajadores como de la comunidad internacional.

Foto: Reuters

Lo anterior se amplifica al borde del desastre cuando además busca culpables y crítica a los que se cuidan, protegen el medio ambiente o lo confrontan con otros datos. Trump distorsiona los hechos y presenta argumentos sin comprobación; no es capaz de escuchar cuando está con un interlocutor y menos aún sí es un adversario político. Trump es una personalidad explosiva e impredecible. Ahí el mandatario se vuelve víctima de sí mismo, puede ser su peor adversario.

Ahora que Trump se encuentra hospitalizado tendrá que enfrentar al coronavirus; el presidente en campaña tendrá que enfrentarse a sí mismo: 74 años, sobrepeso, malos hábitos de alimentación, etcétera. Ahora que pasa a la lista de vulnerables, ¿será capaz de ser humilde y tratar de entender el virus que no sólo le podría arrancar la presidencia sino la vida?

 

Conclusión

Grandes personalidades de la historia fueron derrotados por las calamidades de su personalidad, cultura —o bien por la naturaleza. Napoleón por las inclemencias del invierno al querer conquistar a Rusia en 1812; el emperador Hiroito en Japón al romper el circuito de comunicación con las fuerzas armadas de su país y dejar un vacío estratégico de información que llevó a Japón a la derrota durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras que Hitler orilló a Alemania a un fracaso táctico frente a Stalin—y Estados Unidos– en el mismo período al subestimar las fuerzas de sus enemigos.

El impasse de la coyuntura y la historia impulsan la pregunta: ¿Cuál será el futuro de Trump, su país y el mundo?

 

  1. Newt Gingrich, Understanding Trump Center Street, New York, 2017, p.9
  2. Charlie Laderman and Brendan Simms, Donald Trump The Making of a World View, I.B. Tauris, 2017, p.3
  3. David Brody and Scott Lamb, The Faith of Donald J. Trump, Harper Collins, 2018, p. 302

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Rumbo a la elección presidencial en Estados Unidos, el Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana presenta, en Aristegui Noticias, un amplio monitoreo sobre las claves y desafíos que entraña este importante proceso. El Dr. Abelardo Rodríguez Sumano, quien ha dado seguimiento y estudiado las elecciones norteamericanas de 1992 a la fecha, conduce este ejercicio académico-periodístico.




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