Las pruebas contra el equipo de Boris Johnson que revelan otras fiestas en Downing Street durante el confinamiento —la más reciente, un cumpleaños sorpresa para el primer ministro— han llevado al grupo de fieles del político conservador a cambiar de estrategia. Ya no se trata de negar la realidad, sino de intentar ofrecer su versión más presentable. La cadena de televisión ITV ha informado este lunes de un presunto nuevo escándalo.
La esposa de Johnson, Carrie Symonds, compró una tarta el 19 de junio de 2020 y convocó a unas 30 personas en el Cabinet Room (la sala del Consejo de Ministros con su mesa ovalada) para sorprender al primer ministro, que ese día cumplía 56 años. Entre los invitados estaba Luly Lytle, la cotizada diseñadora de interiores a la que el matrimonio Johnson había encargado la redecoración de su apartamento privado, en el número 11 de Downing Street. El presupuesto en muebles y papel pintado para redecorar las paredes, en el estilo orgánico y campestre tan demandado por los famosos británicos, supuso un gasto de más de 100.000 euros y una investigación oficial de la que Johnson se salvó por ocultar unos mensajes de WhatsApp comprometedores.
“Un grupo del personal que trabaja normalmente en el número 10 de Downing Street se reunió brevemente en el Cabinet Room, después de una reunión, para desear al primer ministro un feliz cumpleaños. Él no estuvo presente más de 10 minutos”, aseguran los portavoces de Johnson en su respuesta oficial a las nuevas informaciones. Ya no niegan ni la celebración sorpresa, ni la tarta, ni las 30 personas convocadas en un espacio interior, ni el hecho de que todo eso ocurriera mientras las reglas, para el resto de británicos, prohibían los encuentros en sitios cerrados de individuos procedentes de distintos domicilios.
La indignación de los ciudadanos del Reino Unido en torno al escándalo de las fiestas prohibidas ha hecho que este lunes circulara como la pólvora en las redes sociales un tuit de la policía de Newham, un distrito del este de Londres, publicado el 4 de abril de 2020. Poco más de un mes antes de la fiesta sorpresa de Johnson, pero cuando las reglas de distancia social eran las mismas. Una foto con globos, bebidas y pasteles en la mesa de un domicilio ilustraba la última acción de la policía ese mismo día: impedir una fiesta de 18º cumpleaños en un domicilio particular, con 25 invitados.
“Es completamente nauseabundo que el primer ministro dedicara esa tarde a compartir pastel con 30 amigos en un espacio interior. A pesar de que ya nada nos sorprende, todavía nos trae al recuerdo un dolor muy vivo. Mientras decenas de personas le cantaban el cumpleaños feliz, algunas familias no podían siquiera cantar juntas en recuerdo de sus seres queridos en un funeral”, ha dicho Jo Goodman, la mujer que contribuyó a fundar la asociación Justicia para los Familiares de Víctimas de la Covid-19. “Si tuviera alguna decencia, haría lo que nosotros y el resto del país le está reclamando y dimitiría”, ha exigido Goodman.
A la espera del Informe Gray
La semana en la que Sue Gray, la vicesecretaria permanente de la Oficina del Gabinete, debe publicar su esperado informe sobre las fiestas prohibidas en Downing Street, la presión sobre Johnson desde todos los ámbitos no ha cesado. “El primer ministro se ha convertido en una distracción para la nación. Mientras millones de personas luchan por pagar sus facturas, Boris Johnson y su Gobierno dedican todo el tiempo a intentar limpiar su rastro de engaños, corrupción y quebranto de la legalidad”, ha asegurado el líder de la oposición laborista, Keir Starmer.
El equipo del primer ministro, que no ha dudado en aprovechar la crisis de Ucrania y la amenaza militar rusa sobre este país para presentar una versión del Johnson estadista, asegura a quien quiere escuchar que el político conservador no está dispuesto a tirar la toalla. Seguirá peleando por mantenerse en el cargo aunque el informe de la alta funcionaria, como cada vez parece más claro, arroje duras críticas contra la cultura de alcohol y falta de respeto a las normas de decoro del equipo de asesores y fieles de Johnson en Downing Street.
Gray tenía previsto interrogar este lunes a Dominic Cummings, el exasesor estrella del primer ministro que ha acabado convirtiéndose en su peor enemigo, después de que su rivalidad con la esposa de Johnson —también ella reputada exasesora de comunicación del Partido Conservador— resultara en su salida humillante, por la puerta de atrás, de Downing Street. Cummings, a través de su blog particular, ha filtrado informaciones sobre las fiestas, y ha dirigido las pesquisas de los medios británicos para que no se despistaran de cuál era la pieza de caza mayor a abatir: el propio primer ministro. Sin embargo, quien fuera el principal ideólogo del Brexit ha decidido finalmente no acudir al encuentro con Gray.
La funcionaria no tiene autoridad para recabar su presencia como testigo, y Cummings ha anunciado que prefería decir todo lo que tenía que decir por escrito, para evitar que “el primer ministro se invente algunas tonterías [sobre la conversación]” “Y las haga circular por los medios, para que tú y yo tengamos problemas”, le ha dicho a Gray en una nueva publicación de su blog. Al parecer, la mujer de cuya investigación depende el futuro de Johnson ha aceptado que Cummings respondía por escrito a sus preguntas.
El polémico asesor ha asegurado que, en cualquier caso, no dejarán de surgir en las próximas semanas nuevas informaciones comprometedoras para Johnson hasta que renuncie a su puesto de primer ministro. Muchos de los diputados conservadores que expresaron la semana pasada su rabia y hartazgo con todo lo sucedido optaron por esperar a la publicación del informe de Gray antes de decidir si ponían en marcha el mecanismo de moción de censura interna que supondría, de salir adelante, la expulsión de Johnson.
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