Dueños de su futuro


La Real es dueña de su futuro porque es dueña de una forma de jugar que le aporta una seguridad en todo lo que hace que, hasta en la derrota, como ayer, de alguna manera se ve reafirmada. Otra cosa es que sea el pasaporte hacia el éxito final. Al paso por el ecuador, nadie le puede quitar la razón a Imanol, que ha situado a su equipo en quinta posición. Una segunda parte de Liga idéntica le llevaría a la fase de grupos de la Europa
League.



Durante casi una hora de partido, hasta que igualó el Villarreal, la Real gobernó el duelo con exuberancia. Tanta como falta de rentabilidad a una puesta de escena soberbia,en especial en la primera parte. El Villarreal, por no hacer, no hacía ni faltas (una en el primer acto) ante un equipo que se adueñó del balón (65% de posesión en el primer acto) y aplicó al partido el libreto que más le convenía, rock and roll o valls en función de las necesidades.

Si los puestos europeos se repartieran por belleza, la Real tendría uno asignado por definición. La escuadra txuri urdin gana por goleada el premio a la hermosura. Pero su propio narcisismo le condena en ocasiones. La Real peca de generosidad, ataca como si no hubiera un mañana, sin unos mínimos mecanismos de protección que pongan a buen recaudo su exclusiva, por casi inédita en la Liga, propuesta futbolística. Y basta un pase interior, el enésimo, ideado con excesivo riesgo por Odegaard, la ‘prima
donna’ sin la que nada de lo que le está ocurriendo a la Real esta temporada se podría explicar, para que todo cambie. Un balón perdido con los centrales muy adelantados y los laterales muy altos, un envío al espacio a un rival velocísimo, un txuri urdin que llega tarde y un penalti. Una hora de partido y con un nivel de exposición antagónico, mismo balance para Real y Villarreal.

Después de una primera parte soberbia, el empate descarriló a la Real del partido porque lo metió en otro fútbol, igual de válido, trabado, sin fluidez, parado por el VAR. Fue como si todo aquello le hiciera pensar. No sólo no fue capaz de retomar el hilo que le había llevado a deleitar en la primera parte, sino que incluso acabó perdiendo. El depósito de energía, además, lo tenía vacío porque la forma de jugar en la que cree, con un constante movimiento de balón y de sus jugadores, le lleva a hacer unos esfuerzos que ayer no se recompensaron en el marcador para jugar con la ventaja que le hubiera permitido gestionar de otra manera el encuentro.

La Real es dueña de su futuro porque ya no hay marcha atrás. En los próximos cuatro meses, en los que se va a jugar la temporada, no sólo no hay margen para reinterpretar el estilo sino que irá al frente con esta manera de jugar que se expondrá al juicio máximo, el de la competitividad. Ayer, ante un rival para el que el partido era una final, la Real comprobó que en la segunda vuelta los partidos no se juegan como en la primera. Es tarde, en cualquier caso, para dudar. El éxito, si llega, lo hará por un camino que ya está elegido.


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