Editar en tiempos caninos


Un libro encuadernado con tapas cubiertas de gotelé. El diario del nacimiento de una artista. Un abecedario empezado por el final. Una pintura engullendo una biblioteca. Una enciclopedia de ingenieria moderna. El diario fotográfico de un grupo pop de gira por México. Un documental del revés del arte. Un poemario ideado como un ready made duchampiano. A primera vista, cuesta reconocer un libro de la editorial Caniche. No desarrollan un diseño común, ni un patrón determinado, ni una temática concreta. Cada proyecto es un punto y aparte, un cambio de renglón en la historia reciente de los libros de artista. No me equivoco si digo que es el proyecto más singular de la edición en arte actualmente en España. Un referente en su modo de entrecruzar la arquitectura, el diseño y el arte sin complejos. La alegría editorial de los últimos tiempos.

Caniche nació en 2015 en un momento en el que aún se arrastraba la crisis económica y se habían minimizado las plataformas de visibilidad en el campo del arte y de la arquitectura. En ello pensaban Carlos Copertone, un jurista especializado en urbanismo, y el arquitecto Patxi Eguiluz cuando un día decidieron hacer un asalto y darle un giro a ese relato. Así llaman a las intervenciones, siempre efímeras y fuera de los circuitos convencionales, con las que dan visibilidad a proyectos que de otra forma no serían accesibles al público. El primero fue el artista Raúl Domínguez mostrando su trabajo en una carbonería del barrio madrileño de Lavapiés. Luego llegó Paula García-Masedo y Andrea González y su gotelé en la Twin Gallery. Empezaron ahí las acciones convertidas en libros y los libros como punto de partida para realizar intervenciones. Un trabajo que también Isabel Lerma, además de editora, agricultora.

A día de hoy han llevado a cabo cuatro asaltos y han editado 18 libros. El último es Malformismo, de Txomin Badiola, un experimento en el cruce de la novela, el ensayo y la autobiografía, donde el artista da vueltas a la mala forma que tanto define su trabajo y donde la editorial abre una nueva colección, Letra Caniche: propuestas textuales, narrativas, críticas o poéticas realizadas por artistas. Las próximas en aparecer siguen atadas al contexto artístico vasco: Itziar Okariz y Jon Mikel Euba. Además de esa nueva colección, Elena del Rivero acaba de lanzar su libro El archivo del polvo, sobre el 11-S y Joaquín García pone voz a la serie de podcast habla normal y corriente con un buen elenco de artistas españoles.

Su filosofía es acompañar, empujar, estimular y financiar a artistas para que desarrollen un proceso de creación entendido en sentido amplio. “Pensar el libro como arquitectura que genera un espacio productivo”, dicen. Esa lanza por defender el libro como objeto hay un amor por el proceso, un diseño impecable y una escala de trabajo casi artesanal. De ahí el nombre: algo pequeño, que te acompaña desde la falta de pretenciosidad. Sobre todo ello conversamos.

Pregunta. ¿Qué díriais que diferencia a Caniche del resto de proyectos editoriales?

Respuesta. En primer lugar, en que nunca hemos tenido conciencia de ser editores por el hecho de publicar libros, igual que no hemos tenido conciencia de ser comisarios por el hecho de hacer exposiciones u otros proyectos. Se trata de roles que, por lo general, nos han incomodado y que generan una cierta asimetría al relacionarte con artistas, arquitectos o con otros agentes que intervienen en el tejido cultural. Alguien nos dijo una vez que lo que más le atraía de Caniche era la capacidad de profanar los formatos. Probablemente situarnos en terrenos híbridos y desprejuiciados ha sido la mayor fortaleza del proyecto y lo que ha podido atraer a artistas o pensadores a querer hacer algo con nosotros. Pese a la diversidad y a que afrontamos cada nuevo proyecto como un universo en sí mismo, creemos que, poco a poco, se ha ido consiguiendo una identidad, unas líneas comunes reconocibles, como un aire de familia. Últimamente, y esto es algo que hemos aprendido de artistas que nos rodean como Lorea Alfaro o Jon Otamendi, lo que hacemos tiene mucho que ver con un cierto concepto de “estructura” en la que no estamos solos, sino que la compartimos con una pluralidad de agentes, no solo artísticos. Y en esa estructura, las autorías, los roles e incluso las identidades son mucho más fluidas y permeables.

Esa estructura tendrá una hoja de ruta, ¿no?

Quizá la única idea que hemos tenido clara es que resultaba conveniente pasar un periodo de tiempo (tres o cuatro años) experimentando para saber en qué ámbitos nos sentíamos cómodos, cuáles nos suscitaban más curiosidad y también, por qué no decirlo, cuáles nos incomodaban. Y una vez desarrollada una práctica, sentirnos seguros para simultanear esa experimentación con el inicio de Letra Caniche, una colección de ensayo, crítica… texto, en definitiva. Esa colección ha empezado con una obra de Txomin Badiola, un ensayo de ficción autobiográfico que él define como una mala forma en sí misma. No existe, por lo tanto, una hoja de ruta premeditada. De hecho, creemos que esta tendencia proyectual que define el arte contemporáneo en la actualidad y que se manifiesta en convocatorias institucionales, en la que parece que todo tiene que estar definido a priori resulta tremendamente perturbadora. Viniendo de ámbitos, en principio, ajenos al arte contemporáneo, lo que nos interesaba era precisamente la posibilidad de desterrar todo eso y centrarnos en el hacer.

¿Cubre unos huecos desatendidos por otras editoriales?

Sería muy pretencioso hablar en esos términos porque realmente somos una estructura minúscula. Pero sí que hemos facilitado que vean la luz proyectos que, de otra manera, probablemente no se hubieran producido. Fuera del ámbito institucional no abundan las plataformas que ofrezcan un espacio cómodo a artistas para, por ejemplo, hacer un libro. Al final, eso implica, también una toma de postura política. Si pensamos, en The (Invisible) Art of Documenting Art de Cristina Garrido, es un libro complejo, costoso y difícil de llevar a cabo sin apoyo institucional… Lo hemos hecho de esa manera pese a todo porque resulta imprescindible que una mujer artista joven pueda desarrollar en las mejores condiciones su trabajo y que, además, se sienta acompañada en todo momento, al igual que nosotros nos hemos sentido acompañados por ella.

¿Cómo de cerca estáis de la idea de libro de artista?

Es un concepto que nos interesa explorar porque ofrece posibilidades infinitas. El libro de artista puede ser tanto la pieza única que, como tal, ha concebido el creador porque resultaba necesario que fuera así, o un fanzine, o un libro de texto que, a primera vista, podría parecer más convencional.

¿Qué virtudes y qué fallos tiene el actual sistema editorial en España en relación a las artes plásticas, el pensamiento o la crítica?

Se trata de un ámbito que, por lo general, resulta bastante precario, donde abunda la autoedición y unos sistemas de distribución muy deficientes. Quizá este es uno de los puntos críticos. La distribución editorial resulta tremendamente complicada y absorbente. Desde el primer momento, pensamos que queríamos conocer el sector desde cero, por eso, además de vender en la web, hemos tratado directamente con las librerías y asistido nosotros mismos a las ferias. Es un trabajo, sin duda, enriquecedor pero agotador. Y el sistema librero no lo pone fácil porque está pensado, incluso desde lo informático, para tratar con empresas distribuidoras. Detenerse para tratar directamente con una pequeña editorial como nosotros, el simple hecho de dar de alta un libro supone para ellos un esfuerzo extra que en algunas ocasiones no pueden permitirse. Añádele facturar en plazo. En estos momentos estamos tratando de generar lazos con plataformas que se encuentren con problemas similares.

Vuestro papel como editores es muy especial, ya que trabajáis con proyectos específicos y un sistema de financiación alejado de las grandes marcas.

Nuestro modelo es totalmente autogestionado. Intentamos, aunque no siempre con éxito, que cada proyecto se sostenga por sí mismo. Lo que mejora esa base se destina íntegramente a nuevos proyectos. Nunca jamás hemos repartido beneficios (por suerte, cada uno de nosotros vive de otras ocupaciones). Solo en una ocasión hemos contado con una ayuda para la edición de un libro y, evidentemente, eso es algo infrecuente pero que te permite trabajar en ese proyecto con una tranquilidad maravillosa. Hay que trabajar muchísimo para que salgan los números, para no reducir calidad y para que los creadores y el resto de personas necesarias para que un proyecto vea la luz tengan una retribución justa.

¿Qué nivel de precariedad hay en el mundo de la edición?

La apelación a la precariedad parece haberse convertido en un mantra inamovible del que todos nos servimos. Esa situación, que es real, nos debería llevar a dos actitudes: en lo social, como ciudadanía responsable, a un mayor grado de exigencia a las instituciones públicas y sus representantes para un apoyo decidido a la creación contemporánea y al robustecimiento de sus canales de producción y visibilización; y, en lo personal, a hacer de la necesidad virtud… para nosotros siempre ha sido paradigmático y es lo que hemos tratado de aplicar, ese principio del punk: no tienes lo que quieres, da igual, háztelo tú mismo.

¿Ha cambiado el modelo de editor?

Creemos que criterios de eficiencia estrictamente económica han conducido a que muchas plataformas editoriales traten de especializarse al máximo y a buscar un nicho de negocio. Es algo que a nosotros, en principio, nos parece aburrido y limitador, pero absolutamente respetable.

¿Y de lector?

Simplemente se ha reducido el número de personas que compran libros y, desde luego, el número de personas que compran libros de arte contemporáneo. No necesariamente se ha reducido el número de lectores, porque las plataformas digitales te ofrecen desde el punto de vista estricto de la información y de la visualización casi infinita de imágenes mayores posibilidades que el libro en papel. Precisamente por eso creemos que el libro actualmente es un dispositivo que hay que explorar en nuevas direcciones.

Entre vuestras apuestas a cada cual es más especial. Si tuvierais que elegir uno de los proyectos, ¿cuál es el que os ha hecho crecer de modo especial?

Esa es una pregunta dificilísima de responder porque todos nos han aportado enormemente. Quizá haya sido muy especial y transformadora la experiencia al trabajar con los artistas de Debajo del Sombrero, una plataforma que, desde el arte contemporáneo, trabaja con artistas con algún tipo de discapacidad intelectual… tanto que tras hacer el proyecto (Some things, from somewhere), decidimos iniciar otra aventura relacionada, que se materializó con X, Y, Z, t, de Andrés Fernández, un atlas con todo su trabajo cartográfico. Andrés es autista y se relaciona con el mundo a través de sus mapas, un complejo sistema que va incorporando, en aparente desorden, planos, textos, listas y enumeraciones que hablan por él y despliegan episodios de su biografía. Una obra que refleja con extrema sencillez y franqueza la íntima relación que mantiene con el mundo y su asombro ante el misterio y la fuerza de la vida. Todo esto no hubiera sido posible si Mateo Feijoo, el que fuera director del Centro Internacional de Artes Vivas Matadero Madrid, no hubiera pensado en nosotros para mezclarnos con ellos y trabajar juntos.

¿Qué retos tiene la edición independiente hoy?

Probablemente la de siempre: servir de vehículo o de medio de comunicación para que un creador en su pugna por comprender el mundo llegue al resto de personas. Que como editores o como productores podamos ser capaces de abrir puertas y ventanas para que la huella que dejan los creadores en sus procesos, los frutos, los restos, las obras… se conviertan en materia prima fértil para los demás.


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