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EE UU impone un bloqueo al sector de los semiconductores en China

EE UU impone un bloqueo al sector de los semiconductores en China


Una fábrica estadounidense de semiconductores.

Las amenazas se han cumplido. Estados Unidos ha anunciado este viernes lo que se perfila como el mayor golpe contra el sector tecnológico chino en la era posterior a Tiananmen. Entre otras regulaciones, ninguna empresa podrá suministrar a las compañías chinas determinados semiconductores fabricados en cualquier lugar del mundo con tecnología estadounidense. Las medidas amenazan con deteriorar aún más las tensas relaciones entre los dos colosos mundiales.

Con esta iniciativa, Washington aspira a impedir que Pekín pueda utilizar esos chips avanzados para el desarrollo de su propia industria tecnológica o de Defensa, cuyos vertiginosos progresos contempla con alarma. El Gobierno estadounidense también espera que haga mucho más difícil para China la fabricación de superordenadores que puedan tener un uso militar.

Las medidas tienen un amplio alcance. Entre otras cosas, prohíben que las empresas estadounidenses puedan exportar herramientas para la fabricación de semiconductores avanzados, algo que afectará a un sector de fabricantes chinos que ha tratado de acelerar a uña de caballo el desarrollo y producción de chips en los últimos tres años. Entre ellas, la Semiconductor Manufacturing International Corp (SMIC) o Yangtze Memory Technologies Corporation (YMTC).

Esta última firma figura además en un grupo de 31 empresas que quedan inscritas en una lista negra de del Departamento de Comercio de compañías “no verificadas”, a las que los funcionarios estadounidenses no tienen acceso para comprobar si su funcionamiento se adhiere o no a las reglas del país. La inclusión en ese elenco supone un primer paso para su entrada en otra lista mucho más restrictiva, la entity list. Las compañías estadounidenses no pueden suministrar tecnología a las empresas que figuran en ella. Entre las 31 inscritas ahora como “no verificadas” figuran nombres entre lo más granado de la tecnología china, como Iflytek y Megvii, dos compañías punteras mundiales en inteligencia artificial y reconocimiento facial y de voz.

Washington recurrirá también a otro instrumento, la llamada norma de producto directo extranjero (FDPR, pos sus siglas en inglés), para prohibir que las empresas estadounidenses puedan suministrar a compañías chinas productos que contengan o hayan sido fabricados con equipos, software o tecnología de EE UU. Para no perjudicar a las cadenas de suministro globales, se ha creado una excepción para las fábricas con sede en China de empresas estadounidenses o de países aliados que exporten al resto del mundo.

Estados Unidos ya ha empleado esta herramienta contra compañías rusas a las que considera implicadas en la guerra en Ucrania. También contra el gigante tecnológico chino Huawei, en 2019. La inclusión de esa joya de la corona en el panorama empresarial del gigante asiático en la entity list y la aplicación de la FDPR causaron un grave perjuicio a la empresa fundada por Ren Zhengfei, que se vio obligada a desarrollar su propio sistema operativo. Pero, sobre todo, terminó de persuadir al Gobierno chino y al presidente Xi Jinping de una idea que ya guardaba desde hacía tiempo: que Estados Unidos hará siempre todo lo posible por impedir el auge del país asiático.

Desde entonces, Pekín ha acelerado los pasos para el desarrollo de una industria nacional de semiconductores avanzados. Y ha designado como una prioridad para los próximos años el desarrollo de un nuevo modelo económico que ponga el énfasis en la innovación, para limitar su dependencia del exterior y para convertirse en la década próxima en una alternativa a Estados Unidos como suministrador de tecnología puntera al resto del mundo.

Las medidas aprobadas este viernes tratan de impedir que China pueda hacer realidad ese objetivo, al menos en los sectores de la tecnología avanzada y la Defensa. Dos áreas donde Estados Unidos mantiene en mayor o menor medida ventaja sobre su rival y fundamentales en la disputa por el poder y la influencia globales.

Pero para que tengan efecto a largo plazo, Washington necesita que otros países apliquen medidas similares. Y se arriesga, en cualquier caso, a precipitar que ocurra lo que desea evitar: que, libre de su dependencia de la tecnología estadounidense, las empresas del gigante asiático busquen suministros en otros mercados —en perjuicio de las compañías estadounidenses que hasta ahora habían logrado pingües beneficios en el enorme mercado chino—, o desarrollen estándares sobre los que Estados Unidos no tenga ningún control.

“Reconocemos que los controles unilaterales que hemos impuesto perderán efectividad a lo largo del tiempo si otros países no se unen a nosotros”, apuntaba un alto funcionario estadounidense que habló bajo la condición de anonimato por teléfono con periodistas. “Y que nos arriesgamos a perjudicar el liderazgo tecnológico estadounidense si los competidores extranjeros no están sujetos a los mismos controles”.

En un comunicado, la Asociación de la Industria de Semiconductores estadounidense ha pedido que las medidas se apliquen a objetivos claros. “Y en colaboración con nuestros socios internacionales, para ayudar a que todos funcionemos bajo las mismas condiciones”.


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