EE UU maniobra para reducir la dependencia de China en sectores clave de la economía

El presidente de EE UU, Joe Biden, este lunes en Washington.
El presidente de EE UU, Joe Biden, este lunes en Washington.ALEX WONG / AFP

EE UU enarbola la bandera de la autonomía estratégica para reducir la dependencia de China y otros competidores mediante el refuerzo de las cadenas de suministro de bienes esenciales o críticos, de equipamiento sanitario a microchips o minerales. La pandemia puso de manifiesto cuán dependiente es Occidente de la producción china y el presidente Joe Biden, en su afán por incentivar la industria local, ha firmado este miércoles una orden ejecutiva para garantizar que, en caso de nuevas crisis, el país será capaz de dar respuesta a las necesidades. La interrupción de la producción en varias plantas automotrices por falta de componentes demuestra la urgencia de la medida.

El viejo proteccionismo, revestido en el caso de Donald Trump de un inflamado nacionalpopulismo económico, llevó a Biden a utilizar como mantra durante la campaña electoral el lema Made in America (Hecho en EE UU), en apoyo de la industria local. También impulsa su último decreto, que prevé la evaluación en 100 días de las cadenas de suministro de semiconductores, principios activos de medicamentos, baterías de vehículos eléctricos -otra apuesta de la Administración demócrata, que renovará con ellos parte de la flota oficial- y minerales extraídos de tierras raras que se usan en la fabricación de coches o armas, y en los que la dependencia de China es enorme. Estos son los cuatro objetivos urgentes.

Pero la reafirmación del EE UU de Biden frente a China rebasa lo meramente económico. William Burns, el veterano diplomático nominado como nuevo director de la CIA, ha sostenido este miércoles durante la audiencia de confirmación en el Senado que el éxito a la hora de frenar al gigante asiático será clave para la seguridad estratégica de EE UU. La guerra comercial librada por Trump contra Pekín, y viceversa, está lejos de haber terminado, solo se han envainado las espadas, y el régimen chino ha propuesto un nuevo tipo de relación bilateral únicamente si Washington levanta las sanciones comerciales y deja de inmiscuirse en asuntos internos, como la represión de la minoría uigur o las protestas antigubernamentales de Hong Kong.

La orden ejecutiva contempla también la revisión anual de la cadena de producción y suministro en seis sectores: defensa, salud pública y biotecnología, tecnologías de telecomunicación, energía, transporte y producción de alimentos y provisión de materias primas agrícolas. Seis ámbitos que representan el meollo de la seguridad estratégica a la que aludía Burns ante el Senado; para evitar no solo un hecho “inaceptable” -el término utilizado por la Casa Blanca- como la falta de equipos de protección personal y mascarillas para el personal sanitario al comienzo de la pandemia, sino también “la reciente escasez de chips semiconductores [para la industria automotriz], que ha ralentizado el ritmo de producción de las plantas, una merma que puede acabar afectando a los trabajadores”, según la Casa Blanca.

Varias plantas, incluidas las operadas por Ford y General Motors, se han visto obligadas recientemente a detener la producción por falta de componentes, con una reducción este trimestre del 20% del volumen de trabajo en la primera y la suspensión temporal en las fábricas de EE UU, Canadá y México la segunda. Un grupo de fabricantes de semiconductores solicitó a comienzos de mes a Biden incentivos para impulsar su producción, en el contexto de sus planes de recuperación económica. Las firmas estadounidenses del ramo venden el 47% de los chips en el mundo, pero solo representan el 12% de la producción global, a consecuencia de la deslocalización vigente desde los años noventa.

Tras reunirse en la Casa Blanca con un grupo de legisladores de ambos partidos, el mandatario se manifestó a favor de promover una legislación específica que incentive la producción y el adecuado suministro de estos componentes, en el marco de la Ley de Autorización de la Defensa Nacional, una ley federal que especifica el presupuesto, gastos y políticas del Departamento de Defensa, donde se inscriben los sectores estratégicos que la Administración de Biden quiere reforzar.

La intención del decreto ley es ambiciosa: se acabó la respuesta reactiva, es el mensaje; la apuesta, al mil por ciento, es anticiparse a las crisis y remediar la vulnerabilidad puesta de manifiesto por el vendaval del coronavirus. Pero también supone un repliegue en las deslocalizaciones, como las que han sacado del país en las últimas décadas el 70% de la producción de principios activos medicamentosos, el cálculo en que se basa la Casa Blanca para considerar prioritario ese mercado. No hay una fórmula mágica que resuelva las carencias a corto plazo, pero, según un alto funcionario de la Casa Blanca citado por la agencia Reuters, “no se trata solamente de solicitar informes, sino de cerrar los agujeros a medida que los identifiquemos”.

Para cortar amarras con China y otros competidores económicos, EE UU buscará desarrollar localmente parte de esa producción ahora deficitaria, y asociarse con otros países de Asia y América Latina cuando no pueda hacerlo en casa, añadió la fuente. La revisión de los sectores estratégicos también pretende reducir el número de importaciones a las estrictamente necesarias.

La orden ejecutiva de Biden se suma a la firmada en enero para aprovechar el poder adquisitivo del Gobierno de EE UU, el mayor comprador de bienes y servicios en el país, para incentivar la producción local y crear mercados para nuevas tecnologías mediante la obligatoriedad de recurrir a empresas nacionales para los contratos.


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