El abandono escolar temprano —el porcentaje de jóvenes de 18 a 24 años que deja los estudios sin haber conseguido al menos un título de Bachillerato o de FP— bajó en España del 16,3% al 2020 al 13,3% en 2021. Se trata de la cifra más baja desde que hay registros (en 2004 abandonaba casi un tercio de los jóvenes) y la más cercana que ha habido nunca a la media europea, que en 2021 fue del 9,7%, según las cifras difundidas este viernes por el Ministerio de Educación. La diferencia entre España y la UE es ahora de 3,3 puntos cuando en 2008 alcanzaba los 17,3.
Este es el resultado de años de crisis económica seguida, casi sin tiempo de recuperación, por una brutal pandemia: cuantos menos trabajos poco cualificados a disposición de los jóvenes, menos incentivos para abandonar. Pero también, según distintos expertos, de medidas que han facilitado continuar con los estudios (la flexibilización del sistema educativo, más becas, más plazas de FP…) y del paulatino aumento del nivel de formación de los padres. “Es una bajada muy importante que nos acerca a la media de la Unión Europea, donde, aunque también bajará, no lo hará tanto como en España”, explica Ismael Sanz, profesor de Economía de la Universidad Rey Juan Carlos.
Sin embargo, España permanece entre los países con una mayor tasa de abandono prematuro —en 2020 estaba el penúltimo de la lista—, recuerda el profesor de Economía de la Universidad de Barcelona Álvaro Choi. Además, recalca que la media estatal esconde abismales diferencias entre comunidades —la cifra de Andalucía, 17,7%, multiplica por más de tres la tasa del País Vasco, 4,8%— y por sexo: abandonan el 9,7% de las mujeres jóvenes y el 16,7% de los hombres. “En resumen: hemos mejorado, pero el abandono escolar sigue siendo el principal problema del sistema educativo español”, asegura Choi. El objetivo de la UE para todo el continente era reducir la tasa de abandono al 10% en 2020, pero como España partía de una cifra tan abultada, su meta se colocó en el 15%. Ahora, “queda un buen trecho a recorrer para poder alcanzar el 9% fijado para 2030″, añade el profesor.
En todo caso, el salto ha sido formidable. Y tanto Choi como Sanz destacan la importancia que ha tenido “el coste de oportunidad”. “Si no vas a poder conseguir un empleo o el que encuentras no tiene buen salario ni ofrece buenas perspectivas, en esas circunstancias hay chicas y chicos que prefieren seguir estudiando”, explica Sanz. Y no lo podían conseguir, sigue Choi, “por la caída en la demanda de mano de obra poco cualificada, como consecuencia de la crisis económica de 2010, la crisis de la covid y la Revolución Industrial 4.0″.
Un contexto que, de hecho, parece haber tenido un impacto sobre la percepción de la población en general de la importancia de la educación y la formación. El porcentaje de adultos españoles entre 25 y 64 años que participa en algún tipo de formación fue en 2021 del 14,4%, lo que representa una subida de 4,4 puntos sobre el año anterior, cuando la cifra ya estaba por encima de la media europea (9,2%). El ministerio ha calculado todas estas cifras a partir de los microdatos de la Encuesta de Población Activa del INE.
En lo que se refiere al abandono educativo temprano, el proceso de mejora comenzó hace más de una década, pero ahora, apunta el profesor de Sociología de la Universidad de Barcelona Xavier M. Celorrio, presenta un cambio importante: bajan a la vez el abandono educativo y el paro juvenil. Esto, continúa, tiene que ver con ese cambio en el mercado de trabajo (“cada vez es más selectivo y exigente”) y con que el sistema educativo expulsa a menos alumnos. “Desde 2009, hay una inercia lenta pero constante de la reducción de las repeticiones y de mejora del éxito escolar [el porcentaje de jóvenes que consiguen el título de ESO]”. Es decir, más jóvenes tienen la posibilidad de seguir estudiando y hay más posibilidades de acceder a la FP de grado medio (a pesar de que no se cubre en muchos casos toda la demanda, se han aumentado la oferta en los últimos años) y de hacerlo con beca: el número de ayudas compensatorias, las más cuantiosas para rentas más bajas, creció un 57% entre 2009 y 2020, hasta alcanzar las 170.952. Y, para ese porcentaje decreciente de los que no han conseguido el título de ESO, añade Celorrio, también han aumentado las opciones, con la FP Básica (estudios para chavales entre 15 y 17 años cuyo título da acceso a la FP de grado medio) y todos los programas locales de segunda oportunidad: escuelas taller, etcétera.
En 2021, el 74% de los jóvenes de 18 a 24 años tenía al menos un título de Bachillerato o FP de grado medio (en 2011 era el 54,6%) y otro 12,7%, aunque aún no lo tenían, seguían estudiando. Y las estadísticas apuntan a que al menos una parte de ellos lo conseguirá muy pronto: el 78,8% de la población de 20 a 24 años tiene algún título posobligatorio (en 2011 era el 62%).
La pandemia de covid ha acelerado sin duda el proceso (el salto con respecto a 2010 ha sido de 2,7 puntos, el mismo que se produjo en 2010 en medio de la Gran Recesión), entre otras razones, porque las administraciones han levantado la mano a la hora de evaluar a los alumnos, dadas las circunstancias adversas en las que han tenido que estudiar en este tiempo, aumentando todavía ese éxito escolar que ya venía creciendo. Ismael Sanz defiende las bondades de esta decisión citando un estudio que demostró que los alumnos franceses a los que se les facilitó el acceso a la universidad durante las protestas de Mayo del 68, “que en otras circunstancias no hubieran accedido”, tuvieron un buen desempeño posterior, tanto en sus estudios como en su carrera profesional. “El trabajo muestra que no fue mala idea, en definitiva, flexibilizar la promoción dadas las circunstancias que había. Y ese argumento también parece válido ahora”, señala. Eso sí, añade: “Puede haber más dudas sobre si mantener la flexibilización en el medio y largo plazo pueda ser positivo, ahí creo que es más dudoso”.
Aun sin esas medidas y aunque el mercado laboral termine de recuperarse, ninguno de los tres especialistas cree que pueda haber un cambio de tendencia radical que haga que el abandono vuelva a cifras escandalosas. Para empezar, porque un factor que se ha demostrado determinante como es el nivel de formación de los padres, sigue aumentando. “Quizás pudiera producirse un pequeño repunte en el período poscovid, pero creo que, afortunadamente, la tendencia en el medio y largo plazo seguirá siendo a la baja” señala Choi. Aunque quizá, como apunta Sanz, lo haga más lentamente: “A medida que la tasa de abandono es más baja, más te cuesta continuar bajándola. Es lo que le ha pasado a la media de la Unión Europea”.
En todo caso, añaden, tampoco conviene sentarse a esperar sin más que las cosas sigan mejorando. Sanz considera que hay varias cosas que se pueden hacer: “Una es continuar con la apuesta que se está haciendo con la FP, especialmente por los ciclos que tienen más inserción laboral. Otra es reforzar, como están demostrando las investigaciones, la importancia de las tutorías y el refuerzo en pequeños grupos de alumnos rezagados, sobre todo en las áreas más instrumentales en la ESO, para conseguir seguir aumentando el porcentaje de alumnos que terminan esta etapa”. Celorrio, por su parte, también incluye “la personalización del apoyo educativo”, junto a una “mayor diversificación curricular y la reducción de la segregación escolar” entre las medidas de fomento de la equidad que pueden seguir reduciendo el abandono temprano. Además, propone que se avance más en la modularidad de la FP (que los estudios puedan completarse al ritmo que elija el alumno, avanzando a medida que aprueba los módulos que integran un título) y en el seguimiento individualizado de las trayectorias de los alumnos para conocer mejor qué está pasando y que mecanismos se pueden poner en marcha para mejorar.
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