Los miembros más conocidos de la oposición venezolana han asistido atónitos al acercamiento entre altos funcionarios de Estados Unidos y el líder bolivariano Nicolás Maduro. Tanto que se han quedado sin palabras. El mutismo de la plana dirigente opositora fue particularmente notorio el día sábado 5 de marzo, cuando se celebró el encuentro. Juan Guaidó, el opositor más destacado, dijo este miércoles, cuatro días después, que solo una Venezuela democrática podría ser “un proveedor energético confiable y eficiente para el mundo”. Fuera de esa alusión, ni siquiera se ha referido a la reunión de forma directa, como si no hubiera existido.
Según Washington, en ese encuentro hablaron de “seguridad energética” y de la situación de estadounidenses detenidos arbitrariamente en Venezuela. Las conversaciones se producen en medio de la invasión de Rusia a Ucrania, mientras el mundo afronta el alza en los precios del petróleo frente a la amenaza de veto a la producción rusa, que en el caso estadounidense se concretó este lunes. El martes, el Gobierno chavista liberó al menos a dos presos estadounidenses, uno de ellos un ejecutivo de la refinería Citgo que fue detenido arbitrariamente en noviembre de 2017 y el otro, un cubanoamericano arrestado en 2021 por llevar encima un dron, por lo que se le acusaba de terrorismo.
En unas declaraciones posteriores al encuentro con los estadounidenses, Maduro abrió también la posibilidad de retomar las negociaciones de México, rotas en protesta por la detención del empresario colombiano y su presunto testaferro Alex Saab, que afronta un juicio por lavado de dinero en Miami. Aunque en las filas opositoras nadie ha querido ofrecer alguna explicación de la reunión de la delegación estadounidense con el chavismo, las fuentes consultadas insistieron en que la reunión de los funcionarios estadounidenses con Maduro “ya se sabía” cuando se hizo pública.
La delegación estadounidense presente en Caracas conversó también con Guaidó y Gerardo Blyde, quien fuera el delegado de la oposición venezolana en el diálogo con el oficialismo establecido el año pasado en México y ahora paralizado. Fue el domingo, después de haber ido a Miraflores. Según esas fuentes, James Story, el embajador estadounidense en Caracas; Juan González, asesor de la Casa Blanca para América Latina, y Roger Carstens, enviado especial para asuntos de rehenes, se reunieron además en Bogotá con representantes de los partidos más importantes de la oposición, agrupados en la llamada Plataforma Democrática para hablarles del plan.
El silencio de la dirigencia, sin embargo, ha sido notorio. Entre los partidos opositores, sin criterio unitario para atender este nuevo escenario, destaca como excepción el comunicado de Primero Justicia, uno de los más importantes del bloque, en la cual se esbozan algunas declaraciones generales de principios que bordean la circunstancia del encuentro sin entrar a calificarla o ponderarla.
El texto habla del compromiso del campo democrático con la negociación y el diálogo político; de la necesidad de reactivar la agenda de México y del imperativo de organizar unas elecciones limpias y justas “en las que la ciudadanía derrote a Nicolás Maduro y retome la senda de la calidad de vida”. Para ello, agrega, “es fundamental atender las demandas del informe de la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea sobre las elecciones regionales de 2021″.
Hace poco más de una semana, un grupo importante de dirigentes opositores, —Stalin González y tres gobernadores recién electos—, se había reunido en Bogotá con el embajador Story. El objetivo de los políticos venezolanos era intercambiar reflexiones con el diplomático sobre los perjuicios de las sanciones internacionales. Se habló de fortalecer las condiciones para que ambas partes se sienten en la mesa de trabajo en México, una perspectiva que estaba siendo abordada con optimismo en los corrillos políticos e informativos de estos días.
“Los resultados de los primeros contactos entre Estados Unidos y Maduro no han sido espectaculares, ni nada digno de ser llamado un viraje” comenta Julio Castillo, dirigente político opositor, profesor universitario y articulista de prensa. “Es natural que el Gobierno de Estados Unidos sienta la necesidad de ir a buscar al Gobierno de Venezuela luego de la crisis con Rusia y sus implicaciones energéticas y petroleras. Pero en las formas, claro que hay un cambio de actitud para con el Gobierno interino. Nada de esto impedía al Gobierno de Estados Unidos hacer lo que procede diplomáticamente, esto es, avisar con antelación de la iniciativa.”
El Gobierno de Estados Unidos ha reiterado que reconoce y apoya a Juan Guaidó, y no parece estar planteando un cambio en este tema al menos en el mediano plazo. Victoria Nuland, subsecretaria de Estado, se lo sostuvo reiteradamente al senador Marco Rubio, con quien tuvo un prolongado careo en el Congreso en la cual ésta le aseguró que Guaidó fue informado previamente de toda la operación mientras Rubio se lo negaba.
El propio Joe Biden ha declarado que Guaidó estaba al tanto del paso dado, y que lo siguen reconociendo como presidente legítimo del país. “Pero aquí hay un cambio de conducta”, sostiene Castillo, “Estados Unidos podría estar tentado a escuchar otros factores, a valorar otros puntos de vista, a proponer una ampliación de la representación opositora en el diálogo con el chavismo en México.”
Aunque en estos encuentros se ha conversado sobre la necesidad de procurar un adelanto de elecciones, el acercamiento de Estados Unidos a Miraflores, y el horizonte y objetivos inmediatos de la mayoría de las organizaciones opositoras del momento, sugiere que, en lo tocante a una cita electoral o un acuerdo con el chavismo, todos los caminos conducen a 2024, fecha en la cual el cuestionado Gobierno de Maduro debe terminar su período.
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