El animal que ha sobrevivido 200 millones de años (pero no contaba con el hombre)



Ejemplares de la cacerolita de mar en la península de Yucatán, en México.Carmen Olivia Rosas Correa (ITChetumal)

Es un animal difícil de imaginar. El Limulus Polyphemus tiene cinco pares de ojos, que le permiten orientarse mientras nada, detectar la luz y moverse hacia ella e identificar algunos tonos del espectro ultravioleta en los rayos de sol y el brillo de la luna. Pueden ver en prácticamente todas las direcciones: hacia adelante, hacia atrás, hacia arriba y hacia abajo. Tiene cinco pares de patas con pequeñas garras y otro par que les ayuda a enterrarse bajo la arena. Son extremidades que les ayudan a desplazarse, pero también a triturar su comida. Cuentan con un exoesqueleto, un caparazón durísimo, y una colita larga y puntiaguda que puede parecer amenazante, pero que usan principalmente para darse la vuelta al incorporarse y que mueven de un lado a otro. Y su sangre tiene una enzima que al entrar en contacto con el oxígeno se pone de un color azul fuertísimo y fluorescente, y que encierra un secreto que vale millones de dólares en la industria farmacéutica mundial.

El nombre científico alude a Polifemo, el más famoso entre los cíclopes, un ogro que era hijo de Poseidón en la mitología griega. En Estados Unidos lo llaman cangrejo herradura, pero no tiene mucho qué ver con los cangrejos. En realidad, está más emparentado con los escorpiones y las arañas. Más al sur en el océano Atlántico, en la península de Yucatán, la única región de México donde están presentes, su anatomía ha echado a volar la imaginación de quienes lo han encontrado por su camino. Así ha quedado plasmado en los relatos de los conquistadores españoles y en el Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas. Y hasta en Los Simpson. Hoy se le conoce como guitarrita, soldadito y cucaracha de mar, aunque la referencia más común es cacerolita de mar o mex [mesh], el vocablo maya que aún sobrevive en la península.

Una ejemplar de ‘Limulus polyphemus’, en el fondo del mar, en Yucatán (México). Carmen Olivia Rosas Correa (ITChetumal)

“El mex es tan importante en la cultura de Yucatán como el faisán o el venado, pero lamentablemente es probable que en 10 o 15 años ya no lo vayamos a tener con nosotros”, asegura el doctor en Ciencias Marinas Juan Sandoval Gio, académico del Instituto Tecnológico de Tizimín. La cacerolita de mar es un capítulo en la memoria yucateca, de niños que iban a la playa y quedaban fascinados con los animalitos. Sandoval Gio fue uno de esos niños. Ahora es un científico que centra sus estudios en el animal y que advierte de que desde hace décadas, haya cada vez menos cacerolitas y son cada vez menos conocidas. Limulus polyphemus es una especie amenazada de peligro de extinción en México. “La desaparición de este animal implicaría borrar una parte de la historia de Yucatán”, afirma.

“Estamos hablando de un fósil vivo”, explica Sandoval Gio. Las cacerolitas de mar son el pariente vivo más cercano a los trilobites y los primeros ejemplares datan de entre 250 y 200 millones de años. Son más viejos que los dinosaurios. “Han sobrevivido a varias extinciones masivas y son un libro abierto para entender cómo era el planeta hace millones de años”, agrega el especialista.

El biólogo Héctor Ortiz, académico del Instituto Tecnológico de Chetumal, refiere que se trata de una especie pancrónica: extraordinariamente antigua y con muy pocos cambios evolutivos. Es precisamente esa ventana al pasado, esa antigüedad, lo que supone uno de sus principales atractivos para los científicos, pero también para la industria farmacéutica. Su sangre azul, conocida también como hemolinfa, se extrae de miles de ejemplares en Estados Unidos, donde hay poblaciones mucho mayores poblaciones que en Yucatán, en cantidades industriales. El sistema inmune del animal es tan arcaico que su sangre forma coágulos al detectar patógenos externos. Es un sistema de detección de intrusos tan rústico como efectivo y que se aplica ampliamente en la prueba de pureza de vacunas.

El lisado de amebocitos de limulus, la sustancia que se extrae de los mex para las pruebas científicas, es clave para el desarrollo de fármacos. Un galón de sangre azul (3,78 litros) se cotiza hasta en 60.000 dólares en Estados Unidos, donde la extracción es legal. Ortiz explica que se puede sacar hasta 50 y 400 mililitros por organismo, lo que depende de su tamaño y madurez. La mayoría de los animales sobreviven la “ordeña”, aunque la literatura revisada por Ortiz apunta a que alrededor de un 30% muere. No hay estudios concluyentes de la mortalidad, sí muchos indicios y cortes del impacto en el tiempo. La cosecha abusiva de cacerolitas de mar ha provocado que sus poblaciones en Estados Unidos se desplomaran un 75% desde los años ochenta hasta la primera década de 2000, de acuerdo con el Servicio estadounidense de Peces y Vida Silvestre, una agencia gubernamental.

Desde entonces, la Unión Europea promovió alternativas sintéticas al lisado de amebocitos de origen animal, pero su uso no fue aprobado en Estados Unidos. En 2020, cuando estalló la pandemia de covid-19 y el mundo buscaba desesperadamente las vacunas, varios medios estadounidenses como National Geographic se hicieron eco de las preocupaciones de organizaciones ambientalistas que aseguraban que la prueba de pureza de múltiples prototipos contra el coronavirus podrían reducir aún más las poblaciones de cacerolita de mar, pero no hay suficientes evidencias científicas que demuestren ese impacto.

Con todo, hay artículos en revistas especializadas que documentan la cosecha de cacerolitas de mar desde finales del siglo XIX, sobre todo para usarlos como fertilizantes en la industria agrícola. Fue hasta los setenta cuando vino el boom del lisado como aplicación biomédica. En Asia, variedades similares al cangrejo herradura de América se consumen como alimento entre la población, incluso hace varias décadas también se consumían en México, de acuerdo con los investigadores consultados, aunque ya es una práctica muy poco común. Están también los depredadores naturales como aves y pequeños mamíferos que se los comen cuando llegan a las costas para desovar o fertilizar los huevecillos. Una hembra puede poner decenas de miles de huevos a lo largo de su vida, aunque solo una fracción llegará a la vida adulta.

En México, las amenazas son diferentes. Desde hace años, pobladores de zonas protegidas han denunciado la extracción ilegal por parte de pescadores. Las cacerolitas de mar tienen un alto contenido de proteínas, lo que atrae a pulpos. Un solo pedazo puede usarse como cebo unas 10 veces, según las investigaciones de Sandoval Gio, Ortiz y otros académicos. Los investigadores tomaron muestras de las poblaciones en dos zonas de la península para medir el impacto. Al inicio de la temporada de pesca de pulpo de 2017, encontraron 24 especímenes en San Felipe y 22 en Río Lagartos. De por sí pocos. Un año más tarde, al inicio de la temporada de 2018, solo encontraron dos organismos en Río Lagartos y ninguno en San Felipe.

En los últimos años, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente ha asegurado en varias ocasiones más de un centenar de cacerolitas de mar para frenar la extracción furtiva para la pesca. Se detienen embarcaciones, se incautan de los animales, pero el problema persiste. Las últimas denuncias que llegaron a la prensa son apenas de enero pasado. La cosecha por kilo de cacerolitas de mar se compra en algunos de los municipios más pobres de Yucatán a 100 pesos el kilo (menos de cinco dólares), según medios locales.

Cacerolitas de mar utilizadas como carnada para la pesca de pulpo en México, en una imagen cedida por Juan Sandoval Gio.

No es la única amenaza documentada por los investigadores. Un trabajo de Sandoval Gio publicado hace unos meses ha encontrado por primera vez glifosato en especímenes muertos de cacerolitas de mar. ¿Cómo llega un plaguicida al cuerpo de un artrópodo? El investigador señala que el uso de los químicos en cultivos extensivos en Yucatán, donde el suelo es calcáreo y muy poroso, provoca que las sustancias tóxicas terminen en los mantos acuíferos y de ahí en los estuarios donde habitan por etapas los mex. El problema se convierte en una potencial bola de nieve: de los cultivos a las cacerolitas, de la extracción ilegal a la pesca de pulpo y del plato al cuerpo de los humanos. “Es una cadenita”, explica el académico. México prohibió el uso de glifosato en enero de 2021.

A la contaminación se suma una política agresiva de cambios en el tipo de uso de suelo desencadenada por la explosión del turismo. Los hábitats críticos de las cacerolitas de mar son cada vez más reducidos, alerta Ortiz. En el flanco derecho de la península de Yucatán bulle el turismo a lo largo del corredor de la Riviera Maya y otras zonas costeras de la península, algunas de ellas zonas protegidas, miran de reojo la llegada de divisas y visitantes.

Ortiz lleva más de dos décadas en el estudio de esta especie. El investigador recuerda los viajes de campo a Holbox a finales de los noventa, un pequeño pueblo de pescadores en una semi-isla paradisiaca, casi donde empieza el Caribe mexicano. No había nada. Las calles no estaban pavimentadas. No había banquetas ni vehículos motorizados. “Cuando uno llegaba al muelle veía a las cacerolas llegar”, subraya. Y de pronto apareció el turismo: hay cada vez más basura, más hoteles, más camiones y más casas en zonas donde no estaba permitido construir, así como hamacas, palapas y bares en plena playa, donde las cacerolas suelen reproducirse. “Es muy triste, es un gran deterioro”, lamenta. En Champotón, en el Estado de Campeche, Ortiz recuerda haber visto cacerolitas buscando lugares para desovar en pisos cubiertos por el cemento. “Ya no se ven las cacerolitas, hay muy pocas”, advierte.

“Es una especie poco estudiada y valorada en México”, afirma Ortiz. Investigadores locales se han dado cuenta en los últimos años de que tenían que unir fuerzas para llegar más a fondo en sus trabajos. Han promovido la educación ambiental en las comunidades locales para que se reconozca su valor medioambiental y cultural. Y presionan para que los esfuerzos de conservación sean coordinados y efectivos. Para preservar una especie única, naturalmente tímida, cada vez más escondida y escasa, que ha sobrevivido millones de años, pero no contaba con el hombre.

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