El año fantástico del maestro Zverev


Palabras mayores lo de Alexander Zverev. A sus 24 años, el alemán (doble 6-4 a Daniil Medvedev, en 1h 15m) ya posee un abanico de premios al alcance de muy pocos, con el laurel olímpico alrededor de las sienes y también con el galardón maestro, este por partida doble. Llega este segundo en Turín, acompañado de una confirmación: se avecina un tenista importante. Intermitente hasta ahora, pero dando bocados de prestigio año tras año, el gigantón de Hamburgo se expande y remata el año de su consagración, quien sabe el del impulso definitivo hacia un estrato superior. Se le reclama y se le espera, y parece haber dado el verdadero paso adelante.

Distinguido hasta ahora como una suerte de clasicómano, triunfador en territorios para especialistas y negado en los grandes, al alemán le queda pendiente la guinda de un major. Le privó de ella Dominic Thiem, el curso pasado en Nueva York, y se quedó a un par de peldaños esta temporada en París y otra vez en Nueva York. Sin embargo, si hay un jugador que se ha redimensionado en 2021 es él, que sellará el año con más títulos (6) y victorias (59) que ninguno. Exceptuando el triplete de Novak Djokovic y el bautismo de Medvedev en el US Open, no hay mayor noticia que el rebrote de Zverev.

El de Hamburgo redondea un ejercicio excepcional, en el que además de celebrar en Acapulco y Viena ha logrado premios de rango mayor en Madrid, Canadá, los Juegos de Tokio y este cetro maestro que le equipara al sueco Björn Borg y al australiano Lleyton Hewitt, también dos, uno por debajo de John McEnroe. El alemán se impuso en una final anestesiada que dominó de inicio a fin, sin necesidad de poner el turbo, suficiente para él con servir a buen nivel y dar un par de dentelladas. Sólido como nunca, Zverev confirmó su salto de nivel y su notable crecimiento en las alturas.

El número tres del mundo superó al dos en un duelo de una sola dirección y que no tuvo color, sin chicha, desenchufado Medvedev desde el principio y sin ofrecer una señal sólida de resistencia. De esta forma, se truncó su racha victoriosa en el torneo –enlazaba ocho triunfos desde la edición que conquistó el año pasado– y el alemán se adjudicó otro trofeo. Son ya 19 en su casillero y en cinco de ellos figura el sello de los Masters 1000, en otro el dorado olímpico y en dos la cuña maestra. Venció en 2018 en Londres y repite en Turín, donde además volvió a tumbar Novak Djokovic en las semifinales.

Cuando Medvedev no es Medvedev

Sucedió todo de modo extraño. La atmósfera era fría, el público de Turín silencioso y lo que se percibió ahí abajo, en la pista, tampoco ayudó a que la tarde cogiera temperatura. El desequilibrio quedó claro desde que el alemán se sacudió los nervios, calibró y empezó a jugar de verdad. Sorteados los dos primeros turnos, Zverev peloteó a placer y enfrente, Medvedev asistía como un espectro, inánime, sin mordiente ni ese espíritu guerrillero que le caracteriza. Medvedev no estaba, o era un holograma. No era él. Ni una sola mala cara, ni un solo gesto de rebeldía. Por no haber, no había ni tensión ni mala leche en el ruso.

”Es difícil explicar el porqué. Quizá se deba al cansancio de mi cuerpo o a que mentalmente no estaba al cien por cien. No tenía chispa. El saque marcó la diferencia”, alegó Medvedev después, en la sala de conferencias.

La desconexión era un hecho. Venía como un tiro el número dos, pero inexplicablemente guerreó con balas de fogueo, inerme. Sin fuego. Demasiado cómodo para su rival, demasiada plácida la tarde para Zverev, que acometió con el poso que ha ido ganando a lo largo del año, este año de estirón. Todo lo salía al alemán, que arañó el primer break al tercer juego, ayudado por la cinta, y después despachó cada turno de servicio con holgura, concentrado y confiado, pero sin esa altanería con la que solía desenvolverse hasta hace poco. El viraje es radical y, en esta versión, Zverev ya es cosa seria. Seria de verdad.

Junto a Lendl, Edberg y Agassi

”He ganado el título ante alguien que me había vencido cinco veces seguidas, así que este ha sido uno de mis mejores partidos. Esto es especial, una inmejorable forma de acabar. Estoy increíblemente feliz y con muchas ganas de afrontar el próximo año”, expresó el campeón, unido a Ivan Lendl (1982), Stefan Edberg (1989) y Andre Agassi (1990) como los cuatro únicos tenistas que han batido al número uno y al dos en las semifinales y la final del torneo.

Destronado Medvedev, que le había batido cinco días antes en el pulso correspondiente a la fase de grupos, el número tres se erige como líder de la generación intermedia y se subraya de la mano del ruso como las referencias a corto plazo, con Stefanos Tsitsipas siguiendo la estela. “No hay mejor manera de irse de vacaciones”, sostiene Zverev en su momento fantástico, presumiendo de una hoja de servicios en la que constan los derribos de Djokovic (4 veces), Roger Federer (4) y Rafael Nadal (3). Con una agitada vida personal –fue denunciado por su expareja por maltrato–, la torre (1,98) se inspira como nunca en las pistas y sigue abriéndose paso.

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