El año que el 'Lega' vivió peligrosamente

El año que el 'Lega' vivió peligrosamente

El Leganés certificó su permanencia en la categoría de plata del fútbol español, todo un alivio en la que ha sido, independientemente de cómo acabe en la clasificación final y de los puntos que consiga, su peor temporada desde que regresara al fútbol profesional en la 2014-2015.

Los leganenses aún están en disposición de alcanzar los 56 puntos que les permitieron ser undécimos aquel curso, el posterior a su ascenso desde Segunda B. Pero ni las aspiraciones iniciales, ni la composición de la plantilla a priori, ni tampoco las sensaciones, son las mismas que por entonces.

Si bien es cierto que en los años precedentes hasta el descenso desde Primera la trayectoria del club siempre fue ascendente, desde el retorno a LaLiga SmartBank el camino parece totalmente distinto, hasta el punto de coquetear esta campaña seriamente con el descenso.

Todo ello se ha dado en un año de transición que comenzó en verano con el cambio de propiedad tras la salida de la familia Moreno Pavón, una de las patas más importantes para explicar el éxito reciente de la entidad, y la llegada del grupo americano Blue Crow Sports.

Las modificaciones también afectaron al banquillo, poniendo el proyecto sobre el césped en manos del técnico Imanol Idiakez con el objetivo de pelear por el ascenso al contar la plantilla con nombres como Jose Arnáiz, Juan Muñoz, Rubén Pardo o Allan Nyom, entre otros.

Sin embargo, el camino comenzó con mal pie. Tres derrotas seguidas en el arranque liguero y solo cuatro puntos de los primeros veinticuatro dejaron al equipo colista después de un doloroso tropiezo en casa contra el Albacete, que vaticinaba un ultimátum para el entrenador la siguiente jornada en Cartagena.

Para sorpresa de muchos, los blanquiazules esquivaron esa bala con un triunfo en Cartagonova, inesperado por la situación clasificatoria. Y a este le siguió otro contra un rival directo por la permanencia como el Málaga. Además plantaron cara al Levante a domicilio, en lo que fueron los primeros pasos de un cambio de dinámica.

A la derrota por 2-1 contra el cuadro granota le siguió una racha de once partidos sin perder (seis victorias y cinco empates) en la que el único reproche fue la eliminación en la Copa del Rey a las primeras de cambio contra el Gernika en la tanda de penaltis.

El equipo tenía definitivamente otra cara y serias opciones de engancharse a la parte alta para luchar, cuanto menos, por meterse en la promoción de ascenso. Eso se reflejó en los fichajes de invierno, con la llegada de nombres como Jon Karrikaburu, Juanjo Narváez o Enric Franquesa. El Albacete, esta vez fuera de casa, fue de nuevo un punto de inflexión. Para mal.

A la derrota en el Carlos Belmonte por 1-0 le siguieron dos empates, ante rivales punteros como el Eibar y el Levante, y una victoria heroica contra el Sporting de Gijón en casa, jugando con uno menos desde el minuto 35. Aquella fue la última alegría durante un tiempo.

Una derrota en Santander generó dudas y estas acabaron convirtiéndose en un torbellino. Los leganeses encadenaron a partir de ahí dos empates a cero contra el Mirandés y la UD Las Palmas, y cuatro reveses seguidos ante equipos de la parte baja en los que tampoco marcaron gol. Sí lo hicieron contra el Cartagena, pero perdieron igualmente por 1-3. Aquel fue el último partido de la era Idiakez.

El Leganés, que semanas atrás soñaba con subirse al vagón de cabeza, afrontó entonces un duelo en Ponferrada que podía dejarles a solo dos puntos del descenso en caso de derrota. Un tanto en el descuento de Sergio González dio la victoria a Carlos Martínez, técnico del filial, en su estreno y algo de tranquilidad en mitad del caos.

A ese triunfo le siguió otro en Butarque contra el Villarreal B y, pese a dos derrotas seguidas en Vitoria y Tenerife, otra victoria en el descuento contra el Huesca dejó casi hecho el trabajo. Ganar por 0-3 en Burgos lo finiquitó del todo.

Ahora aparece en el horizonte un verano marcado de nuevo por la complejidad. Todo apunta a que se buscará un nuevo inquilino para el banquillo, que tendrá que lidiar con una plantilla que puede sufrir muchas bajas al acabar contrato hasta doce jugadores. Y todo ello en una situación económica cada vez más igualada con el resto de clubes y con una masa social que, aunque fiel, parece que ha acabado descontenta y desilusionada por lo visto durante la 2022-2023. Hay mucha tarea por delante.




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