El arrebato del genio


La gente noruega es muy civilizada. No hay incendio que haya perturbado su saber estar. Una balsa de aceite, allá en la lejanía de la fría Escandinavia. Es donde nunca sucede nada. La tierra de la población educada. La conducta intachable de la que hace gala Martin
Odegaard desde que en verano llegó a la Real, cómo no, sin hacer ruido. Como buen nórdico.



De ahí que el alboroto futbolístico que se montó ayer por toda la zona ancha le tocara tanto la moral. Ni se imagina tanto trajín por el centro de Oslo. Menos en la bucólica Drammen que le vio nacer. En sus primeros meses como futbolista de la Real, de agosto a diciembre, también campaba a sus anchas. La ida de las semifinales vino a escenificar que es humano. Que como guía vale un potosí. Pero que la Real no puede contar por arte de magia con sus dotes creativas. El rival ha aprendido la lección. A un noruego es mejor buscarle las cosquillas.

Odegaard no se arrugó. Ser un muchacho de perfil discreto, tímido en el trato y profesional inmaculado, no está reñido con el carácter competidor que aflora. No estaba siendo una semifinal plácida, no era plato de buen gusto para el realista, más bien incómoda, de ahí que el genio impulsara a la Real con un arrebato ganador.

Entre cedidos anda el juego

El Mirandés acababa de igualar la serie. Tres minutos de no saber qué hacer dieron paso a la conducción marca de la casa de Odegaard, con disparo posterior desde fuera del área. Despejó Limones. El rechace de Portu, también. Harto de fallar, a la tercera, Odegaard se dejó las contemplaciones a un lado y rompió el balón, tirando de rabia, para culminar la jugada y establecer el 2-1. El gol de la sucinta ventaja. Puede que sea difícil darle valor con el resultado en la mano, pero quién sabe si será decisivo.

Odegaard, en todo caso, no estaba para alardes. Su último servicio fue el pase a Portu de la primera jugada de la segunda parte. Nada más que fuera relevante. El inconmensurable Malsa y Guridi le complicaron la noche. Entre cedidos anduvo el juego. Un azpeitiarra que se presentó con educación ante el genio y su arrebato


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