El asesinato que unió a Trueba y a Abad Faciolince

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En la vida preconfinamiento, Miguel Ferré acababa de presentar nuevo álbum con la Fundación Tony Manero (Disco para adultos), donde ejerce de cantante; producía a otros artistas y hacía sesiones de DJ. Su pareja, la diseñadora gráfica Valentina Dall’Angelo, trabajaba en una empresa que provee música a eventos, y la hija de ambos, Mia, cursaba P5 (el último año de educación infantil). Entonces llegó el 14 de marzo. Miguel se quedó en casa sin nada que hacer, a Valentina le aplicaron un ERTE y Mia se quedó sin escuela. Un día que Miguel andaba trasteando con unas bases que había grabado, Mia cogió el micrófono que estaba enchufado y se puso a cantar, inventándose una letra sin mucho sentido y una melodía. “Lo hizo todo bien, pero todo mal, supernatural. Me puse a grabar y le metí un autotune, como una trapera”. Ya tenían una canción.

Anna Huix

Desde ese momento, se propusieron componer y grabar un tema al día mientras durase la cuarentena. El proyecto, que bautizaron como Coronamoods (estados de ánimo del corona), sirvió para poner en pie una de esas ideas que se tienen pero se van aplazando, un minisello discográfico que ahora se llama Family Matters. Es pequeño y autárquico: todo se hace dentro de las paredes de la casa que esta familia de tres tiene en el Poblenou de Barcelona.
Desde entonces y hasta la entrada en la nueva normalidad, la familia ha grabado unas 40 canciones y las ha ido lanzando en Bandcamp, la plataforma de autoedición musical, como singles de dos temas cada uno. Cada corte se titula como el día en que se grabó, de manera que el proyecto sirve también como una cápsula del tiempo de este periodo extraño y como un diario familiar.
Cuando empezó la desescalada, la familia invitó a otros amigos músicos a grabar sus propios temas, siempre siguiendo con la idea de hacerlo todo con recursos domésticos —para algunas canciones utilizaron instrumentos de juguete y grabaron sonidos con tijeras, golpeando una cafetera italiana o chasqueando cinta aislante—. Ahora Ferré planea reunirlas todas en un disco que editarán solo en casete. “Pega con este proyecto, porque cuando éramos adolescentes los utilizábamos para hacer compilaciones que grabábamos a los colegas y a las novias. Era algo que forjaba relaciones”.
Para eso sirvieron los coronamoods. “Darnos algo que hacer juntos como familia en esos días en los que te levantabas y tenías toda la jornada por delante para llenar”. Trabajo había. No solo componer y grabar las canciones. También registras los minivídeos que empezaron a colgar en Instagram, en la cuenta @familymatters­music, y hacer las portadas, con sellos caseros y goma eva que compraron en una papelería del barrio. Valentina, que nunca había hecho música, según su pareja, se destapó como una más que apta cantante de electropop, con el nombre artístico de Tina Pravo, y Mia “lo ha dado todo, pero tampoco pretendemos crear un monstruo en plan Hannah Montana”.
A medida que avanzaban los coronamoods se fue ampliando la base de fans, que los seguían a través de las redes y de los envíos de WhatsApp. Entre ellos está Anna Huix, la autora de las fotos de este reportaje, que es vecina de escalera y amiga de los Family Matters. Un día que Mia acudió a traer dónuts caseros a su puerta, le comentó que había formado una banda con sus padres. “Y desde ese momento me hice groupie”, confiesa. En Bancamp, cualquiera puede escuchar una canción de manera gratuita o pagar la voluntad, y los seguidores de Family Matters han mostrado su apoyo al proyecto contribuyendo lo suficiente como para sufragar los campamentos de verano de Mia.


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