El califato (virtual) relanza su amenaza sobre Europa


Emmanuel Macron se siente incomprendido, o víctima de una campaña alimentada por el desconocimiento o la mala fe. Después de la decapitación de un profesor por enseñar unas caricaturas de Mahoma, no todo fueron condolencias. Los llamamientos al boicot en algunos países musulmanes y las críticas a la laicidad francesa en la prensa en inglés han llevado al presidente a lanzar una ofensiva pedagógica para defender sus planes contra el islamismo radical.

Macron suele reservar sus esfuerzos persuasivos para la política interna francesa, donde en los tres años y medio de presidencia ha afrontado desde la revuelta de los chalecos amarillos hasta movilizaciones sindicales. Su imagen exterior —como líder europeísta, o contrapeso internacional a la ola populista que arrancó con el Brexit y la victoria de Donald Trump hace cuatro años— le ha dado menos dolores de cabeza.

El atentado que el 16 de octubre acabó con la vida del profesor Samuel Paty ha forzado al presidente francés a dar explicaciones a una nueva audiencia —esta vez, internacional— que, en su opinión, tergiversa sus palabras e intenciones. Si el Elíseo esperaba muestras de solidaridad internacional, descubrió también que, entre llamamientos al boicot a Francia, algunos líderes, como el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ponían en duda la salud mental del francés, o le acusaban de islamofobia, como hizo el primer ministro paquistaní, Imran Khan.

Si en París creían que, después del salvaje asesinato de Paty, las grandes cabeceras internacionales escribirían editoriales proclamando Todos somos franceses —como hizo Le Monde después de los atentados del 11-S en EE UU titulando Todos somos americanos—, ahí hubo, de nuevo, una decepción. Algunos artículos cuestionaban la laicidad, esa variante francesa —e inscrita en los genes de la moderna República— de la separación entre la iglesia y el Estado que sirve, entre otras cosas, para justificar la prohibición del velo en las escuelas. Otros denunciaban la discriminación de la que son víctimas muchos musulmanes en Francia. O mostraban la extrañeza ante el desagrado que el ministro francés de Interior, Gérald Darmanin, expresó en una entrevista respecto a las secciones de comida halal en los supermercados. Otro describía el cierre de organizaciones islamistas y de una mezquita después del atentado como “represión contra el islam”.

Mientras que la campaña de boicot en el mundo musulmán era en parte un reflejo del choque geopolítico entre Francia y Turquía, las críticas en la prensa internacional evidenciaban una fractura cultural: la incomprensión de la laicidad francesa —codificada en la ley de 1905, que garantiza la libertad de culto y a la vez la neutralidad de la República ante las religiones— y todos los debates que en la propia Francia suscita su interpretación.

“Hay fuerzas importantes en EE UU y Oriente Próximo que, desde puntos de vista diferentes, defienden modelos que fragmentan las sociedades, modelos que finalmente incitan al repliegue sobre sí mismos y al hecho de sentirse bien en la propia comunidad”, resumió esta semana, en un encuentro virtual con EL PAÍS y otros medios, el ministro francés de Educación, Jean-Michel Blanquer. “Son modelos que van en contra de la idea republicana”, añadió, en referencia al multiculturalismo norteamericano y los sistemas en países musulmanes.

El pasado fin de semana, el presidente se dirigió al mundo musulmán. Eligió, para ello, la cadena catarí Al Jazeera. “No renunciaremos a las caricaturas, a los dibujos, incluso si otros reculan”, había afirmado días antes en el discurso de homenaje a Paty en la Universidad de la Sorbona. Y hubo quien lo interpretó como si el Estado asumiese estas caricaturas, publicadas por un medio privado, como propias. En Al Jazeera, Macron recordó, primero, que Charlie Hebdo ha caricaturizado a las otras grandes religiones (y también, con saña, a Macron y a su mujer). Y aclaró que las caricaturas “no son los diarios oficiales, no es el Gobierno francés el que las hace”. “No”, zanjó. Pero añadió: “Mi función es preservar el derecho y siempre lo preservaré”.

Carta de protesta

Macron se dirigió después a otra audiencia, más reducida pero, a su juicio, influyente en la formación de una opinión pública internacional que hasta ahora ha sido más bien favorable al presidente francés. Ya no eran los musulmanes, sino lo que en Francia llaman la “prensa anglosajona”.

Un artículo de opinión en el Financial Times titulado La guerra de Macron contra el ‘separatismo islámico’ todavía divide más Francia, colmó la paciencia del Elíseo. Macron escribió al diario londinense. Acusó a la articulista de distorsionar los hechos y de manipular sus palabras. Recordó que él jamás ha usado la expresión “separatismo islámico”, que se referiría al separatismo de toda una religión, sino “separatismo islamista”, en referencia a una ideología política basada en esta religión, ideología que el presidente considera que amenaza la unidad del país. Francia combate el ‘separatismo islamista’, en ningún caso el islam, se titulaba la carta. El diario retiró el artículo de la página web “después de que se supiese que contenía errores factuales”.


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