El carísimo error de Citigroup

Una joven pasa ante una sucursal de Citibank, perteneciente a Citigroup, el 8 de febrero en Nueva York.
Una joven pasa ante una sucursal de Citibank, perteneciente a Citigroup, el 8 de febrero en Nueva York.KENA BETANCUR / AFP

En tiempos de operaciones bursátiles supersónicas, que atraviesan el planeta de una punta a otra en segundos, y con la tecnología más precisa al alcance de los operadores, cuesta creer que una decena de fondos de inversión fueron inopinadamente agraciados por un error: una millonaria transferencia del banco estadounidense Citigroup que no tendría que haberse producido.

El verano pasado, la entidad transfirió por equivocación —por un fallo humano, han explicado— cerca de 900 millones de dólares (unos 755 millones de euros) de sus propios fondos, en vez de un pago de 7,8 millones de dólares (6,5 millones de euros) de intereses a los acreedores de la compañía Revlon; los 900 millones representaban el monto total del capital del préstamo, que no vence hasta 2023.

Algunos beneficiarios, sorprendidos, devolvieron el dinero que les cayó en suerte, unos 400 millones, pero una decena de administradores de activos no lo hicieron. Y un juez acaba de darles la razón, lo que ha causado a Citigroup un agujero de 500 millones de dólares (unos 420 millones de euros) que le ha obligado a reestructurar sus cuentas.

El magistrado de Manhattan Jesse Furman falló el pasado 16 de febrero que las transferencias bancarias en cuestión, realizadas el 11 de agosto de 2020, eran “transacciones finales y completas, no sujetas a revocación”, pese a admitir también que la operación había sido resultado de un error.

En el fallo, de 105 páginas, se establece que la decena de reclamantes argumentaron que las transferencias coincidían con lo que se les debía como acreedores, por lo que pudieron pensar razonablemente “que los pagos eran deliberados”, asumiendo además que sería “del todo irracional” que Citi cometiera un error tan mayúsculo. El juez cita precedentes legales, que detalla pormenorizadamente en la sentencia, para dar la razón a los reclamantes. “Si hubiera podido escribir en una pizarra vacía, el fallo habría sido otro”, recalca. Parte del escrito desmenuza la inconsistencia del sistema denominado “de seis ojos” o filtros utilizado por Citi para aprobar grandes transferencias. El banco queda al desnudo, sus vergüenzas al aire, en ese centenar de páginas redactadas en oscura jerga jurídico-financiera.

La entidad prevé recurrir el fallo. Mientras tanto, continúa trabajando con Revlon, pero ha empezado a castigar a los inversores que se han quedado con los importes transferidos accidentalmente, bloqueándoles el acceso a determinadas ofertas de deuda que gestiona la entidad, según informa Bloomberg. Tras la sentencia, el banco ha tenido que sumar 390 millones de dólares adicionales en gastos operativos en el último trimestre de 2020, lo que le ha obligado a revisar sus ganancias de ese periodo y rebajar hasta 1,92 dólares la acción, en vez de 2,08. Aunque indirectamente, el descuido también le ha costado un recorte del 20% en su liquidación final al jefe ejecutivo saliente, Michael Corbat, que a finales de febrero pasó el relevo a Jane Fraser, la primera mujer al frente de una gran entidad bancaria estadounidense.

La merma en el finiquito de Corbat —que asciende a solo 19 millones de dólares— no se debe únicamente al error de la transferencia, sino a la suma de contratiempos acumulados durante 2020. Primero, el impacto global del coronavirus; en octubre, una multa de 400 millones de dólares, impuesta por el consejo de gobernadores de la Reserva Federal (Fed), el banco central estadounidense, y la Oficina del Contralor de la Moneda —el organismo federal que regula los bancos—, por “deficiencias de larga data en la gestión de riesgos, la gobernanza y la gestión de datos internos”. Es decir, una sanción millonaria por el déficit de controles.

Si a estos defectos se suman imponderables como la pandemia, el balance de Citigroup en el conjunto de 2020, aun positivo, entró en pérdidas. Los ingresos netos de la entidad cayeron a 11.400 millones de dólares el año pasado, frente a los 19.400 millones registrados en 2019.

Corbat no ha sido el único jefe ejecutivo de un banco de EE UU que ha visto recortado su bono por la pandemia; similar revés han sufrido sus homólogos del Bank of America —con una caída del 10% en los ingresos— o Wells Fargo, entre otros grandes, debido a las bajas tasas de interés, cercanas al 0%, adoptadas hace un año por la Reserva Federal para combatir la crisis pandémica, que han perjudicado especialmente el negocio de la banca de consumo.

Pero la suma de reveses de Citigroup parece más sistémica que coyuntural, como sugiere la sanción de la Fed. La entidad ha quedado a la zaga de competidores como JP Morgan Chase o Bank of America, tanto en ganancias como en retorno del capital, y sus acciones han tenido un rendimiento sensiblemente inferior a las de otros megabancos.

Fraser, la nueva jefa ejecutiva, cuyo nombramiento ha sido saludado como un hito que rompe el techo de cristal para las mujeres en la élite de la banca, ha manifestado que intentará aplicar en la gestión de la entidad lo aprendido en sus destinos en América Latina, donde el banco ha tenido una considerable presencia si bien ha soltado amarras estos años en algunos sectores y países.

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