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De una forma u otra, el hogar familiar, ese donde crecimos, siempre ocupa un lugar especial en nuestra memoria. Pero si además fue un espacio proyectado intencionadamente por uno de los arquitectos más reconocidos de España –Javier Carvajal, Barcelona, 1926– para despertar emociones, los recuerdos se vuelven aún más intensos. Esto es lo que le ocurrió a la fotógrafa Cristina Rodríguez de Acuña (Madrid, 41 años), quien se mudó junto a su familia a esta famosa casa en 1996, dos décadas después de que el arquitecto la construyera para él mismo. La vivienda recibe el nombre propio de Casa Carvajal y es todavía propiedad de la familia Rodríguez de Acuña, aunque se puso a la venta el pasado junio por 3,9 millones de euros. La fotógrafa se despide de la que ha sido su casa familiar con el fotolibro Miradas cruzadas. La Casa Carvajal (Ediciones Asimétricas), en el que narra su relación con este espacio.

Cristina Rodríguez de Acuña recuerda perfectamente su llegada con 16 años a esta casa, ejemplo de la arquitectura española de caracter brutalista de la segunda mitad del siglo XX. “Mi madre se enamoró de ella, supo ver el valor de su arquitectura, aunque en aquella época no se apreciaba tanto como ahora”, cuenta. “Había sido propiedad del embajador de Chile, pero llevaba tiempo sin ser habitada; cuando llegamos tuvimos que retirar las enredaderas que cubrían las puertas, era como entrar en una madriguera”.

Precisamente, ese fue el título que el director Carlos Saura empleó para la película que rodó en la Casa Carvajal, en 1969. En La Madriguera, la vivienda era tan importante como sus protagonistas, Geraldine Chaplin y Per Oscarsson. Rodríguez de Acuña recuerda ver el filme cuando era adolescente, pero “en ese momento no sabíamos que vivíamos en semejante obra de arte”. En 1968, la vivienda recibió el premio Mejor Arquitectura Europea, otorgado por la Universidad de Hannover. Un año después, recibió el prestigioso galardón Fritz Schumacher de la Universidad de Hamburgo.

Y, después de haber habitado esta madriguera, ¿a qué se puede aspirar? “A lo largo de estos años, he vivido en muchísimas casas, pero ninguna como esta. Los ventanales, la luz proyectada en diferentes lugares a lo largo del día, los espacios continuos y abiertos que siempre propiciaban el encuentro entre la familia”, recuerda. Para la autora, la arquitectura no solo evoca sentimientos, sino que transforma a las personas. “No es lo mismo vivir en una cueva que en un rascacielos, y eso lo hemos visto durante el confinamiento, lo importante que era tener al menos un balcón, por ejemplo”.

Cristina Rodríguez de Acuña vivió en la Casa Carvajal hasta los 22 años, cuando se marchó a estudiar fuera de España. Fue entonces cuando empezó a darse cuenta de cómo la arquitectura intencionada de Carvajal había entrado en su vida y en sus recuerdos. “Me vuelve loca el olor a tierra mojada y trabajando en este proyecto me di cuenta de que era porque mi habitación en la Casa Carvajal estaba enterrada, es decir, que la ventana estaba a ras de suelo, desde donde podía oler la hierba perfectamente”, cuenta sobre su dormitorio, un espacio tan íntimo e importante en la adolescencia.

“La Casa Carvajal es un contenedor de naturaleza, y a la vista está, después de tantos años la naturaleza ha tomado todos los espacios exteriores”, explica sobre la vivienda de más de 1.000 metros cuadrados de construcción y 5.000 de parcela. Para diseñarla, Javier Carvajal se inspiró en construcciones como la Alhambra de Granada, con patios y fuentes centrales.

El arquitecto humanista barcelonés, que falleció en 2013, diseñó todo tipo de edificios: viviendas, espacios docentes, religiosos, comerciales… En los años sesenta revolucionó la arquitectura comercial con el diseño integral de las tiendas Loewe. Entre las varias distinciones que recibió a lo largo de su carrera, destaca el primer premio otorgado por el Instituto de Arquitectura Americano por el Pabellón de España en la Exposición Internacional de Nueva York, de 1964.

No es el primer trabajo fotográfico sobre la vivienda. En 1969, el fotógrafo Paco Gómez ya había documentado la Casa Carvajal y sus claves arquitectónicas. “Pero yo no veo mi casa en esas imágenes”, dice Rodríguez de Acuña, “ni tampoco en mis propias fotos que tomé al iniciar este proyecto hace cinco años; necesitaba pasar primero por un proceso emocional”.

En Miradas Cruzadas. La Casa Carvajal, la fotógrafa ha conseguido narrar su relación con el espacio a través de fotografías y textos, escritos por ella misma y por otros arquitectos que comparten esta mirada como Alberto Campo Baeza, Ignacio Vicens, Del Val, Alejandro Gómez García o Eduardo Delgado Orusco, entre otros. “Fueron ellos los que me ayudaron finalmente a identificar esos sentimientos provocados por la arquitectura”, dice la fotógrafa, quien regresó junto a sus tres hijos hace cinco años a la casa familiar, en la que todavía vive su madre.

En 2019, la Casa Carvajal se abrió por primera vez al público durante la Semana de la Arquitectura de Madrid. “Afortunadamente, en los últimos años se ha empezado a valorar como se merece y ha sido objeto de estudio para muchos arquitectos, entre ellos, los nietos del propio Carvajal”, dice Rodríguez de Acuña, que desea que esta “obra de arte arquitectónica” se convierta en una fundación con la nueva adquisición. “Es importante cuidar este tipo de patrimonio, mostrarlo y estudiarlo”, concluye. La Comunidad de Madrid ha propuesto a la familia que sea declarada Bien de Interés Cultural (BIC) como Monumento Patrimonio Español por ser una de las casas más representativas de la época en España.

Estos días, Casa Carvajal se ha podido experimentar a través de la personalísima mirada de su inquilina en el espacio Vitra Showroom Madrid (Padilla, 21), con una selección de originales de Cristina Rodríguez de Acuña que han sido la base para la publicación de Miradas cruzadas. La Casa Carvajal.


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