‘El corazón del imperio’: romanas tan crueles como los romanos

Es sabido que la historia la escriben los poderosos, los vencedores, casi siempre hombres. En un intento de sacar a las mujeres de los márgenes, el escritor Santiago Posteguillo conduce El corazón del imperio, cuyos primeros episodios acaba de estrenar Movistar+. El autor es un superventas de la novela histórica (ganador del Planeta de 2018 con Yo, Julia) que vuelve a la Roma antigua en este documental dramatizado. Una fórmula híbrida y arriesgada: pasamos de repente de escenas cuidadosamente ambientadas (¡con los diálogos en latín!), que darían para una serie de pura ficción, a los comentarios de Posteguillo y de un grupo de historiadoras y expertas que ponen una mirada feminista sobre aquel mundo del que tanto hemos heredado, para bien o para mal.

De entrada nos presentan a las gladiadoras Amazona, Achilia y Aunia, y la recreación de sus combates está lograda. Una de ellas acude a abortar; eso también es explícito. Las explicaciones se cruzan en un lenguaje muy coloquial, quizás para captar la atención de esa generación que sigue a los streamers. Pasamos por el mito de Medea, entre heroína y villana; por la historia de Fulvia, que lideró una revuelta y quemó el Senado, pero es más conocida por casarse con Marco Antonio; por una preparadísima Cleopatra, que rebate el mito de mujer fatal creado luego para ella. En próximas entregas vendrán Julia Mesa, influyente figura política y la primera senadora (interpretada por Aitana Sánchez-Gijón, palabras mayores); Heliogábalo, un efímero emperador (hoy diríamos emperatriz) que era una transexual; y Livia, la perfecta esposa y madre sospechosa de envenenar a varios de sus rivales.

No esperen unas vidas ejemplares. Estas mujeres no eran santas, sino capaces de la misma crueldad que aquellos hombres. Ocurre que la historia trató bien a los varones despiadados, hasta genocidas, pero ellas fueron denigradas por ser igual de ambiciosas. Todavía pasa algo de eso.

Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Inicia sesión para seguir leyendo

Sólo con tener una cuenta ya puedes leer este artículo, es gratis

Gracias por leer EL PAÍS




Source link