El coronavirus coloca de nuevo contra las cuerdas a Estados Unidos


En medio de la transición de poder, al borde de la llegada del invierno, Estados Unidos atraviesa el peor momento de una pandemia que, nueve meses después de que empezara a golpear el país, no ofrece señal alguna de remisión. El pasado miércoles se produjeron 2.804 muertes por covid, según datos de la Universidad Johns Hopkins, lo que supone 52 más que las registradas el 15 de abril, fecha que marcaba el récord hasta esta semana. Ese mismo miércoles se alcanzaron 100.000 hospitalizaciones provocadas por el coronavirus, más del doble de las que había a principios de noviembre y casi el doble de las que se registraron en los picos de primavera. Una tendencia que hace presagiar semanas muy duras.

El escenario de un aluvión de pacientes que desborde la capacidad de los hospitales era precisamente el más temido por los expertos. “Se trata de un escenario muy grave, pero es concebible que suceda”, dijo a mediados de marzo el doctor Anthony Fauci, experto del equipo de repuesta a la crisis sanitaria en la Casa Blanca. Ese escenario nunca llegó a producirse a escala nacional. Pero es al que el país se asoma esta semana. Desde el 1 de noviembre, el número de pacientes ingresados con covid en los hospitales se ha duplicado; desde el 1 de octubre, se ha triplicado. “Con el repunte de casos de covid, proyectamos que Pensilvania se quedará sin camas de cuidados intensivos a mediados de diciembre”, decía en Twitter Tom Wolf, gobernador del Estado

Existen profundas diferencias respecto a los picos de la pandemia experimentados en primavera, que convierten la situación actual en más preocupantes. En abril, los contagios y muertes se concentraban en el noreste del país, particularmente en Nueva York y en los Estados de Nueva Inglaterra. Hoy, la devastación de la pandemia se distribuye por toda la vasta geografía del país. Este viernes, por primera vez, cada uno de los siete Estados más poblados (California, Nueva York, Texas, Florida, Illinois, Ohio y Pensilvania) reportaron más de 10.000 nuevos casos cada uno. El número de nuevos contagios detectados ese día en todo el país alcanzó los 227.885, marcando un nuevo máximo.

El pico de abril se logró contener gracias a las medidas estrictas de restricción de movimientos impuestas en los Estados más golpeados. Ahora, los expertos temen que en los próximos días se empiecen a notar los efectos de los desplazamientos y las reuniones familiares del puente de Acción de Gracias, que tuvo lugar la semana pasada. Y se avecinan las celebraciones de Navidad y Año Nuevo, con más reuniones familiares y viajes.

La detección de nuevos casos marca récords, superando el millón de contagios semanales. Gracias a la mejora en los tratamientos, el porcentaje de infecciones que termina en fallecimiento del paciente ha bajado de 6,7% en abril a 1,9% en septiembre, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). Y aun así, las muertes siguen subiendo y ya han superado las 279.000 en todo el país.

Sucede, no obstante, que el número de hospitalizaciones crece, pero a un ritmo menor que el número de nuevos casos. Es decir, que el porcentaje de contagiados que son ingresados está bajando. Para esto hay dos posibles explicaciones. Una, que se deba a que el aumento en el número de pruebas lleva a diagnósticos de casos más leves. Otra, más preocupante, es que la tendencia decreciente obedezca a que los hospitales evitan los ingresos ante la amenaza de saturación. “Pacientes que habrían sido hospitalizados el mes pasado hoy están siendo enviados a casa”, decía en The New York Times el doctor Michael Osterholm, experto en enfermedades infecciosas y miembro del equipo asesor del presidente electo Joe Biden.

“La realidad es que diciembre, enero y febrero serán tiempos duros”, dijo esta semana Robert Redfield, director de los CDC. “Creo, de hecho, que van a ser el momento más difícil en la historia de la salud pública de esta nación”.

Las autoridades de los Estados urgen a la ciudadanía a extremar la precaución y vuelven a tomar medidas incómodas. El gobernador de California, Gavin Newsom, aseguró el jueves que ordenará el cierre de los negocios y servicios no esenciales durante tres semanas en zonas con especial presión en los hospitales. En la bahía de San Francisco, las autoridades locales han dictado una orden de confinamiento en las casas. “Sabemos que, si esperamos, solo estaríamos retrasando lo inevitable”, dijo la alcaldesa de San Francisco, London Breed.

En la otra costa, en Nueva York, el gobernador Andrew Cuomo ha advertido de que podrían repetirse las severas medidas tomadas en primavera si el repunte desemboca en “una crisis de hospitalizaciones”. Algunas de las localidades del Estado que fueron epicentro de la pandemia en primavera y que después lograron doblegar la curva de contagios, como la ciudad de New Rochelle, asisten de nuevo a un repunte en los contagios.

La amenaza de nuevos cierres redobla la presión sobre el Capitolio de Washington, donde sigue bloqueada la aprobación de un nuevo paquete de ayuda a la economía, vital para amortiguar el efecto de la crisis cuando las medidas del anterior rescate están ya están expirando. Esta semana, la urgencia ha producido un cierto optimismo de cara a que los dos partidos alcancen al fin un acuerdo para aprobar nuevas ayudas a desempleados, empresas, escuelas y centros de salud.

Los CDC urgieron el viernes a los ciudadanos a renunciar a los desplazamientos en Navidad y recomendaron, por primera vez, la utilización de máscaras en espacios cerrados diferentes al propio hogar. Estados Unidos, advirtieron los CDC, ha entrado en “una fase de alto nivel de transmisión” a medida que las bajas temperaturas y la temporada vacacional empujan a las personas hacia los espacios cerrados. El uso “constante y correcto” de máscaras es clave para controlar el virus, añaden, especialmente por el hecho de que los últimos estudios indican que cerca del 50% de la transmisión del virus se produce por personas asintomáticas.

El presidente electo Joe Biden anunció que, cuando llegue a la Casa Blanca el próximo 20 de enero, pedirá a los ciudadanos que lleven máscara durante los primeros cien días de su mandato. Algo que convertirá en obligatorio allí donde alcance su competencia, como en edificios federales, viajes interestatales o transporte aéreo.

El presidente Trump, mientras tanto, parece ajeno a la crisis desde que perdió las elecciones el pasado 3 de noviembre. No ha realizado ninguna comparecencia pública significativa para abordar el agravamiento de la pandemia ni su Administración ha tomado medida alguna de relevancia. Mientras las buenas noticias sobre las vacunas proporcionan un horizonte de optimismo a los ciudadanos, se avecinan meses en los que la contención de la propagación será decisiva.

Información sobre el coronavirus

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