Del mítico Maradona al Diego violento

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Diego Armando Maradona, antes de una entrevista que hizo en 2005 en La Habana al entonces presidente cubano, Fidel Castro.
Diego Armando Maradona, antes de una entrevista que hizo en 2005 en La Habana al entonces presidente cubano, Fidel Castro.CANAL 13 / EL PAÍS

La muerte de Maradona el pasado día 25 y su descomunal repercusión han sometido al periodismo a otra difícil prueba. El reto consistía en glosar las proezas de uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos —si no el mejor—, pero sin ocultar deplorables hechos de su biografía, como la presunta violencia machista contra sus parejas. Varios lectores creen que EL PAÍS les ha fallado.

Como muchos medios, el periódico definió al jugador como “dios”, “mito”, “eterno”, “inmortal”, “leyenda”, “ídolo” o “símbolo”. El lector Carlos Cobián Babé se quejó: “No todos pensamos que merezca toda esa atención, porque nunca podrá ser ejemplo de lo que debe ser la vida de un deportista”. La lectora María Eugenia Ibáñez fue más dura: “Han ofrecido ustedes una imagen distorsionada y falsa del personaje. Ofensiva, diría, para las mujeres y hombres con sensibilidades más allá de una pelotita… ¿Dieciséis páginas para un agresor sexual y drogadicto? ¿Atenúan sus goles el acoso que sufrieron sus parejas? ¿Justifican los triunfos deportivos su predilección por niñas menores de edad?”

En la versión impresa, se publicaron en cinco días esas 16 páginas y, en la digital, 60 textos, casi todos en Deportes, donde se repasaron casi en exclusiva los éxitos deportivos del astro argentino. El redactor jefe de la zona, José Sámano, lo explica así: “La sección simplemente se propuso dar una cobertura a la altura del mito, es decir glosando la espectacular carrera de Maradona y su extraordinario impacto. No hubo una pieza específica dedicada a los múltiples capítulos más que reprochables de su vida, pero sí constantes referencias en muchos artículos”.

En la web —no en la edición impresa— sí hubo el día 26 una pieza específica sobre esos lamentables hechos biográficos, pero la elaboró SModa, la revista femenina de moda y belleza distribuida con el periódico. Y fue solo en esa revista donde se publicó el rechazo de la futbolista Paula Dapena a participar en el minuto de silencio en honor de Maradona.

En las redes, mientras, estallaba el debate. La escritora Rosa Montero llamó en Twitter al futbolista “maltratador de mujeres” y añadió: “La divinización de Maradona es repugnante. ¡Qué ceguera y qué calcinamiento cerebral tiene la gente!” Algunos partidos y líderes políticos tuvieron que matizar sus alabanzas iniciales. Izquierda Unida, también en Twitter, publicó esta frase junto a una foto de Maradona con Fidel Castro: “Hasta siempre, comandantes”. Tras recibir varias críticas, IU difundió este otro tuit: “No podemos olvidar, y menos el 25N [la muerte fue el día internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer], los oscuros episodios de su vida relacionados con la violencia machista”.

Miguel Jiménez, director adjunto del diario, sostiene que han predominado los textos elogiosos sobre las indiscutibles virtudes futbolísticas de Maradona, pero que también se han incluido “numerosas menciones a sus adicciones y excesos y algunas piezas específicas, informativas y de opinión, con respecto a su machismo, las denuncias de maltrato y otras acusaciones”. Pese a todo, precisa: “Al ver la cobertura en su conjunto, admito que es posible que no hayamos insistido lo suficiente en esos puntos oscuros y que, al haber tanto espacio dedicado a glosar sus gestas futbolísticas, haya quedado la impresión de cierto desequilibrio”.

La sociedad está hoy más atenta a esos desequilibrios. Son cada vez más vivos y espontáneos los debates sobre figuras acusadas de actitudes censurables, como ha ocurrido con Roman Polanski, Woody Allen, Bill Cosby, Sean Connery, Richard Wagner o Plácido Domingo. Para los ídolos del deporte, en cambio, parecen regir otras normas. La escritora Elvira Lindo decía el día 29: “Ha quedado claro una vez más que no hay biografía más intocable que la de los futbolistas.

No solo del fútbol. En enero, tras la muerte de Kobe Bryan, una periodista del Washington Post fue castigada por tuitear una información sobre presuntos abusos sexuales de la estrella de la NBA. El periódico rectificó tras las críticas que recibió. EL PAÍS también tendrá que extraer ahora sus conclusiones. Miguel Jiménez lo asume: “Debemos tomar nota de las quejas de quienes así lo han percibido [el desequilibrio informativo] y tratar de evitarlo para otras ocasiones”.

Una vez más, la solución estaba en el Libro de estilo: EL PAÍS debe ofrecer “una información veraz, lo más completa posible”, para ayudar al lector “a entender la realidad y a formarse su propio criterio”. En el relato no puede faltar nada relevante. Los hechos son sagrados y solo con todos ellos en la mano puede construir cada cual su opinión con libertad. Los lectores tienen derecho a saber, y los periodistas, la obligación de contarlo.

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defensor@elpais.es

El Defensor del Lector contesta




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