El día que México hizo a esperar media hora de pie a EE UU y Canadá

El día que México hizo a esperar media hora de pie a EE UU y Canadá

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El presidente Andrés Manuel López Obrador internacionalizó su afición por los discursos largos y repetitivos, propios de los dirigentes que no tienen inconveniente en pedir que el mundo entero se detenga y los espere el tiempo necesario cuando tienen algo que decir. El pasado martes, durante la Cumbre de los Three Amigos, López Obrador se tomó 28 minutos para responder una pregunta de la prensa en una conferencia en la que lo acompañaron sus homólogos de Estados Unidos, Joe Biden, y Canadá, Justin Trudeau. Los tres mandatarios de pie, Biden y Trudeau mataron el tiempo mirando el suelo, acomodándose el traje o rascándose la frente mientras lo escuchaban hablar a través del auricular del traductor.

Los reporteros que cubren las actividades de los jefes de Estado de EE UU y Canadá experimentaron lo que sus colegas de la fuente presidencial de México viven de lunes a viernes al cubrir las conferencias mañaneras de López Obrador, que suelen durar de dos a tres horas. Estos últimos, pese a la costumbre, se quejaban de que el presidente diera en la cumbre de alto perfil un discurso muy parecido a los que ha venido dando a lo largo de sus cuatro años de Gobierno, a decir de Elías Camhaji, reportero de que cubrió la comparecencia ante los medios de los Three Amigos.

Hubo tres rondas de preguntas. En la primera solo habló Biden y tomó siete minutos. En la segunda habló Trudeau seis minutos y medio. En la tercera, la prensa hizo preguntas a López Obrador y Biden sobre la colaboración bilateral en el tema migratorio y de combate al tráfico de fentanilo. También cuestionaron a Biden y Trudeau respecto de las consultas sobre la política energética de México, su socio comercial en el TMEC. López Obrador tomó la palabra y no volvió a dejar hablar a sus invitados. Durante casi media hora, el presidente hizo un repaso por los programas sociales que ha entregado su Administración a los más pobres, sobre la reforestación, sobre la construcción de megaobras de infraestructura; dijo que se acabó la corrupción en el Gobierno, destacó la militarización de las aduanas, criticó la narcocultura, alertó sobre los vapeadores…

“Ya me pasé del tiempo y hay mucho frío”, dijo López Obrador al final y dio por concluida la conferencia. La respuesta del presidente mexicano fue tan larga que hizo a Biden, de 80 años, olvidar cuáles habían sido las preguntas. Antes de irse, el mandatario de EE UU mostró un papel a los reporteros y dijo: “Quiero que quede constancia de que no sé qué preguntas no respondí. Estoy preparado para después”. Habían transcurrido dos días de una agenda llena de actividades oficiales relacionadas con la cumbre trilateral. Biden y Trudeau habían llegado a Palacio Nacional el martes desde las once de la mañana. “Era claro que tenían cara de consternación y lo de Biden era un reclamo velado”, apunta Camhaji.

Para la prensa estadounidense no pasó inadvertido el gesto de López Obrador para con sus invitados, que son a su vez sus principales socios comerciales. Bloomberg calificó la disertación del presidente mexicano de “monólogo”, haciendo énfasis en el hecho de que Biden y Trudeau tuvieron que esperar de pie. El periodista de la agencia EFE Octavio Guzmán dijo en Twitter que los reporteros de EE UU habían apodado a López Obrador “AMLong”, una alusión a las siglas de su nombre (en México es popularmente conocido como AMLO) y a la duración de su respuesta en la cumbre.

En México, López Obrador ha sido criticado porque en sus mañaneras suele hacer que varios altos funcionarios de su Gobierno estén presentes, sentados en una silla, hasta que él termine de hablar. Desde gobernantes hasta los encargados de la seguridad nacional, la salud o la educación pública, que bien podrían estar despachando los asuntos que les encomienda la Constitución, permanecen sentados dos o tres horas oyéndolo hablar. En sus tiempos de candidato, en sus visitas a los pueblos más recónditos, bajo el sol o bajo la lluvia, López Obrador hacía también esperar a sus bases. Dos presidentes se han sumado a la fila de sus escuchas.

El mandatario mexicano, de 69 años, fomenta la pedagogía de la repetición. Suele decir que mientras un artista no debe repetirse, un político sí que tiene esa misión, la de volver una y otra vez sobre los mismos puntos, para que al pueblo se le graben las ideas. Está tan convencido de ello que también suele repetir que él tiene que repetirse. También es consciente de que, por su edad, ya no habla “de corrido”, aludiendo a sus constantes pausas, silencios y muletillas para hilvanar sus ideas.

García Márquez decía de Fidel Castro que la tribuna era “su medio ecológico perfecto”. Ese Castro que ha dado los discursos más largos que han sido televisados (en Cuba). El mismo que en febrero de 1998 habló durante casi ocho horas y al terminar se despidió diciendo “buenos días” porque ya eran las horas del día siguiente. El tipo de mandatario que “descansa conversando”, decía el Gabo. De López Obrador se podría decir que es el mismo tipo de dirigente. Faltaría saber si existen quienes descansan escuchando de pie.

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