El doctor Fauci, un base para liderar a Trump en el partido contra el coronavirus


Cuando la NBA se suspendió el pasado 11 de marzo, el rostro del doctor Anthony Fauci apenas acababa de entrar en escena en las televisiones estadounidenses. No era la primera vez que aparecía ante la opinión pública, pero a expertos como él se les olvida más rápido que a los jugadores de banquillo del último clasificado de la temporada. Nadie le ponía cara, pero era el mismo tipo que lideró a la administración Reagan en la respuesta contra el sida y, más tarde, se encargó de coordinar la respuesta estadounidense al SARS, al zika y al ébola.

“Recomendamos que no haya grandes multitudes. Si eso significa que no haya aficionados cuando la NBA juegue, que así sea”, decía Fauci en una sesión especial del congreso ese 11 de marzo. Por entonces, la amenaza del confinamiento se estaba concretando entre bambalinas en España; mientras tanto, en Florida, las playas de Miami todavía rebosaban de gente hacinada entre sprays bronceadores, sombrillas y tumbonas. Todo lo contrario a las recomendaciones que esa misma mañana había lanzado Fauci al aire. Fue por la tarde, cuando el jugador de los Utah Jazz Rudy Gobert dio positivo y Adam Silver, comisionado de la NBA, decidió suspender la competición sine die, que los Estados Unidos parecieron despertar definitivamente ante la amenaza del virus.

Mientras Silver lideró la suspensión de las competiciones deportivas en todo el globo, el Dr. Fauci se encargó de liderar la respuesta de la Casa Blanca a la pandemia del coronavirus, que ya se ha cobrado 100.000 vidas a nivel mundial, casi 20.000 de ellas en Estados Unidos. Al Dr. Anthony Stephen Fauci (Nueva York, 1940) el liderazgo le viene de sus años mozos, concretamente de las canchas de baloncesto colegiales. Con su 1,70 de estatura, Fauci respondía al perfil de base clásico en sus equipos de baloncesto. Precisamente, ese perfil de capitán de la cuadrilla es el que le ha ganado el respeto de Donald Trump, quizás uno de los presidentes más complicados con quien ha tenido que lidiar jamás –y ha visto de todo con Reagan, los dos Bush, Clinton y Obama–.

Un partido de leyenda

El presidente de los Estados Unidos leyó el perfil del Wall Street Journal que repasaba los méritos deportivos del epidemiólogo, el mayor experto de cabecera en enfermedades infecciosas del país y director del Instituto de Alergia y Enfermedades Infecciosas. Trump, de entre todas las temáticas a destacar ese día, no pudo contener los comentarios sobre su pasado baloncestístico con la prensa. “¿Sabéis? Fue un gran jugador de baloncesto. ¿Alguien sabía eso? Era demasiado bajito para la NBA, pero tenía talento”, explicó el presidente a los reporteros. El doctor, a su lado, no pudo evitar dibujar una sonrisa. “Ganó un partido imposible ante un gran equipo, cuando todo su equipo decía ‘no podemos ganarles’. Entró y ganó el partido, ¿verdad?”.

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Efectivamente, ese fue uno de los mejores momentos de Fauci con la Regis High School en 1958. Con su equipo hundido en la tabla, una victoria y 16 derrotas en la clasificación, sus compañeros se preparaban para una nueva tunda ante uno de los mejores conjuntos de la región, la Fordham Prep liderada por Donnie Walsh -que jugó posteriormente para el legendario Dean Smith en la Universidad de Carolina del Norte e hizo carrera como entrenador y ejecutivo de los Indiana Pacers y los New York Knicks en la NBA-. Ese mismo equipo les había ganado por 16 puntos apenas hacía unas semanas, pero Fauci, con 18 años, lideró a los suyos a la victoria.

Parece una tontería, un partido sin más de un adolescente cualquiera. En parte, así es, pero el impacto de esa victoria sigue vivo sesenta años más tarde. Los compañeros de Fauci, con 80 años a sus espaldas, todavía recuerdan la gesta e identifican en ella el mismo carácter que ahora lidera la lucha contra la pandemia: un tipo con gran manejo del balón, un defensor molesto, un competidor tenaz, “un tipo capaz de atravesar una pared con la pelota”, según rememoraba uno de sus compañeros al WSJ.

“Vamos a ganar esto”

“Tony dijo no”, recordó John Zeman, compañero de Fauci, sobre su ya famoso encuentro. “Vamos a ganar esto. Y lo hicimos”. Esta actitud es la que ahora reconforta a los estadounidenses a través del televisor. Hay que ganar el partido como sea. También a través de las redes sociales, ya que Fauci, conocido como Tony o Fauch en sus años de instituto, ha sido entrevistado en directo por Stephen Curry a través de Instagram Live y ha intervenido en el podcast de Mike Krzyzewski entre otras iniciativas para expandir las recomendaciones sanitarias y concienciar a los ciudadanos estadounidenses.

De hecho, el gran mérito de Fauci es el de haber convencido a Trump para que le escuche. En las ruedas de prensa, el presidente va por libre. El día 15 de marzo, el mandatario intentaba calmar a los ciudadanos: “Tranquilos, está yéndonos bien”. Acto seguido, con su tono claro y con las palabras justas, Fauci hablaba en plata: “Lo peor está por llegar”. Por mucho que el presidente se esfuerce, el encargado de liderar el partido contra el coronavirus, como en sus tiempos de base en el instituto, es el Dr. Fauci.

“Lo que tenemos que hacer es presionar toda la cancha”, ilustró Fauci a la audiencia del podcast de Krzyzewski, trazando una acertada comparación entre el coronavirus y el baloncesto. “No podemos dejar que el balón toque el suelo y pueda moverse. Tenemos que estar muy encima. Eso es lo que hay que hacer, porque es la única herramienta que tenemos por ahora. No estamos ni a mitad de partido, estamos peleando”. Tras su charla, el entrenador de Duke, cinco veces oro olímpico como entrenador del Team USA, quiso darle un título honorífico al hombre de moda en EE.UU.: “Has sido un base toda tu vida. Siempre repartes prescripciones, remedios y cualquier cosa, así que te daré un nuevo título. Eres el base de América, esa es la persona en que te has convertido”.


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