El duelo interminable de Ibrahimovic y Lukaku


La pelea de Zlatan Ibrahimovic y Romelu Lukaku en el cráter vacío de San Siro, este martes en la eliminatoria de cuartos de final de la Copa Italia, evocó la lucha primordial de los líderes de la manada. Los goleadores del Milan y el Inter, primero y segundo clasificado de la Serie A, llevaban buscándose desde hacía años cuando un incidente menor, un roce entre Lukaku y Romagnoli antes del descanso, los empujó uno contra otro enfurecidos y desinhibidos. Como si no fueran conscientes de que había cámaras grabándolos en directo. Chocaron frente contra frente y habrían llegado hasta las manos de no ser por la multitud que acudió a separarlos mientras amenazaban con arremeterse entre insultos que fueron de lo esotérico a lo básico. “¡Llama a tu madre y vuelve a tu mierda vudú, borrico!”, le gritaba Ibrahimovic. “¿Quieres que hablemos de tu madre?”, le increpaba el goleador del Inter. “¡Es una puta!”.

Este miércoles Milán amaneció aturdida por el estruendo de la noche anterior. Pero la erupción comenzó en el verano de 2017, cuando Ibrahimovic se recuperaba de una rotura de ligamentos cruzados y el Manchester United fichó a un joven que le disputaría el puesto. Lukaku, representado por Mino Raiola, que también era agente de Ibrahimovic, desembarcó en Old Trafford procedente del Everton y lo primero que hizo fue adentrarse en un territorio prohibido. Contra las leyes consuetudinarias del fútbol, eligió el dorsal nueve, el que correspondía a su compañero de baja. “Le pedí permiso a Zlatan”, se justificó el belga.

Aunque durante unos meses el paraguas de Raiola preservó cierta cordialidad superficial, la herida en el orgullo del veterano despojado no tuvo cura.

Lukaku es un tanque con alma de poeta. Lo sabe toda la industria del fútbol. Bajo su caparazón de peso pesado, el delantero se afana en vivir el fútbol desde la fantasía. Su sueño es tener pies de seda. Una vez recuperado de su lesión de rodilla, Ibrahimovic aguijoneó el complejo de su compañero cuando ambos se encontraron en el campo de prácticas de Carrington. Lo contó el propio delantero sueco tiempo después: “Le dije: ‘Te doy 50 libras cada vez que consigas controlar un balón’. Él me respondió: ‘¿Y si controlo todos los balones tú qué me das?’. ‘No te daré nada’, le respondí; ‘pero tú conseguirás ser mejor futbolista, y eso ya es bastante’. Nunca aceptó el reto. Tal vez tenía miedo de perder”.

Ibrahimovic y Lukaku apenas jugaron juntos durante 130 minutos antes de que José Mourinho, entonces técnico del United, decidiera decantarse por Lukaku. La marcha de Ibrahimovic al LA Galaxy, con 36 años, tuvo aire de condena a la jubilación.

Farhad Moshiri, accionista mayoritario del Everton, echó leña al fuego cuando recordó en 2018 las extrañas circunstancias que llevaron a Lukaku a rechazar su oferta de renovación para irse al United. “Estábamos a punto de firmar el contrato”, dijo Moshiri, “cuando Romelu llamó a su madre y le dijo que había hecho un peregrinaje a no sé qué lugar de África, donde un vudú le advirtió que no debía renovar por el Everton”.

La prensa italiana acusó a Ibrahimovic de realizar insultos racistas, tras el inidente de San Siro. El jugador, que considera a Muhammed Ali su primer referente, se defendió en Twitter y dejó un recado: “En el mundo Zlatan no hay sitio para el racismo. Somos todos de la misma raza; ¡somos todos iguales! Somos todos jugadores, algunos mejores que otros”.

Ojos azules

Hijo de un emigrante bosnio musulmán y una emigrante croata católica, Ibrahimovic nació y se crió en Ronsengrand, el barrio más marginal de la ciudad sueca de Malmo. Jugaba en las categorías inferiores cuando vislumbró el racismo. “Nunca sentí envidia de nadie”, dijo hace un mes en La Geazzetta dello Sport; “ni siquiera por esos que tenían ojos azules que cuando entraban al campo del Malmo parecían más bienvenidos que yo. Yo me enfurecía. Me sentía diferente y me resultaba extraño porque no conocía este mundo”.

A sus 39 años, Ibrahimovic protagonizaba una proeza de longevidad. Había sacado al Milan de la depresión con 14 goles en 15 partidos para situarlo a la cabeza de la Serie A sin más recursos que una plantilla inexperta. Su gol al Inter en Copa, un monumento a la puntería, le consagraba como la figura indiscutible del fútbol italiano cuando Lukaku se le cruzó de nuevo. El árbitro expulsó al sueco en la segunda parte por una falta táctica en el mediocampo y el Inter remontó contra diez (1-2). Pero el duelo que comenzó en 2017 no ha concluido.


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