EL PAÍS

El expresidente Bolsonaro permanece en Florida sin fecha de regreso a Brasil

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El expresidente de Brasil Jair Bolsonaro, se reúne con simpatizantes en Orlando, Florida, el 4 de enero de 2023.Skyler Swisher (AP)

Michelle Bolsonaro, esposa del anterior presidente de Brasil, aterrizó este jueves por la noche en Brasilia sin su esposo, que permanece en un chalé prestado de Florida en vísperas de cumplirse un mes de su partida y del fin de su mandato. El ultraderechista Jair Bolsonaro mantiene silencio sobre su futuro y no ha dado una fecha de vuelta. Mientras, la investigación abierta contra él por el Tribunal Supremo por alentar el asalto al corazón político y judicial de Brasil el pasado 8 de enero no ha producido ninguna novedad relevante. El goteo de arrestos por la intentona golpista continúa y más de 1.000 personas siguen en prisión. Entre los sospechosos que la policía busca, un sobrino de Bolsonaro conocido como Leo, El Indio, que participó en el ataque y se hizo allí mismo un selfi.

Bolsonaro, que en principio viajó con intención de quedarse un mes en Florida, no ha detallado por ahora en público sus planes. Entre múltiples especulaciones y fuentes anónimas que aseguran que ha pedido a su anfitrión quedarse hasta después de Carnaval, su primogénito, el senador Flávio Bolsonaro, ha ahondado en la incertidumbre: “No hay previsión, es él quien sabe. Puede ser mañana, en seis meses, puede no regresar nunca. No lo sé”, ha declarado este sábado.

El jefe del partido del patriarca Bolsonaro, Valdemar Costa Neto, espera en cambio un retorno innmediato. “El otro día me mandó un audio diciendo que vuelve a fin de mes (de enero)”, decía el presidente del Partido Liberal este viernes en una entrevista con el diario O Globo. Los comentaristas brasileños no se lo acaban de creer. Y el líder de la sigla a la que Bolsonaro se afilió para disputar la reelección admite que habla poco con él. Costa Neto considera imprescindible que se persone en Brasil para liderar la oposición a Luiz Inácio Lula da Silva, el izquierdista que preside un Gobierno de coalición.

Los problemas intestinales del exmandatario son uno de los motivos que podrían acelerar el regreso en vista de que sufrió una nueva crisis que le obligó a pasar por el hospital en Estados Unidos.

Este lunes se cumple un mes desde que Bolsonaro se instaló en la ciudad de Kissimmee (Florida), dos días antes del fin de su mandato, el 1 de enero. Perdió entonces la inmunidad de la que el militar en la reserva ha disfrutado durante tres décadas gracias a sucesivos cargos electos. Sigue en tierras estadounidenses, haciendo vida de ciudadano de a pie. Se ha dejado ver en alguna hamburguesería con su esposa y en el supermercado. Poco más. Al principio, se paraba a charlar con seguidores en la puerta de la vivienda donde se aloja, propiedad de un brasileño que fue profesional de la lucha libre.

Pocas declaraciones públicas ha hecho en estas semanas. Después de que miles de sus seguidores invadieran por la fuerza la Presidencia, el Congreso y el Supremo en Brasilia, difundió una tímida condena: “Las manifestaciones pacíficas, conforme a la ley, son parte de la democracia. Sin embargo, las depredaciones e invasiones de edificios públicos como las ocurridas hoy (por el 8 de enero), así como las practicadas por la izquierda en 2013 y 2017, escapan a la regla”. Un vídeo que cuestionaba la victoria de Lula, colgado en sus redes tras el intento golpista, es el principal motivo de que Bolsonaro fuera incluido en la investigación por instigar el ataque golpista. Él se ha defendido con el argumento de que siempre ha actuado “dentro de las cuatro líneas de la Constitución”.

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Transcurridos tres meses de una derrota que nunca ha reconocido explícitamente, es evidente que Bolsonaro ha abdicado de su papel de liderar la oposición pese al enorme capital político logrado en las elecciones, que perdió por menos de dos puntos. El asalto violento protagonizado por miles de sus seguidores, a los que animó a creer que le robaron las elecciones, ha complicado aún más su futuro. Es investigado en un puñado de casos, incluidos algunos por la pandemia.

Uno de los tres hijos que tiene en política, Carlos, también está en EE UU, según la prensa brasileña. Investigado por dirigir la máquina bolsonarista de la desinformación, le espera su puesto de concejal en Río de Janeiro. Sus hermanos están convocados a tomar posesión de sus escaños en Brasilia el próximo miércoles, Flavio como senador, y Eduardo como diputado. La elección de los presidentes de las dos Cámaras permitirá vislumbrar ese día cómo está el equilibrio de fuerza entre Lula y Bolsonaro en el Congreso.

No hay noticia de que el ultraderechista brasileño se haya visto en estas semanas con el expresidente Donald Trump, asidua presencia en Florida. Tampoco se ha reunido con aliados brasileños que se han dejado caer por Florida aprovechando las vacaciones de Año Nuevo.

Uno de ellos, su antiguo ministro de Justicia, Anderson Torres, fue detenido seis días después del asalto a los poderes, al aterrizar en Brasilia. Torres, que era el responsable de la seguridad pública en Brasilia, estaba en Florida el día de la invasión de los edificios. Acusado de “connivencia dolosa” con los asaltantes, el antiguo ministro de Bolsonaro se dejó el móvil en EE UU y desde que está en prisión preventiva no ha abierto la boca.

La policía encontró en casa de Torres un borrador de decreto presidencial para intervenir el Tribunal Supremo tras las elecciones y dar la vuelta al resultado de octubre. Costa Neto, el jefe de su partido, dice en la citada entrevista que había propuestas de decretos golpistas “en casa de todo el mundo”. Cuenta que él mismo recibió propuestas: “Tuve el cuidado de triturarlas. Veía que no se daban las condiciones, y Bolsonaro no quiso hacer nada fuera de la ley”.

El ultraderechista se fue al extranjero para no participar de la ceremonia de traspaso de poder a Lula. Voló como jefe del Estado en un avión de la Fuerza Aérea, pero desde el 1 de enero es un ciudadano de a pie. Entre otras cosas, tiene que resolver su estatus migratorio con las autoridades estadounidenses. El que quiera verle en persona puede pagar entre 10 y 50 dólares para asistir el martes en Orlando a un acto titulado Gran encuentro con el capitán que ha organizado un grupo de fans.

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