El gol de todos

Parece que es otoño a finales de agosto. Qué días más engañosos. Jarrea y descienden las temperaturas. No es suficiente con la manga corta para Roberto
López, Oyarzabal o Isak, los dueños de una camiseta térmica en verano. Septiembre llama por teléfono para advertir de que ya está aquí y el Tour de Francia acaba de quemar su primera etapa. Las mareas vivas rematarán la época estival pero no habrá cervezas en la Parte Vieja cuando sean las regatas de La Concha. Habrá que conformarse con el fragor del agua para ver quién gana. Sin ambiente. El mundo al revés. ¿Y si intentamos empatar un partido a tres minutos del final sin rifar el balón? La Real pensó que sumarse al impredecible ocaso de este agosto era una buena idea. Y se puso a bailar al filo del desenlace mientras el agua caía y caía a Zubieta con carácter pertinaz.

La derrota estaba a la vuelta de la esquina. Seguro que no hubiera sido tan dolorosa como si costara puntos. O un puesto en Europa. O una eliminatoria. O una final de Copa. Ser presa de la adversidad, sin embargo, escuece cuando sea en el orgullo de un competidor. No alteró ayer a la Real. Sus nervios fueron de acero hasta el límite.

Dos minutos de monopolio

El cabezazo de Jon
Bautista traspasa la frontera del espaldarazo para el delantero de Errenteria. Fue más. Fue el gol de todos. La Real empató el amistoso contra el Huesca por obra y gracia de la intervención de 10 futbolistas, a falta de tres minutos para el final. La sociedad más plural en el momento cumbre. Pases a la carta. Lealtad a prueba de bomba a un estilo de juego. Hasta el final con los principios.

La Real monopolizó el partido, como si se apropiara del tiempo, desde el minuto 85 al 87. 120 segundos de mando único y múltiples combinaciones. Aihen
Muñoz sacó de banda y el balón, como si fuera un péndulo, circuló en tres secuencias por los cuatro defensas: el lateral navarro, Le
Normand, Aritz y Blasco. De pronto, una conexión diferente, un chispazo. Servicio interior a Robert Navarro y pase hacia atrás defectuoso del catalán. Una toma falsa. Porque se pudo arreglar.

El Huesca vio el instante de confusión y se lanzó a presionar a tumba abierta, ganando a la Real y en plenas postrimerías del envite. El balón había sido retrasado hasta Remiro. Zubeldia fue el voluntario del apoyo. Un pase a Le
Normand del azkoitiarra y a por el osado Huesca, con seis habitantes en terreno realista.

Zubeldia levantó la mirada y detectó el desmarque de Navarro, quien cooperó al primer toque para habilitar a Guridi. La apertura del azpeitiarra fue amortizada por Barrenetxea, el trapecista de la banda que se fue de su par con calidad para regalar con la izquierda un centro medido a Bautista. El delantero fue la voz cantante de un coro. El encargado de cerrar la obra maestra de la tarde. El único que no contactó con el balón, Wil
l
ian

José
, se había desmarcado al segundo palo. Y siguió lloviendo, como si fuera otoño.


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